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TIJUANA FAUNA

TIJUANA, BC - martes 2 de agosto de 2011 - Manuel Villegas.
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1945: “EL CIELO SE ILUMINÓ"
 
Por Manuel Villegas
 
El lunes 16 de julio de 1945, justo a lo que hoy serían las 4 de la madrugada con 29 minutos y 45 segundos, horario local de Tijuana, la noche se encendió con un intenso resplandor durante segundos, sin razón aparente, sin que se escuchara sonido alguno y sin nubes en el horizonte. Así experimentaron cientos de familias tijuanenses el inicio de la era nuclear en el mundo, cual conejos lampareados, presas de sobresalto y angustia.
"Un extraño suceso produjo la expectación y asombro de los tijuanenses así como de las ciudades circunvecinas. Una noche de 1945, el cielo se iluminó, los habitantes de la frontera contemplaron varios segundos el raro fenómeno, asombrados"; según nos narra en una crónica el maestro Mario Ortiz Villacorta Lacave, quien en su escrito "Nuestro es el destino" incluyó lo acontecido esa madrugada.
Tan intenso resplandor fue motivo de discusión en las charlas de bar y de café durante semanas, y generó el miedo de muchos habitantes que llegaron a pensar que las tropas japonesas entraban por esta frontera prestas para la invasión de la alta California. Elucubraciones hubo así y hasta más descabelladas, pero todas tenían un buen sustento noticioso porque se vivían momentos difíciles en este punto de la frontera.
Todos los días, uno sí y otro también, se conocían noticias de lo que pasaba en los frentes de batalla al otro lado del mundo; además de que se sabía que a pocos kilómetros, en el puerto de San Diego, había constante movimiento de tropas y marinos que ejercitaban y embarcaban rumbo a Europa y al lejano Oriente para combatir en las batallas de la Segunda Guerra Mundial.
Ese verano, y desde que inició el mes de julio del 45, ocurrieron en Tijuana acontecimientos que justificaban los temores de quienes fueron testigos de la noche que resplandeció. Mientras la prensa local reproducía los cables cargados de propaganda anti imperialista que daban cuenta de los vuelos de los aviones "Fortaleza B-29" que vaciaban millares de toneladas de explosivos destruyendo refinerías y bases militares niponas de Formosa a Java, y de las declaraciones triunfalistas de Mac Arthur en las Filipinas anunciando que el fin de Japón ya era cuestión de horas, en esta ciudad las noticias locales eran igual de sensacionalistas.
Por igual se destacaban a 8 columnas el suicidio de una jovencita que saltó tres pisos, el arresto de un “mantenido” que golpeó a una mujer, el desabasto de gasolina hasta para las necesidades más básicas, la guerra doméstica declarada contra los acaparadores del vital y flamable líquido, las dificultades de  los residentes de lo que hoy es la Zona Centro que sufrían por la escasez del otro vital líquido, y el llamado a los conscriptos para realizar maniobras de entrenamiento militar, "por si las moscas".
Aparte, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) echó más leña al fuego cuando advirtió que en la zona costa podrían aparecer las llamadas "bombas globos" que el Japón enviaba para hacer daño a los estadounidenses y sus aliados. "Si se llegara a localizar alguna de las `Bombas globos´ japoneses en territorio nacional, den inmediato aviso a las autoridades militares, evitando todo contacto con dichos explosivos", alarmó el Ejército a la gente con un cable informativo fechado el 4 de julio, advertencia dirigida a los centros urbanos de regiones apartadas en la costa del Pacífico, Tijuana incluida. El impacto de semejante anuncio quizá orilló a los tijuanenses a caminar mirando al cielo durante días.
"Será una guerra total", había dicho el presidente Manuel Ávila Camacho el 22 de mayo de 1942 al declararse en contra de las “Potencias del Eje”: Alemania, Italia y Japón. La frase retumbaba todavía en oídos de madres y padres tijuanenses, que vivían con el Jesús en la boca ante los rumores de que sus jóvenes chamacos mayores de 18 serían enviados al frente de batalla en Europa y particularmente contra los japoneses. Tenían miedo, pues, de que ocurriera una “leva” como en la revolución de principios del siglo por parte del Ejército.
Había entonces otros problemas que preocupaban a los funcionarios municipales de la pequeña ciudad, tan golpeada por el cierre de los casinos y por el aún reciente escándalo de “Juan Soldado”, casos que referiremos en otro Tijuana Fauna. El entonces delegado de gobierno Silverio Romero Jr., resistía las quejas de la gente en la colonia Independencia, donde las fallas en la red del agua se traducían en interminables manifestaciones afuera del edificio de gobierno. Aunque al menos allí no hubo eternos campamentos de lonas ni casas móviles de madera como los que hoy arrasan jardines e invaden estacionamientos públicos, sí había que atender los reclamos.
A la angustia de las madres que temían tener potenciales soldados en el hogar, listos para ser llevados hasta el fin del mundo "en caso de ser necesario defender a la Patria", como rezaba la propaganda militar, se sumó el hecho de que los padres de familia, los pudientes que podían contar con vehículo o requerir de gasolina para sus actividades, también entraron en pánico ante la declarada escases que hubo ese verano. En éste último tema se rexcuerda que intervino de manera decidida el presidente de Canaco local, don Wulfrano Ruiz, quien a nombre de sus representados exigió al general Ávila Camacho que interviniera para acabar el racionamiento y desabasto que dictaba el Departamento de Exportación de Gasolina estadounidense. Claro que poco se pudo lograr, pues eran momentos políticos muy tensos y la protección de las líneas de abastecimiento eran un tema de primer orden para el vecino país, pero esta defensa del combustible para la ciudad en plena Segunda Guerra quedó así registrada en la historia local.
