DIARIO HASTA LA FINAL (Día 6)
Por: Marco Antonio Domínguez Niebla
Que Chicharito ni que Chucky ni que HH. En 86 México sí que contaba con uno de los mejores jugadores del mundo: Hugo Sánchez. El goleador más dominante de la Liga Española, el 9 del Real Madrid era el eje de ataque durante el mundial en casa, y tenía ante sí la oportunidad del desquite después de ser parte de la selección sotanera en Argentina 78 y la eliminada en Concacaf rumbo a España 82. Los comerciales, las entrevistas, todo en torno al próximo héroe nacional, según decían por la televisión, inflando desde entonces el globo que termina igualmente pinchado más temprano que tarde cada cuatro años. Figuras a seguir, reportaban los medios internacionales: Maradona, Platini, Rummenigge, Francescoli y ¡Hugol! Las cosas empezaron de acuerdo a lo esperado: gol en el debut triunfal contra Bélgica.
Pero enseguida el primer cachetazo: penal de último minuto, México empata a uno con Paraguay, Hugo se enfila, dispara y falla ante un Azteca enfriado ante el desolador desenlace del segundo partido jugado por los chicos de Bora. Suspendido por amarillas, el entonces dos veces Pichichi (estaban tres más por venir) no participó contra Irak en el cierre de la primera fase (acusado de provocar su amonestación contra Paraguay para descansar), y luego se fue en blanco durante los octavos contra Bulgaria. Y para despedirse, la peor de las escenas: el mejor jugador mexicano de la historia tendido sobre la media cancha del ahora llamado Volcán de Monterrey, acalambrado y sin posibilidad de participar en la tanda de penales finalmente ganada por Alemania en aquella serie de cuartos. Quedó claro: Aguirre, Muñoz, Tomás Boy, Negrete, Quirarte y compañía no eran lo mismo que Butragueño, Valdano, Sanchís, Martín Vázquez, Míchel y compañía. A propósito, Mo Salah debutó hoy en su mundial con gol marcado de penal (él sí lo metió). Pero perdió 3-1 contra Rusia. El crack del Liverpool juega con Egipto.
Ni Colombia ni Polonia. Los favoritos del Grupo H no hicieron válida tal condición, mientras que Japón y Senegal, supuestas víctimas, montaron rebelión. Los colombianos, muertos en vida desde el tercer minuto de juego -cuando el defensa Sánchez atajó un disparo a puerta dentro del área-, recibieron el primer gol de inmediato luego del penal cobrado por uno de los pocos japoneses realmente célebres: Kagawa. Y aunque Juanfer Quintero, el virtuoso mediocampista colombiano de River, todavía resucitó al difunto con una genialidad, el empate no pudo ser soportado por los 10 de Pekerman. Y llegó el tiro de gracia: cabezazo nipón al filo del área chica. Asunto arreglado. Poco más tarde, tan distante de aquella selección de Lato y Boniek, Polonia concedió un par de cortesías aprovechas por los senegaleses. Duelo a muerte en puerta: Colombia y Polonia se baten el domingo.
