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Los militares y los civiles.

Tijuana BC - viernes 23 de septiembre de 2022 - Marco Antonio Samaniego.
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Por: Marco Antonio Samaniego

TIJUANA BC 23 DE SEPTIEMBRE DE 2022.-Los argumentos que se escuchan en estos días son desde mi punto de vista una simplificación de un problema que revela fuertes carencias y falta de proyectos, no sólo de la actual administración, sino de una relación con la sociedad que ha dejado evidente que México no ha generado condiciones para que las capacidades de investigación y por tanto, el estado de derecho, logré el objetivo de cumplir con la sanción a quienes cometen un delito. 

Desde hace más de una década, los militares han estado en las calles, cumpliendo tareas para las cuales no están capacitados. Los procuradores de justicia han acudido a ellos en momentos de emergencia, mismos que se repiten con suma frecuencia.  Por tanto, han mostrado que la relación entre unos y otros, no han sido eficaces, más allá de quien esté en el gobierno federal. La propuesta de que los militares debían de volver a los cuarteles fue una promesa de campaña, pero la posibilidad de que suceda se observa más lejana que nunca. 

Es una relación que tiene múltiples etapas en la historia de México.  Sólo destaco que parte del proceso revolucionario en México, se debe a los militares que pronto, desearon hacer lo mismo que algunos revolucionarios de carácter civil: tomar propiedades y volverse empresarios.  Los civiles, muchos que ingresaron a las filas revolucionarias cuando observaron la endeble capacidad del

Estado, se autonombraron generales y coroneles, y por supuesto, desde esos cargos se apropiaron de recursos que eran de otros. La frase de la revolución es la revolución, de Luis Cabrera, justificó en su presente, la gesta de algunas fortunas. 

En las décadas siguientes, los cientos de generales se enfrentaron entre sí, se asesinaron y poco a poco, fueron eliminados como sector en el partido dominante. Si ser general era un paso para la presidencia de la república y numerosas gubernaturas, ser civil, desde 1946, fue un requisito. Los civiles se desarrollaron como ejemplo contrario a lo que sucedía en otros países del continente americano, dado que la guerra fría provocó un militarismo que implantó dictaduras y asesino a miles de mujeres y hombres. México presumía su civilismo, mientras que países como Uruguay, Chile o Argentina, vivían bajo la marca de dictadores con ascendencia militar.  En palabras de Mario Vargas Llosa, originalmente de 1968 pero repetidas en 1991, México era la dictadura perfecta. No sé por qué perfecta (no comparto que ninguna dictadura lo sea) pero la frase tenía como sentido, la comparación con el militarismo que padecía el sur del continente. Los militares fuera del poder fueron una comparación de porque la revolución mexicana había sido, afirmaban, la gesta que había librado al país de dicho mal. 

Durante décadas, la tesis de que los militares debían mantenerse en un terreno aparte fue común.  Obviamente, las represiones estudiantiles en Michoacán en 1966, Tlatelolco en 1968,  sus numerosas secuelas, y el halconazo de junio de 1971, han sido argumentos de porque mantener al ejercito bajo control de los civiles. Se puede argumentar que actuaron en dichas masacres bajo la tutela de los civiles, pero el resultado en todos ellos es brutal. Mataron inocentes y no recibieron castigo por sus acciones. Varios fueron premiados y uno de ellos, el Negro Durazo, se paseó por las calles del país mostrando riqueza y prepotencia. Un sitio emblemático en el cerro del Ajusco, conocido como la casa del perro, es en la actualidad la sede de la Academia Mexicana de Ciencias.

Caminar por el lugar,  muestra que el poder utilizado de esa forma, construye individuos que bajo el poder de las armas, son capaces de las peores acciones, para luego, construirse sus pistas de caballos y rodeos para “diversión familiar”. 

El general de división del Ejército Mexicano, José de Jesús Gutiérrez Rebollo, en 1997, mostró la necesidad de poner limites a los militares.  Sus declaraciones públicas y su presencia, en ciudades como Tijuana, mostraban a un individuo que con una larga trayectoria, era capaz de cumplir con una doble tarea: dar una imagen de pulcritud y convertirse al mismo tiempo, en una parte de las cadenas de narcotráfico encabezadas por Amado Carrillo Fuentes, “El señor de los cielos”. Fue encarcelado por sus actividades, pero mostraron que la debilidad del Estado, estaba en su sector armado, el mismo que debe garantizar la paz de todos los mexicanos. 

El notable incremento de los carteles en México, el ascenso notable de la delincuencia durante el gobierno de Felipe Calderón, mostraron a unos civiles que eran incapaces de lograr la tarea. En 2008-2009, los militares en las calles de Tijuana provocaron varias muertes colectivas. No evitaron que   personajes como Santiago Meza López “el pozolero del teo”, desapareciera a varios cientos de personas, colocándolos en acido, para que no quedara muestra de sus cuerpos y por tanto, las investigaciones, en caso de que las hubiera, hicieran imposible localizar a las víctimas. Por su parte, alguno militares, aparecieron descuartizados en varias partes de la ciudad.  

¿Qué garantiza, más allá se los discursos, que los militares en las calles son la solución, cuando en más de una década no lo han sido? ¿Qué garantiza que estamos en el camino correcto para detener y disminuir los eventos delictivos, particularmente los asesinatos, bajo los esquemas actuales?  El argumento de que si se aprueba se está con el pueblo de México y si no, no se está en su contra, es muy limitado en forma y fondo. La respuesta de no a los militares, es un argumento que no va acompañado de un proyecto que permita pensar qué se va a hacer algo en el corto plazo para salir de una condición de tragedia cotidiana.  Dicho de manera simple,  son ataques electoreros, no argumentos acompañados de programas y proyectos lo que estamos observando.  Indicar que es un civil el jefe de las fuerzas armadas, el presidente en este caso, es un argumento que pretende hacer olvidar el pasado, como si en el 68, el 71, o con Gutiérrez Rebollo, no hubiera sido el mismo caso. Lo que no veo es la discusión de proyectos y estrategias específicas. Esas debieron gestarse, desde los civiles, desde hace algunos años. Y los civiles, no permitir, desde hace varias décadas, que los militares no actuaran como lo hicieron. Hoy por la mañana, la información es que mataron a diez personas en un bar en el estado de Guanajuato. Y mataron a un delegado del PRI en Oaxaca.

Esos datos son suficientes para dejar en claro que el tema es mucho más que una discusión. Se requiere, desde hace muchos años, un proyecto de otro tipo. 

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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