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Al Gato y al Ratón

TIJUANA, BC - viernes 21 de septiembre de 2012 - Manuel Villegas.
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EL REPORTE BUENNÍSIMO

Por Manuel Villegas



Un joven policía mexicano de cabeza rapada corre a toda velocidad tras un hombre afroamericano de cabello trenzado. Llevan el mismo apresurado paso y no se puede predecir el resultado enmedio del tráfico frente a la garita "El Chaparral".

Aunque suele ser ésta una escena cotidiana, no deja de ser fotográficamente interesante, y forma parte del juego diario de "El Gato y el Ratón", que se observa todos los días en "El Bordo" y donde el trofeo policiaco es la mayor cantidad de detenidos posible.

Eran las 12:51 horas del jueves 20 de septiembre, cuando más de 50 personas reunidas en tres grupos, platicaban, peleaban, comían, bebían, comercializaban o consumían drogas, en los campamentos de lonas y cartones que desde hace más de dos años se han instalado en la canalización del Río Tijuana al aumentar las deportaciones a esta frontera.

Migrantes, deportados, exconvictos, malandrines, narcomenudistas, sexoservidoras y enfermos mentales, la mayoría adictos, a su modo convivían en este amplio espacio dentro del canalón donde termina la autoridad en retirada de Felipe Calderón, zona popularmente conocida como "El Bordo" por sus cerros de tierra y concreto.

Un empleado de la Cespt entró al canal en su camioneta a realizar sus actividades normales, seguro de que los residentes nunca habrán de molestarlo.

- "Me da un peso", escuché a mis espaldas, de parte de un anciano de sombrero de alas planas, con bastón de palo, sucio y con chamarra pese al calor. Fue una orden en voz baja más que una petición. "No traigo 'cash'" iba a contestar casi involuntariamente como me enseñó el citado mandatario, pero sólo atiné a mover la cabeza en señal de "no traigo".

El hombre se encogió de hombros quizá acostumbrado a esa respuesta y se retiró en dirección al canal, llevaba un perro de peluche rosa bajo el brazo y avanzó en forma paralela a la nueva garita "El Chaparral", a una velocidad promedio de más de diez kilómetros por hora, hacia donde más de 50 personas convivían como todos los días entre drogas y aguas negras.

Pollitos en fuga

De pronto, como en la popular película inglesa de gallinas en desbandada, los residentes del canal corrieron por las paredes de concreto buscando una salida y escapar cruzando la avenida Internacional; y es que bajo el puente México observaron a patrullas que estaban a la espera, una camioneta negra número 0810 y un sedán azul marcado con el 4349.

El anciano del peluche rosa aceleró pero en reversa. Dos hombres salieron en dirección a El Chaparral, uno de playera azul a rayas y un afroamericano de trenza delicadamente tejida, quienes aprovecharon que no veían patrullas en el bordo Norte.

- "Los polis se dejan ver y por eso los tecolines huyen", comentó un taxista que se acercó a ver el operativo. Y tiene razón el transportista, pues para cuando empiece el operativo, de realizarse, ya los "tiradores" de drogas que aquí abundan estarán fuera de alcance o habrán ocultado su carga entre la basura y la tierra.

Llegó otra patrulla, la camioneta azul 5051, y a las 12:57 horas los agentes empezaron el juego del día. La negra por el bordo de terracería, el sedán y la azul por el cauce de concreto, las unidades policiacas aceleraron hacia el grupo en retirada, llegaron a la altura de los campamentos, bajaron los tripulantes y a perseguir gente.

Los hombres de uniforme negro y azul, y otros de azul marino, con las letras "Policía Municipal" en la espalda, subían y bajaban promontorios y basureros, aceleraban las patrullas levantando nubes de polvo, corrían por el bordo, y buscaban entre la maleza a los que pudiesen allí ocultarse.

