Pretensiones esclavistas
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Pretensiones esclavistas

TIJUANA, BC - sábado 15 de septiembre de 2012 - Gilberto LAVENANT.
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Palco de Prensa
Por : Gilberto LAVENANT


Disfrutar de los beneficios de la política, ya sea ocupando un cargo público o recibiendo alguna concesión, o bien simplemente afiliándose a determinado partido, no hace a nadie político. Esto se nota de inmediato. No hay necesidad de indagar, ni nada.

Porque el político, además de entender de ideologías, de adquirir capacidad y habilidad para atender o discutir temas diversos, obviamente desempeñar de la mejor manera posible cargos públicos, debe saber cuando abrir la boca, para no “regarla”.

Sobre todo, cuando se mete a terrenos o temas que no son de su incumbencia y, suponiendo que está en lo correcto, dice lo que los políticos disimulan o matizan, para encubrir intenciones. Como dicen por ahí “dora la píldora”.

A esos individuos que, sin ser políticos, andan metidos en la política, comúnmente se les conoce como tecnócratas, o sea técnicos metidos en el gobierno. Se salen de las materias y conceptos básicos que manejan, y se “resbalan” con mucha facilidad.

Esto fue precisamente lo que le pasó a Agustín Carstens, exSecretario de Hacienda en la administración calderonista y actual Gobernador del Banco de México. El robusto funcionario que, tratando de no alarmar a los mexicanos, ante la seria crisis en la economía estadounidense y sus posibles efectos para México, por su cercanía y por su interdependencia económica, decía que nuestro país, apenas sufriría un simple resfriado.

Pues resulta que ayer viernes, durante su intervención en la Sexta Conferencia Anual de Competitividad y Regulación, evento organizado por el Centro de Investigación Para el Desarrollo, A.C., en la Ciudad de México, tratando de quedar bien con su amigo Felipe Calderón, abrió la boca dizque para apoyar la iniciativa de reforma laboral calderonista, y “regó la sopa”.

Carstens pidió al Congreso de la Unión, realizar una reforma laboral que permita flexibilidad para contratar y despedir personal. En pocas palabras, resaltó las intenciones de Felipe Calderón con dicha propuesta, que según la versión oficial es para beneficio de los trabajadores, la creación de fuentes de trabajo y la mejoría económica del país.

“Se necesita –dijo- la flexibilización de contratación, pero también la flexibilidad para que haya la posibilidad de despedir temporalmente a los trabajadores y que no sea tan costoso ese proceso, esa contingencia de dejar ir a los empleados”.

Obviamente, al fin tecnócrata, el robusto funcionario ni siquiera se percató de su “regazón”. No se sabe si por iniciativa propia, o a solicitud del Presidente Calderón, precisó las verdaderas intenciones de dicha propuesta de reforma laboralista : contratar y despedir trabajadores, sin limitación alguna y sin costo para los patrones. Como si fuesen artículos desechables.

Para este personaje, como para muchos otros de la administración calderonista, los trabajadores mexicanos no merecen el mínimo respeto y los consideran, como en la antigua Roma, como simples cosas, no como seres humanos.

Se dice fácil, contratar y despedir, sin responsabilidad alguna para los patrones. Contratarlos por una o dos horas, o por uno o dos o tres días a la semana y luego despedirlos, sin cubrirles la indemnización constitucional de tres meses de salario.

Si los patrones estuvieran dispuestos a pagar a sus trabajadores, 14 o más dólares por hora de trabajo, y además instituir un seguro de desempleo, como en la Unión Americana, pues adelante. Pero olvidan que a cada trabajador mexicano apenas si le pagan unos 7 pesos por hora. Con esos salarios, legalmente son trabajadores, pero económicamente son esclavos. Que no quede duda en eso.

Obviamente, de inmediato hubo reacciones en contra de tales declaraciones. Los dirigentes de las organizaciones obreras del país, en especial las de filiación izquierdista, se manifestaron en contra de tal reforma laboral y en contra de todo aquello que atente contra los derechos de los trabajadores.

Ante actitudes o posturas como la de Calderón, al tratar de imponer tales cambios a la ley laboral, sin importarle para nada los serios efectos negativos en contra de los trabajadores y de muchos mexicanos en general, que ya viven en condiciones de pobreza extrema, se explica fácilmente la razón por la cual los electores decidieron que el panismo no debe seguir gobernando al país. Son insensibles y soberbios. Son más patronales que los propios patrones.

Y habría que cuestionar : ¿Por qué insisten en responsabilizar a los trabajadores por la crisis económica de México ? ¿Por qué insisten en pretender recargar las posibles opciones, en la espalda del trabajador, ya doblegada y cansada por tanto peso ? ¿Hasta cuando van a reivindicar a los trabajadores, el sacrificio de tantos años?

En un análisis somero, observando las cifras de desempleo y pobreza en México, se tendría que reconocer que están dadas las condiciones para una nueva revolución. Aunque en estos momentos, los mexicanos están a dos fuegos. Por un lado el crímen organizado, y por el otro, los gobiernos ineficientes y corruptos.

¿Qué no son suficientes las prerrogativas que los gobiernos otorgan a muchos empresarios, para que paguen tan sólo una mínima parte de lo que deben pagar, conforme a la legislación fiscal vigente ? ¿Por qué en lugar de castigar más a los mexicanos, no someten al órden, a patrones y políticos?

Que dejen a un lado complicidades y disimulos. Que paguen a los trabajadores salarios decentes, que al menos les permitan vivir como seres humanos. La Constitución prohíbe la esclavitud en México y Calderón trata de institucionalizarla, con su pretendida reforma.

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