Nota: José Enrique García Sánchez 
Fotos: Joebeth Terriquez, Enrique García, Israel Martínez Páez

*.- El primer evento del arzobispo, cargado de simbolismos
*.- “Necesitamos construir más puentes y derribar muros”

TIJUANA BC 12 DE AGOSTO DE 2016 (AFN).- Monseñor Francisco Moreno Barrón extiende su mano izquierda para señalar el muro fronterizo entre Tijuana y San Diego mientras afirma: “Este muro para mí significa una bendición en mi ministerio”.

Todavía le faltaban aproximadamente 7 horas para asumir su nueva encomienda como el quinto pastor de la grey católica en la historia de esta comunidad fronteriza, cuando iniciaba así -con un evento lleno de simbolismos- una larga jornada que culminaría con la sucesión de Rafael Romo Muñoz, que este jueves cerró un capitulo de 20 años de liderazgo local.

“Bendito el que viene en el nombre del señor”, le dice Romo Muñoz a manera de bienvenida a Tijuana, “una ciudad con rostro de migrante”, mientras el alcalde Jorge Astiazarán y el Secretario de Gobierno del Estado, Francisco Rueda, así como el subsecretario de gobierno Enrique Méndez, escuchan, en el templete habilitado a unos 3 o 4 metros del cerco fronterizo.

“Nos sentimos bendecidos y privilegiados de ser Francisco”, le bromeó el Secretario de Gobierno, antes de declararlo bienvenido a nombre del gobernador del Estado y reiterarle “la voluntad de tener una respetuosa cercanía”.

El alcalde no pierde la oportunidad para hacer notar el valor simbólico del sitio elegido para el encuentro con poco más de un centenar de representantes de la comunidad católica y casi medio centenar de periodistas. 

A pocos metros destaca el obelisco que a manera de monumento dedicado a los migrantes, se convierte en escenario y sede de actividades por parte de grupos que trabajan a favor de quienes buscan en Tijuana o Estados Unidos, refugio o mejor calidad de vida, luego de salir huyendo de la pobreza o la violencia en sus lugares de origen. “Este muro significa la desesperación pero también la esperanza”, le dice el alcalde Astiazarán.

Casi una veintena de policías municipales resguardan la zona, a menos de un kilómetro de la entrada al Cañón Emiliano Zapata, que por décadas fue el sitio emblemático de cruce ilegal al país del norte en esta ciudad donde –Recordó Romo Muñoz- “decimos frecuentemente que empieza la patria”.

Aquí donde por muchos años hubo largos tramos de frontera sin cerco ni muro, y docenas de migrantes cruzaban cotidianamente a trabajar a los campos agrícolas localizados a un centenar de metros, sólo se erguía, solitaria, una de las mojoneras que marca la frontera establecida en 1853 a través de los tratados que culminaron con la venta de “La Mesilla” a los Estados Unidos, por parte del presidente mexicano Antonio López de Santa Ana. Casi dos siglos después, la mojonera sigue recordando ese episodio.

Hoy desde el aire, un helicóptero norteamericano aparentemente de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), aminora su velocidad y se estaciona por unos segundos antes de continuar su patrullaje a lo largo del cerco fronterizo. A pocos metros de éste, pero volando más bajo, el dron de Agencia Fronteriza de Noticias.

Abajo también, el evento se cubre con alegorías multicolores. Alguien que representa a las primeras comunidades indígenas de la península, llama con el sonido de una enorme concha e inicia un recorrido por la historia. Los integrantes de un ballet se desplazan por la alfombra roja al ritmo de “El Cachanilla”, vistiendo ropajes diversos para ilustrar las diferentes expresiones culturales que conviven en la frontera.

El maestro de ceremonias se prodiga en figuras verbales y frases ornamentadas con tono solemne para destacar el espíritu de los habitantes de esta zona. “Desarrollo y vanguardia se tejen en la urbe, ciudad cosmopolita que fragua cada día en el trabajo, dentro de la industria así como en la cultura, la ciencia, la tecnología y el deporte”, señala, mientras una canción dedicada a la ciudad acompaña la coreografía de los integrantes del ballet, al tiempo que cargan en pequeñas maquetas algunos de los símbolos arquitectónicos más emblemáticos de Tijuana.

En el evento no podía faltar la representación de los colonizadores jesuitas, franciscanos y dominicos, que dieron vida a la etapa misional, con la creación del primer asentamiento de la ruta evangelizadora en Loreto, donde sigue en pie, construida en cantera, la primera misión, dedicada a Nuestra Señora de Loreto, capital de Las Californias de 1697 a 1777.

“Me confío al cuidado maternal de la santísima virgen de Loreto”, diría más tarde Monseñor Moreno, ya investido como arzobispo. A media mañana había recibido de la familia Cortez Fernández, una imagen de la llamada Patrona de las Misiones.

Los actos simbólicos continúan y el nuevo enviado del sucesor de San Pedro es recibido con más regalos, ahora de manos de José Carlos Pasilla y Alma Delia Toribio, que vestidos de blanco, le entregan un cofre con rocas, tierra, agua y sal, elementos característicos de la región.

“Este muro para mí significa una bendición en mi ministerio, es la primera vez que lo veo así de cerca, ojalá que me permitan al final tocarlo un momento”, asegura monseñor Moreno Barrón durante su primer discurso en la ciudad. 

“Muchas veces pasaré si Dios, me lo permite, por aquí, y recordaré estas palabras: que mi vocación como obispo es construir puentes de comunión de relación entre los seres humanos, no sólo entre los católicos sino entre todas las personas de buena voluntad”.

“Necesitamos construir más puentes y derribar muros”, había asegurado minutos antes.

El nuevo arzobispo concluye su primer evento del día con un acto simbólico más, cuando se encamina hacia el muro fronterizo, recarga su frente en él y lo besa mientras reza en silencio un momento, antes de abordar la unidad que le llevará a cumplir con el resto de su agenda.