Por todo lo anterior, lo ocurrido ese lunes a las 4:29:49 horas locales, cuando todo se iluminó sin razón aparente por un resplandor en dirección de las montañas de Otay, del Cerro Colorado y de la Sierra de Tecate, se justifica el terror que experimentaron cientos de tijuanenses que no entendían ni tenían pizca de idea de lo que estaba ocurriendo.
La respuesta tardó meses en llegar porque era un secreto militar de los gringos. Ese día, a la hora descrita, ubicados a mil kilómetros de distancia de Tijuana, los estadounidenses realizaron la detonación de la primera bomba nuclear en la historia de la humanidad. Bautizada como “Trinity” y apodada “Gadget”, el redondo aparato de plutonio era parte de un plan militar denominado Proyecto Manhattan dirigido por el físico Robert Oppenheimer, considerado “El padre de la bomba atómica”.
El artefacto fue lanzado desde una altura de 30 metros desde una torre construida en el desierto del Álamo (o Alamogordo) en el estado de Nuevo México. Alrededor de 260 personas, incluidos los científicos, se mantuvieron en lejanos puestos de observación para “contemplar el espectáculo” a salvo de las ondas expansivas según las crónicas consultadas.
Hay versiones incluso de que se cruzaron apuestas sobre la fuerza que tendría la explosión. “Será un completo fiasco”, decían unos. “Destruiremos Nuevo México”, “Quemaremos la atmósfera”, y hasta “Incineraremos todo el planeta”, eran las apuestas cruzadas, lo que provocaba ansiedad en los ingratos científicos. Tras la explosión, un físico ganó los momios cual si fuese carrera de galgos en Aguacaliente, no se sabe con cuánto apechugaron sus colegas pero le atinó que la energía liberada sería por el orden de las 18 mil toneladas de dinamita.
Esta fuerza liberó calor y radiación suficiente para crear fuertes remolinos de aire, cristalizar el polvo de manera instantánea y formar un cráter de tres metros en el punto de impacto, además de la lógica ignición de la atmósfera, ya que en milisegundos “se creó una semiesfera de radio de 200 metros” semejante a una enorme bola de fuego rojo. Tal detonación iluminó las montañas por uno o dos segundos con colores “de morado a verde y finalmente a blanco”, el rugido de la onda tardó 40 segundos en llegar a los lejanos observadores, la onda expansiva se sintió a más de 160 kilómetros y el hongo se elevó a 12 kilómetros.
Sobre lo ocurrido los militares ya tenían preparada la explicación para la ciudadanía de que un depósito con una considerable cantidad de explosivos y pirotecnia había explotado, sin pérdida de vidas ni heridos; pero el informe oficial se transmitió en clave Morse de inmediato y dos horas después, a las 7:30 horas de ese lunes, el telegrama ya estaba en manos del presidente Harry S. Truman, quien devoró con ansiedad los párrafos donde le explicaban que “los resultados parecen satisfactorios y superan las expectativas”.
El caso es que con el uso de armas nucleares, primero con la “Trinity” que acabó con conejos, coyotes y demás fauna de Nuevo México; después con la bomba de uranio “Little Boy” lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto, y al final la de plutonio apodada “Fat Man” que destruyó Nagasaki el 9 de agosto, los gringos acabaron con 150 mil japoneses en menos de 80 horas y marcaron el final de la Gran Guerra.
Otras detonaciones nucleares de prueba, de fisión o atómicas, y  de fusión o termonucleares o “Bombas H” hubo después, y hasta más potentes, y las estallaron tanto en Nuevo México como como en Nevada y Arizona, pero ya las luces que iluminaban el cielo no eran tan novedosas ni aterradoras como la primera.
De los testimonios sobre lo ocurrido esa mañana rescaté algunos muy interesantes y detallados: “El país entero estaba iluminado por una luz ardiente”, se informó en un detallado expediente oficial dirigido al presidente Truman. “La  energía desarrollada en la prueba era varias veces mayor que el esperado (…), la masa de la nube y la columna alcanzó una altura superior fenomenal”, se informó en el reporte Prueba de la Trinidad, que consta en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, en la carpeta 4, sobre el Proyecto Manhattan. “El calor se pareció a la apertura una puerta de horno, aún a 10 millas”, afirmó uno de los científicos, mientras que otro dijo que “estaba allí una luz brillante y había calor del sol sobre nuestras caras”. Un piloto de Albuquerque declaró que “era como una bola de fuego tan brillante que iluminó la cabina del avión”; y en Tijuana, más de seis décadas después, Ortiz Villacorta Lacave nos platicaría que "el cielo se iluminó” esa madrugada, mientras cientos de familias veían el nacimiento de la era nuclear con sobresalto y asustados cual conejos lampareados.
 
NOTA: Fotos disponibles en Internet sobre la Bomba Trinity, e incluyo el de una familia en Nevada que desde el patio de su casa registraron el momento en que explotó la bomba “Nancy”, de 24 mil toneladas de TNT, la madrugada del 24 de marzo de 1953. Así debió verse el horizonte la madrugada del 16 de julio de 1945 en Tijuana.
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