Fernando Núñez de la Garza Evia
Plaza Cívica
MONTERREY NL 09 DE JUNIO DE 2025.- Morena está terminando de construir el nuevo autoritarismo mexicano. En este contexto resulta imprescindible analizar las semejanzas y diferencias del edificio autocrático morenista con el antiguo edificio autocrático priista, el cual creíamos superado. ¿Qué tan parecidas son ambas construcciones?, ¿es mejor o peor lo que hoy se erige en México? Y, sobre todo, ¿qué futuro nos espera?
Primero, vayamos a las semejanzas. Vemos un naciente cuasi-corporativismo mexicano relativamente atado a Morena, con líderes sindicales que prometen afiliar a sus agremiados al partido y que, además, tienen asientos en el Congreso de la Unión: tanto Alfonso Cepeda (SNTE) como Raúl Morón (CNTE) son senadores por Morena. También, como parte de ese cuasi-corporativismo, vemos a líderes empresariales que defienden consistentemente las políticas del régimen (p. ej., Carlos Slim), así como a presidentes de organismos empresariales que sirven como porristas (p. ej., Francisco Cervantes) y otros que guardan un silencio ensordecedor (p. ej., el Consejo Mexicano de Negocios). Por otra parte, existe un exacerbado clientelismo político, con programas sociales manejados por la misma estructura partidista morenista, donde se promociona al partido político e, inclusive, al presidente de la República. Finalmente, Morena es un partido donde todos caben, sin ideología y altamente heterogéneo, precisamente como el PRI de antaño.
Sin embargo, las diferencias entre el Morena de hoy y el PRI de entonces son notables. Para comenzar, en el antiguo PRI el partido estaba en manos del presidente, y servía como instrumento de comunicación y disciplina del jefe del Ejecutivo. Pero hoy en día, Morena no está en manos de la presidenta Sheinbaum, sino del expresidente López Obrador y su hijo, haciéndole muy difícil a la presidenta disciplinar a sus liderazgos políticos: solo basta ver la rebeldía de los propios líderes parlamentarios. De igual manera, sobre los presidentes priistas no colgaba la espada de Damocles que representa la revocación de mandato, como cuelga hoy sobre la presidenta, reforzada por la presencia de López Obrador y su hijo.
Pero la diferencia más grande entre el autoritarismo priista y el morenista se encuentra en la mayor vocación de Estado del primero, y la menor del segundo. Las Fuerzas Armadas no formaron parte del priismo (solo brevemente, bajo Lázaro Cárdenas), y a partir de la presidencia de Miguel Alemán se les alejó de la vida pública. Morena ha cometido el enorme error de militarizar el Estado mexicano con mayores responsabilidades a las Fuerzas Armadas, convirtiéndolas también en las principales contratistas gubernamentales. Asimismo, el priismo de antaño se encargó de mantener cierta distancia de la clase empresarial, mientras que hoy vemos la creación de un Consejo Asesor en el seno del gobierno, a cargo de Altagracia Gómez. Y, aunque en el pasado los organismos autónomos eran inexistentes y teníamos un Poder Judicial sin independencia alguna, se reconocía la necesidad de cuadros burocráticos profesionales. Hoy, solo vemos colonización partidista, y mucha incompetencia, en el aparato del Estado.
Un mayor corporativismo y clientelismo político en el país. Un partido altamente heterogéneo, en peleas intestinas constantes, que se encuentra fuera del control presidencial. Y una creciente militarización pública, acompañada del enquistamiento empresarial en el Estado y la destrucción de cuadros burocráticos y del Poder Judicial. No es el PRI de antaño: es mucho peor.
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