Advertencias de un presente
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Advertencias de un presente

Tijuana BC - viernes 27 de junio de 2025 - Marco Antonio Samaniego.
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Por: Marco Antonio Samaniego

TIJUANA BC 27 DE JUNIO DE 2025.- El escenario de los años cincuenta en Estados Unidos era el de un país que se mantenía en alerta. El lanzamiento de dos bombas atómicas, Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, fue la evidencia ante el mundo que el planeta se encontraba en una nueva condición. Los procesos tecnológicos, en los que materiales como uranio y el estroncio 90, formaban parte del lenguaje cotidiano.

Nuevo México, fue y es hasta nuestros días la entidad federativa que concentra desde sus inicios todas las implicaciones del proyecto Manhattan. Es decir, para Estados Unidos, un lugar al que pocos conocían, sin embargo, cobró una importancia fundamental para todo el proceso de desarrollo de las bombas atómicas y de los primeros experimentos tanto superficiales como subterráneos. La centralidad en términos del impacto para el mundo, tiene el significado de que los eventos que ahí se realizaron por varias décadas, han generado contaminación para todo el planeta. La seguridad de Estados Unidos, parte de la inseguridad que provoca la enorme cantidad de material   nuclear que se ha esparcido por el país – y por tanto en la frontera con México – mismo que ha afectado a comunidades no sólo en dicha entidad, sino en lugares tan lejanos como Illinois o Carolina del Norte.

El Centro Nacional de Cáncer de los Estados Unidos, estimaba que los nacidos entre 1945 y 1963 habían recibido dos radios de yodo 131, mismo que puede desarrollar cáncer de tiroides. Numerosos estudios llevaron a la expresión de que el país más bombardeado con armas nucleares era – y es – Estados Unidos, con zonas más identificadas como Nevada y Nuevo México. Sólo como ejemplo de los temores de los científicos, destacamos el proyecto Sunshine, iniciado en 1953, mismo que consistía en analizar los huesos de los niños que hubieran fallecido en diferentes partes del planeta. Muchos de los restos que se utilizaron, se extrajeron sin el consentimiento de los padres. El objetivo era estudiar la absorción de estroncio-90 en el tejido humano. En países como Australia o Inglaterra, décadas después, al conocerse la mencionada investigación, hubo manifestaciones por el uso, sin permiso previo, de los huesos de sus hijos. Por su parte, Willard Libby, en una reunión clasificada en 1953, y dada a conocer hasta la década de 1990, afirmó que las muestras humanas eran de gran importancia por lo que el robo de cuerpos era un gran servicio para el país. Es posible desarrollar un número significativo de ejemplos semejantes, sin embargo, para los efectos de este escrito, lo planteamos para ubicar la preocupación que existía de los efectos en el mundo de las explosiones nucleares que se desarrollaban.  Dado que los estudios no eran definitivos, las pruebas con diferentes tipos de bombas, como la de hidrogeno, continuaron hasta 1992, cuando el Los Alamos National Laboratoy (LANL) ha replanteado sus objetivos.

Los efectos de ello en nuestro país aún están por conocerse. Lo evidente es que la primera prueba nuclear se realizó la Jornada del Muerto, cerca de Alamogordo, a 150 kilómetros de Ciudad Juárez/El Paso. La prueba Trinity, en julio de 1945, implicó una basta movilización militar y civil, dado que eran desconocidos los posibles efectos de la detonación. A pesar de la secrecía del proyecto Manhattan, la evidencia de que algo sucedía era notoria, dados los miles de   nuevos pobladores que se asentaron en las nuevas instalaciones al norte del estado, pero que repercutió en todos los sentidos por los miles de desplazamientos que implicó la instalación de equipos, maquinaria y casas.  Una noche antes de la detonación el gobernador de la entidad fue advertido que podía presentarse una emergencia que podría afectar una población, el estado, o incluso, algunos científicos llegaron a mencionar el holocausto.   La detonación fue posible advertirla en El Paso, Texas, y si los efectos de los materiales radioactivos se estudiaron en los años siguientes en diferentes partes del mundo, es ingenuo pensar que no hubo posibles efectos en territorio mexicano.

Se creó la Federal Civil Defense Administration, encargada de administrar recursos, ofrecer planes de protección ante un posible ataque nuclear y realizar prácticas de movilidad para sobrevivir. En 1952, por ejemplo, 52 millones de adultos sabían qué hacer en un ataque atómico y cuatro quintas partes de la población rural sabían cómo ayudar a los habitantes de las ciudades. 64 millones de personas estaban de acuerdo con recibir información y se organizaban los Alert America Convoys, mismos que se desplazaban por el país, con información pertinente para el posible ataque. Una de las rutas de posible escape, era precisamente la frontera entre México y Estados Unidos, aunque por las distancias y los efectos de una bomba era un privilegio que, de lograrse, significaba poco. Era estimado que lo mismo daba cruzar la frontera porque los materiales de todos modos serían absorbidos por quienes lo intentaran. Los refugios eran los espacios más seguros, pero en estos, a pesar de que se construyeron en gran número en Nevada o Nuevo México, la posibilidad de llegar a ellos era escasa, a pesar de los entrenamientos constantes por parte de la población. 

Por ello, hablar de guerra en la que las armas nucleares son tema, significa un efecto planetario que involucra a todos los humanos y todo lo no humano.  Ante condiciones como la actual, los organismos internacionales – ni el congreso de Estados Unidos - fue consultado para atacar las instalaciones donde, se indica, se realizaba el proceso de enriquecimiento del uranio en Irán.

Simbólico que el lusitano António Guterres, declarara horas después su incapacidad para mediar en los eventos entre Irán, Israel y Estados Unidos (y Palestina, que ha quedado relegada de la ecuación a pesar de la crisis humanitaria que se vive). 

Donald Trump salió a declarar que todo era un gran éxito, maravilloso, wonderful, y todo ese lenguaje que utiliza para indicar que él lo hizo muy bien.  Se olvida, o no sabe, que todo lo que implica materiales enriquecidos como el uranio, no afectan solamente el espacio en que se encuentran, sino que, tiempo después, se conocen los efectos de detonaciones de este tipo. Cierto, no fue una bomba nuclear, pero tampoco se distingue en la información que sucede con el uranio enriquecido y cómo afecta las áreas subterráneas, donde existe agua, minerales y cientos de materiales que, en unos años, pueden resultar afectados. No es casual que, en amplias zonas de estados como Nevada, Nuevo México, Washington y Carolina del Sur, se encuentren cerrados a la población y sea posible entrar con muchas medidas de prevención para quienes ahí laboran. 

Además, todas las centrales nucleares, están siempre cercanas a sitios donde existe agua en grandes cantidades.  Por años, las comunidades cercanas han realizado protestas y demandas por efectos, sobre todo cancerígenos, entre sus habitantes. Ojalá todo lo anterior no tenga efectos en diversas zonas del planeta. Pero más allá del conflicto, en un mundo donde los nuclear es parte central de los pesos y contrapesos, no hay quien se escape de posibles efectos. Y cualquier festejo, debe ser moderado. 

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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