Un joven de cachucha negra a cuadros, pantalones cortos y una mochila roja al hombro llega al canal por el lado Sur, y al ver el operativo a lo lejos, bajó corriendo las paredes en declive y corre entre el lodo y la miseria hasta ocultarse en las compuertas y alcantarillas, donde esperará hasta que termine la presencia policiaca.

- "¿Me da un peso?", escuché de nuevo, esta vez de parte de un joven con cachucha al revés impresa con las letras "OMI", el de playera azul que huyó a tiempo del canal cuando vio venir el operativo. Al afroamericano ya no lo vi.

- "No traigo", dije esta vez, y seguí tomando fotografías, aunque mantuve un ojo a los gatos y otro al garabato para prevenir un golpe por la espalda.

El fugitivo, ahora espectador, dijo que ayer fue lo mismo, que antier y que anoche, que siempre es lo mismo con los operativos policiacos: Los agentes llegan a toda hora, de día, de noche, de madrugada y en días festivos. Detienen, revisan, esposan, destruyen pertenencias, les queman las cobijas y hasta los golpean, dijo.

- "Hace días me golpearon en los oídos, aún me sangra éste", afirma, mientras mete el índice en su oreja derecha. Peores cosas he visto.

- "¿Me da un peso?", repite el joven, cual si fuese una grabación, pero esa vez al taxista de uniforme amarillo que se acercó a ver el chisme. En "El Chaparral", los trabajadores de la construcción están atentos al operativo mientras ingieren sis alimentos.

Abajo, el juego seguía. El trabajador de la Cespt terminó y se fue, y a excepción de tres hombres que no pudieron huir, no hubo más detenidos. Quizá por el lado de la avenida Internacional los resultados fueron mayores, ya que en estos operativos suelen cerrar la vialidad por algunos minutos para evitar que los que corren sean atropellados. Observé que había muchos espectadores sobre el puente peatonal, y del lado Sur se podían escuchar los pitidos de los autos de desesperados conductores retenidos involuntariamente.

La persecución

Diez minutos de operativos y la cifra de detenciones fue baja, apenas tres personas. Los patrulleros deciden retirarse y suben ahora al bordo Norte, donde estamos el taxista y yo además de dos agentes ministeriales que igual tomaban fotos pero de las instalaciones de la garita "El Chaparral".

Llega primero el sedán 4349 y bajan dos jóvenes policías de azul marino; después se les empareja la negra 0810, con agentes de camisa azul, quienes custodian a dos detenidos sentados y esposados en la caja. Parece que acabó la función, y los trabajadores de la garita terminan de comer y regresan a sus actividades.

- "¿Son todos?", dice el de la negra, con notoria decepción. Y antes de contestar, un agente corre a toda prisa en dirección a la garita, donde observó al afroamericano que huyó minutos antes del arribo policiaco.

Frente a decenas de testigos, entre ellos militares, taqueros y sus clientes, trabajadores de la construcción, agentes federales y ministeriales, usuarios de la garita de importación vehicular, conductores, casacambistas, dos taxistas amarillos y un periodista, la persecución se extiende por la calle José María Larroque.

Al perderse de vista en una esquina rumbo a la calle Pastor Ramos, el compañero del perseguidor entró al quite, abordó la 4349 y salió quemando llanta por el bordo y debió entrar en sentido contrario por la Vía de la Juventud.

Dos minutos después ya estaba al parejo de su pareja, quien logró la detención del fugitivo, aunque sólo ellos saben las razones del porqué ocurrió esta persecución en pleno corazón de la colonia Federal.

A las 13:15 horas decidí retirarme del sitio, tras observar que los patrulleros se reunían bajo el mismo puente, pero ahora del lado Norte y fuera del canal, debajo del puente México donde inicia la rampa que lleva a la Internacional en dirección a Playas de Tijuana.

Al anciano de bastón y sombrero plano ya no lo vi, pero no estaba entre los detenidos. A lo lejos sólo alcancé a observar, tirado en la basura, a su perro de peluche rosa, mudo testigo del extraño juego de El Gato y El Ratón, que se vive diariamente en "El Bordo" de Tijuana.

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