Tijuana es tan joven, que en ella todo huele a nuevo, a pesar de que algunos de sus trebejos, acaso tengan ciento y pico de años. Cuando esta comunidad tuvo su inicio, aquí poco o nada había, de modo que los flamantes tijuanenses le entraron a la forja de todo cuanto fueron necesitando, y especialmente, de sus costumbres y formas de ser y de vivir.
Por eso, ser tijuanense es ser creativo, esencialmente innovador. Es llevar en la sangre un prurito por la transformación, por hacer el mañana sin esperar a que llegue solo; ser tijuanense es creer que a diario se puede sorprender al Sol.
Esa es la forma de ser que distingue a todo tijuanense creativo y forjador. Y no hay tarea, no hay actividad que escape a esa visión.
Así, creativos, transformadores, ingeniosos, innovadoresy productivos, se distinguen los tijuanenses en la educación y en la investigación científica, también en el comercio y la industria, en las artes que tanto, y cada vez más, nos regocijan, y… también en la política.
Cierto. En la política Tijuana ha sido siempre exigentemente creativa, y ampliamente innovadora. Y no podía ser de otro modo, porque para crear en tan breve tiempo el emporio grandioso que es esta frontera, no podía faltar a nadie la libertad que mueve a todos los creadores, sobre todo cuando se trata de formar el destino común.
Desde siempre Tijuana ha querido ser libre para forjar su destino, para decidir su suerte; para brillar dignamente en el cielo de nuestro México. Y, aunque caro le costara, se empeñó en el afán de ser democrática, de elegir por sí a sus gobernantes, de no esperar, ni conformarse jamás con que desde lejos se le nombraran. Así se unió al concierto que en esta tierra clamaba por dejar de ser un Territorio al que el presidente le nombraba su gobernador; pujó hasta que Baja California se convirtió en el Estado 29, en el que nunca se resignó a dejarse arrebatar el privilegio de elegir por si misma a todos sus gobernantes locales.
Pero, antes no era como hoy. No había subsidios, y nada estaba hecho. Ni hablar del Internet o del e-mail, pues ni el fax se había inventado. Para llevar un mensaje, para convencer a la gente y hacerla parte de una causa, se debía hacer uso de la palabra, y también gala del ingenio.
Y de la aplicación del ingenio surgieron muchas novedades que entonces fueron sorprendentes, muchas de las cuales se han quedado para siempre, y hoy hasta nos parecen de lo más natural.
En 1959 hubo elecciones para elegir gobernador y para renovar los ayuntamientos y el congreso de Baja California. Salvador Rosas Magallón, el Abogado del Pueblo, fue el candidato del PAN, y, dicho con toda justicia, el candidato del pueblo.
En su campaña se usaron por primera vez en México los engomados, el famoso sticker, para promover esa candidatura a gobernador. Sobre un fondo azul oscuro e intenso con grandes mayúsculas de color naranja fosforescente, se leía el nombre del candidato, puesto en la gran mayoría de las defensas de los automóviles que circulaban por la ciudad. ¿Cómo imaginar una campaña electoral de nuestros días sin el uso del engomado? Ahora los hay de todos tamaños y en todos los formatos, y hasta han evolucionado a parasoles, que ocupan ventanas completas en los autos.
En esa misma campaña, los mexicanos que radicaban en California, hicieron su aportación y desde allá enviaron camisetas impresas con el logotipo del partido que aparecía cruzado, invitando a votar. Hoy, en cuanto las campañas empiezan todos dan y todos piden la camiseta y la gorrapublicitarias que se adaptan bien a los rigores de nuestro clima caluroso.
No había subsidios que el gobierno pagara a los partidos. El PAN tenía que sostenerse con sus propios medios y cubrir así el costo de sus campañas. Entonces, imprimió en 1959 certificados o bonos de cooperación, que el pueblo adquiría pagando su importe, pero a cambio de nada, sólo con el fin de colaborar, cubriendo en parte –aunque fuera mínima- el costo de la campaña, que se daba siempre en desventaja frente a los recursos ilimitados que el gobierno obsequiaba a su partido oficial. En la campaña local de 1968, la emisión de bonos de cooperación, fue todavía más abundante y agresiva. Se imprimieron bonos de diferentes denominaciones, desde diez centavos de dólar en adelante; hay que recordar que en aquellos años, en Tijuana circulaba mucho más el dólar que el peso. Yo era un chamaco de poco más de trece años, y entonces ya pude vender muchos bloques de bonos de cooperación de veinticinco centavos (una peseta), en los comercios de la zona central de Tijuana, especialmente en los de la calle 2ª, que fue el barrio donde crecí. Hoy ya no se venden bonos, el subsidio hizo ricos a los partidos.
En 1968, por primera vez se hizo uso del teléfono para invitar a la gente a asistir a los actos de campaña, y para llamar a los electores a votar por los candidatos de nuestra causa. Este método, luego fue profusamente utilizado en las primarias de Estados Unidos; pero ahora no hay campaña en la cual no recibamos telefonazos de unos y otros para promover a los candidatos, incluso en la víspera de la elección.
El “hombre sandwish” que en espalda y pecho se colgaba pancartas con propaganda electoral, mientras paseaba por las calles de la ciudad; los papalotes hechos de papel periódico en los que se imprimió el sello del PAN, y que por cientos la chamacada hacía volar en el cielo de Tijuana; el esténcil con el que sobre las banquetas se pintaba el logo del Partido, con éxito tal que las autoridades lo prohibieron y hasta lo consideraron como falta que con cárcel castigaron.
Como estas, muchas otras innovaciones ha aportado a México el pueblo de Tijuana, en la cosa de la política, porque este pueblo está formado de forjadores que aman la libertad y que cada día despiertan sintiéndose capaces de sorprender al Sol.