Por: Marco Antonio Samaniego
TIJUANA BC 6 DE FEBRERO DE 2020.-En varios medios y comentarios sobre la posibilidad de recibir menos agua del río Colorado en el próximo ciclo, existe varias líneas que se desarrollan en base al hecho publicitado de que Donald J. Trump, firmó en abril de 2019 un documento que limitará las entregas a Baja California, por la cantidad de 51Mm3.
Los comentarios que se publican al respecto, en mayor medida, han apuntado a que por tratarse de año electoral en Estados Unidos, el republicano ha decidido ganar votos a través de ello. Esto implicaría que el mencionado presidente conoce los detalles de la minutas 319 y 323 y que atento a lo que sucede, decide que se da el recorte mencionado. Es pues Trump capaz de saber las condiciones de sequía y además de tal poder que desde la casa blanca se decide que en Baja California usemos menos agua.
De ser así – que no lo es – el presidente mexicano ni siquiera fue consultado y bien podría ser acusado de indiferencia, cuando menos, o de traidor a la patria, para los que gustan de usar dichos lenguajes que poco aportan al tema. Como es clasico publica su mensaje en twitter, e indica: Just signed a critical bill to formalize drought contingency plans for the Colorado River. Thanks to @SenMcSallyAZ for getting it done. Big deal for Arizona!
Es decir, Trump indica que la medida es buena para Arizona, aunque no menciona a las demas entidades de la Cuenca: Wyoming, Utah, Nuevo México, Nevada, Colorado, California y para el caso mexicano, Sonora y Baja California. Es decir, firmó algo bueno para Arizona y el Make American Great Again, se cumple para los habitantes de dicho estado. Algunos análisis, en el lado mexicano, infieren que Trump tiene capacidad de decidir sobre la cantidad de agua que se entregará a Tijuana.
No creo que Trump entienda lo que firmó y no parece que le interesen las otras entidades de la cuenca. Tampoco creo que le generen muchos votos y que se traté de otra teoría para dañar a México y seguir utilizando a nuestro país en sus campañas políticas.
Lo apuntamos de la manera más sencilla posible: en el Tratado de Aguas Internacionales de 1944 está contemplada la medida. Un tratado signado a perpetuidad, contempla el tema de la sequía extraordinaria, aunque no la define. Y se apunta que la reducción será por los consumos, no por la escorrentía. Es decir, lo que define el documento es que si existe menos recurso, todas las entidades de la cuenca deberán de reducir sus usos de manera proporcional. Eso está aceptado por los dos países desde 1944, no como una medida de Trump porque quiera ganar votos. Si bien, el tema de la sequía extraordinaria ha sido motivo de numerosas discusiones, el punto que aquí pretendemos destacar es que no es un capricho más del presidente estadounidense, sino una condición prevista, aunque no definida, en el tratado de 1944.
Es en las minutas 319 y 323 donde se ahonda en los detalles, mismas que están signadas por la Comisión Internacional de Límites y Aguas/International Boundary and Water Commission. Dichas minutas, han generado controversia, sobre todo a los agricultores del valle de Mexicali, quienes por su posición social y las constantes amenazas de que el agua tiene otros destinatarios, se han constituido en sus principales opositores. Una de las conclusiones comunes es que deben tecnificarse para evitar pérdidas de agua, aunque las estrategias para ello no parecen tener el efecto esperado. A ello se suma el hecho del establecimiento de la empresa cervecera Constellation Brands y se tiene un escenario de crítica, manifestación y dudas sobre el recurso. La respuesta más sencilla, es decir que es culpa de Trump, por algo que estamos seguros no entiende.
El límite fronterizo y sus complejidades es mucho más que eso y si en algún espacio los marcos institucionales tienen un mayor control es precisamente en lo referente al agua. Lo que se pierde e vista es que no es un tema de gobernantes en turno, que pueden hacer lo que quieran, sino que se trata de acuerdos formales en los que la relación es de cooperación y en caso de no serlo, los afectados serían en ambos lados de la frontera. Y las consecuencias inimaginables.
Por otra parte, no es tan sencillo. Las presas requieren de cierta altura de agua para producir energía eléctrica. La venta de ésta energía es una base del pago de las mismas obras y la distribución está relacionada con algunas empresas privadas. Ellos requieren del agua a cierto nivel, por tanto, que esta corra. Y en ese contexto es necesario ubicar el tema. No sólo es agua, también es energía y dinero.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor