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Patadas de ahogado

TIJUANA, BC - viernes 6 de julio de 2012 - Gilberto LAVENANT.
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Palco de Prensa
Por : Gilberto LAVENANT


Cuando alguien cae al agua, sea en una picina o en el mar, -hay quienes se ahogan en un vaso de agua, dicen- y no saben nadar, en su desesperación, se sueltan dando manotazos y patadas. Es tal la desesperación, que quien intente salvarlo, debe ser un experto nadador,  pues de lo contrario podría sucumbir también.

La expresión “patadas de ahogado”, también se utiliza en sentido figurativo, para señalar a alguien que ya ha perdido un asunto o ha sido derrotado al participar en un evento, y le da por protestar o hacer reclamos, aunque sepa que nada va a lograr, como ocurre con quienes caen al agua sin saber nadar. Dan “patadas de ahogado”, antes de sucumbir.

Eso es precisamente lo que está ocurriendo con el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. Las crónicas periodísticas observan que la del 2012 fue la más votada de la historia política de México. En números absolutos fueron más de 48.9 millones de votos. Para desgracia del tabasqueño, los resultados finales no le favorecieron.

La cifra de votos obtenida el pasado 1 de julio, implica un aumento de 14 millones en relación con las elecciones de 2006 y siete millones más alta que la de 2000. No obstante, se advierte que, en cuanto a participación ciudadana, esta votación ocupa el tercer lugar de las registradas en los últimos años. De 79.4 millones de mexicanos, con capacidad de votar, sólo votaron 48.9 millones, o sea 63.15%.

En 1994 la participación fue la más alta, con 77.16% de electores. En segundo lugar, sigue la del 2000, con 71.23%  de participación. En tercero la del 2012 y en cuarto la de 2006, con  58.55% de votos.

Los votos obtenidos por el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, en este proceso electoral, fueron 15.5 millones, 800 mil más que en el 2006. Empero, lo superó el candidato priísta Enrique Peña Nieto, al obtener 18.7 millones de votos. La diferencia es dse 3.2 millones. No fue cualquier cosa. La duda de un fraude electoral, ofende.

El “peje” presumía que ib a a ganar. Las encuestas lo ubicaban en un segundo lugar y él decía que tenía sus propias encuestas que lo daban como ganador.

Así mismo, dizque para garantizar su triunfo, también advertía que tenía representantes en todas las casillas del país. Sin embargo, como los números le resultaron adversos, al igual que en el 2006, reclama que hubo fraude y pide la revisión de las elecciones, voto por voto.

El 1 de julio hubo 113 mil 855 casillas distribuidas en todo el país, atendidas por 1 millón 2 mil 13 funcionarios, todos ellos ciudadanos. Resulta absurdo imaginar que todos ellos, o la gran mayoría, se hayan confabulado para manipular los votos y dar el triunfo al candidato presidencial priísta.

La mera suposición en tal sentido, resulta diabólica. Sólo un loco puede imaginar tal cosa. Mucho más cuando que ésta elección fue considerada como la más observada. El IFE informó que habría más de 500 observadores y 300 periodistas acreditados.

De 79 millones 454 mil 802 mexicanos que estaban en condiciones de votar, el 1 de julio votaron 48.9 millones, o sea 14 millones más que en el 2006 y 7 millones más que en el 2000. Hubo incremento en la votación, pero el abstencionismo persiste. Solo votaron el 65.15% de los electores.

Ahora los “pejistas”, pretenden “sacar agua de las piedras”, pues insisten en escudriñar entre las actas de escrutinio, en un desesperado intento por rescatar votos que no le otorgaron a su candidato. A Andrés Manuel se le cayó la careta de amoroso, demasiado pronto.

Ahora, no solamente recurre a denostar y descalificar a todos los funcionarios del Instituto Federal Electoral, y a los candidatos y dirigentes de los partidos rivales, sino también a los ciudadanos -1 millón 2 mil 13- que participaron como funcionarios de casillas. Es una grosería.

Curiosamente, en los casos en que los resultados electorales favorecen a los candidatos de los partidos de izquierda, no señalan que hubo fraude. Solamente en aquellos en los que los resultados les son adversos. López Obrador, cuando lo cuestionaban respecto al segundo lugar que ocupaba en las encuestas sobre intención del voto, decía que no reflejaban la realidad, que en las suyas era ganador. El caso es que la realidad verdadera, la que se basa en el número de votos del 1 de julio, no le favorece y obviamente no se parece en nada a la supuesta realidad pregonada por él antes de los comicios.

Otra situación, que está fastidiando a la sociedad mexicana, es el llamado movimiento juvenil, que insiste en defender lo indefendible. Los problemas de México no se resuelven con protestas callejeras en las que se abusa en extremo con actitudes de libertinaje, no sólo descalificaciones, sino también groserías.

Los jóvenes que salen a las calles, hacen el ridículo, asumiendo posturas políticas absurdas, no porque se pronuncien en contra del candidato priísta, sino porque no plantean argumentos serios, debatibles. Señalar actos de corrupción e impunidad, que son males generalizados y no patentes de determinado partido político, evidencia falta de seriedad. Incluso genera sospechas de manipulación e inducción.

Resulta extraño que los jovenzuelos rebeldes omitan referirse al gobierno calderonista y su narcoguerra que ha generado más de 50 mil muertos y millones de mexicanos en pobreza. Son más que evidentes “las patadas de ahogado”.

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