Por: Marco Antonio Samaniego
TIJUANA BC 13 DE JUNIO DE 2025.- El estadio de los Dodgers, tiene otra historia, más allá del equipo de beisbol y los recuerdos, para ciertas generaciones, de Fernando Valenzuela, el toro de Etchohuaquila. El estadio Chavez Ravine se construyó como efecto del desplazamiento de una comunidad mexicana, semi rural, semi urbana, que se había asentado en el lugar desde hacía más de dos décadas. Para muchos angelinos, decir Chavez Ravine, era decir un lugar de pobreza y marginación.
En la década de 1950, un proyecto inmobiliario, patrocinado por el gobierno de la ciudad, planeaba sacarlos para construir un edén. Mediante compras forzadas, y a veces con el uso de la violencia, las familias salieron poco a poco del lugar.
Luego de casi 10 años, en 1959, Manuel y Abrana Aréchiga, junto con su hija Aurora Vargas (viuda de un exmilitar muerto en combate), fueron de los últimos del pequeño grupo de residentes que permaneció en el lugar, a pesar de las amenazas. El 9 de mayo de 1959 fueron desalojados a la fuerza por órdenes del Departamento del Sheriff del Condado. Aurora Vargas fue arrestada y encarcelada. Su padre, Manuel Aréchiga, se mantuvo en una tienda de campaña colocada en el mismo sitio en el que había estado su casa, demolida poco antes. En algunas obras de muralistas mexicano-estadounidenses, quedó la evidencia de la existencia de dicha comunidad. Cabe señalar que, ante la propuesta de construir un estadio, se modificó el plan inmobiliario y el fraccionamiento idílico que iba a construirse, quedó de lado.
En 1965, la comunidad afrodescendiente de Los Ángeles, realizó una revuelta (Watts riots) como resultado de presiones inmobiliarias y la forma en que eran tratados por el departamento de policía.
Entre 31, 000 y 35, 000 personas participaron en el movimiento de resistencia. Se declaró un toque de queda (curfew) y a lo largo de una semana, tanto la policía como la guardia nacional, provocó 34 muertos, 1,032 personas heridas y 3,438 encarcelados. Las acusaciones a quienes participaron en las movilizaciones fue que eran delincuentes, enemigos del orden y anti estadounidenses. En investigaciones posteriores, por comisiones oficiales, quedó claro que nada de ello era cierto. Un policía que falleció en los eventos, se demostró que la baja salió de un arma de otro policía.
En 1991, una tremenda golpiza fue grabada en video. Rodney King, fue golpeado brutalmente por la policía de Los Ángeles. Quien realizó la filmación, sin que los policías lo pudieran ver (hasta que se observaron en el video) con los toletes golpearon numerosas veces al afrodescendiente que habían detenido por tratar de escaparse, luego de que se le pidió que se detuviera. King, usuario de drogas y con varios arrestos previos, apareció en miles de televisores siendo golpeado, y golpeado y golpeado, a pesar de que estaba en el suelo, totalmente sometido. Una tecnología nueva, hizo evidente lo que muchos angelinos padecían. Desde las olimpiadas de 1984, bajo el nombre de Operation Hammer, se habían incrementado los arrestos de pandilleros, centrados, sobre todo, en afrodescendientes y en jóvenes mexicanos y mexicano-estadounidenses. Eran años en que vestirse de cholo, era una forma de criminalización en ambos lados de la frontera.
Antes del caso de Rodney King, más de 50, 000 jóvenes habían sido arrestados y muchos de ellos encarcelados. La forma de vestir y el color de la piel eran suficientes para que la policía los detuviera.
No se puede decir que todos eran inocentes, pero tampoco que eran culpables. Las investigaciones realizadas en meses posteriores, concluyeron, de manera semejante a los Watts Riots, que el problema era la exclusión, la falta de servicios públicos y de oportunidades de empleo. Los policías fueron llevados a juicio y un año después, liberados.
Cuando se dio a conocer el veredicto, se inició una gran revuelta urbana, en la que fueron heridos y muertos personas de todas las nacionalidades. Un chofer de camión, fue bajado a golpes, sin tener nada que ver con lo sucedido: era lo que socialmente se llama “blanco”. Es decir, el enemigo era un sujeto, también sólo por el color de piel, y fue, una ira social que se manifestó en contra de diferentes grupos étnicos. Murieron 63 personas, 9 de ellos policías. En el informe publicado, se señaló que dos muertos eran asiáticos, 28 “negros", 19 “latinos y 14 “blancos” (lo que ubica como la sociedad seguía siendo racializada, a pesar de que no existen razas). Otras 2,383 personas resultaron heridas y las pérdidas económicas se estimaron en un billón de dólares. Una semana en la que, todos los días, el lenguaje de odio (como el de hoy, encabezado por Donald Trump) aparecía en los noticieros estadounidenses. En una ciudad como Riverside, donde yo me encontraba, todo eran dudas, intención de movilizarse, miedo de los policías, certeza de que sumarse era quedar desempleados, sobre todo quienes estaban en condiciones de ilegalidad.
Así, ver por las redes sociales, los noticieros, los comentaristas de televisión y la prensa, cómo se han aplicado y exagerado en las detenciones, se provocó una resistencia social que se repite, no necesariamente como memoria, sino como condición de vida para generaciones que han vivido el proceso de migración/emigración, en el que los dos países se ven involucrados, otra vez, porque las razones por las que se emigra son las mismas que las de los mexicanos de Chavez Ravine – y muchos otros desde finales del siglo XIX – en el sentido de que no encuentran en su país lo que sí obtienen en los Estados Unidos.
Trump es un dictador, sin duda, y ha sido llamado fascista, lo que también es aplicable. Las leyes estadounidenses son burladas por el propio presidente, convicto por un jurado estadounidense. No se siguen las leyes que se crearon en su país, y aun así es su dirigente. Pero las razones por la que los mexicanos se van, no parecen cambiar. Algunos huyen de sus comunidades por miedo a los grupos delincuenciales. Otros por falta de oportunidades. Una razón de larga data, porque pase lo que pase, se van a obtener mayores recursos si se trabaja en Estados Unidos, en los peores empleos, y en nuestro país, con mejores empleos, no obtendrían esos recursos. Por ello Los Ángeles 2025, es también historia mexicana pasada y presente. Es una expresión de un proceso que tiene explicaciones en el México profundo, y por ello, también en el México de la corrupción, los partidos políticos que se pelean más entre sí que por soluciones de fondo, en la indiferencia y en que, guste o no a cualquier gobierno de nuestro país – pasado o presente – se ha generado una lógica de dependencia de las remesas que critica, por sí mismo, formas de gobierno que no ofrecen las oportunidades a millones de mexicanos.
Así, pues todo discurso de apoyo a los mexicanos en Los Ángeles, Chicago, San Francisco, San Antonio, debe acompañarse de la critica a lo que ha obligado a millones de mexicanos, a lo largo del siglo XX, pero también en el corto plazo, es decir, el siglo XXI bajo las siglas de cualquier partido, de que esta tierra, a pesar de levantar la bandera tricolor, no es el México el lugar al que quieren regresar. Su lucha es por quedarse en donde están. Y eso, no puede quedar velado ante un discurso mexicanista que debe ser mucho más que discurso.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.