Aquila, el paraíso secuestrado
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Aquila, el paraíso secuestrado

AQUILA, MICHOACÁN - jueves 23 de julio de 2015 - La Silla Rota.
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AQUILA, MICHOACÁN 23 DE JULIO DE 2015 (La Silla Rota).- El municipio de Aquila vive en el abandono desde hace al menos 40 años. Hace algún tiempo, los pobladores le apostaron a que sus paradisiacas playas vírgenes traerían la prosperidad, turismo, hoteles, pesca y crecimiento económico. En vez de ello, solo tienen marginación rezago y pobreza, como consecuencia tienen el día de hoy el movimiento armado más difícil de desarticular en Michoacán.

Aquila se ubica a 8 horas de la capital de Michoacán, Morelia, y predomina la etnia Náhuatl. En gran parte del territorio hay poblaciones completas que no cuentan con luz eléctrica, no hay tiendas de abarrotes, gasolineras, internet o señal de teléfono.

En la parte más recóndita, se encuentra la comunidad de Ostula, donde la población se levantó en armas hace más de cinco años para expulsar al crimen organizado de las minas de carbón, donde controlaban la extracción y explotación de las mismas, a decir de los pobladores, con la venia de grandes empresas como Ternium.

Pero no es fácil librarse de la presencia del crimen organizado sin el apoyo de los distintos niveles de gobierno “y es ahí donde nos han fallado”, relata Rodolfo, dueño de un local al lado del mar.

“Compre este terrenito hace 30 años y cada año le iba echando un poquito más para que creciera y creciera, hace un tiempito las cosas se estaban poniendo bien para nosotros, porque venían los turistas en vacaciones, llegaban y comían aquí, buscaban donde quedarse y con lo que dejaban podíamos estar hasta seis meses”, recuerda.

Sin embargo, hace cinco años todo el esfuerzo se fue abajo: “empezaron aquellos (el crimen organizado) con sus porquerías y decían que aquí era peligroso, nos espantaron al poco turismo que empezaba a venir, y los negocios cerraron. Hace 5 años yo tenía 7 cocineras y rentaba 5 cuartos a los visitantes y hoy nomas me queda una cocinera que a veces se va sin nada”.

Tres de los cuartos que alquila Rodolfo ahora mismo están ocupados porque empezaban las vacaciones “pero el resto del año los usamos nosotros, porque es donde vivimos” y lamenta que tras el enfrentamiento suscitado el pasado domingo, en el que militares abrieron fuego contra la población, los visitantes comenzaron a retirarse “¡apenas empezaban a caernos unos centavos y ya se van!”.

No hay muchos sitios donde quedarse, por ello, cada cuarto de Rodolfo cuesta 800 pesos por noche, son sencillos y humildes no cuentan con televisión, internet ni teléfono, pero tienen una extraordinaria vista hacia un acantilado donde el azul turquesa  del Océano Pacifico se confunde con el cielo. De un lado la playa virgen y serena; por el otro, la espesa vegetación de la selva.

Sobre la carretera Aquila- Colima se ubica el mejor hotel que está funcionando en toda la zona, el hotel Brisa de Verano, en la comunidad de San Juan Lima, 38 de sus 40 habitaciones están ocupadas por Policías Federales que fueron trasladados a la comunidad.

Cada habitación tiene un costo de mil pesos. La estética de los años 80 en la arquitectura la decoración, las cortinas y los muebles, dan cuenta de cuando se construyó y de la prosperidad que alguna vez se esperaba en la zona. Las habitaciones ahora tienen cucarachas y no hay agua caliente en las regaderas.

Sus dueños Isabel y Octavio viven ahí mismos, en uno de los cuartos del hotel, donde tienen una pequeña vivienda acomodada y reciben un buen ingreso por la presencia de los Federales.

“Yo no me quejo”, admite Isabel, “aquí, gracias a Dios, si tenemos entrada de dinero por los Federales y tenemos todo el hotel lleno, a diferencia de los otros negocios”.

A pocos metros de este hay otro hotel de tres pisos, con losas de ónix en la fachada, pavimento en la entrada y palmeras verdes, es moderno,  amplio y agradable, pero no está funcionando, exhibe en su entrada principal un sello de la Policía Federal: “Inmueble Asegurado”…lo mismo que el resto de los negocios grandes y bien construidos de la zona.

En la comunidad de Ixtapilla, otro humilde hotel que se volvió tristemente célebre durante el fin de semana, el Hotel del Valle, donde murió Idelberto Reyes, asesinado por una bala perdida que lanzaron los militares al tratar de dispersar la protesta por el encarcelamiento del líder de autodefensas, Semí Verdía.

Tiene un restaurante con cuatro mesas y un menú restringido, aunque sirven langosta fresca, que los niños sacan directamente del mar a la olla cada vez que alguien lo pide. También tiene uno de los pocos televisores por satélite que hay en la zona, razón por la que Idelberto se encontraba ahí al momento del ataque.

Camino a Ostula se encuentran todas las entradas y salidas de la comunidad bloqueadas por los pobladores que armados con palos piedras y machetes, impiden que casi cualquier vehículo pueda circular.

No obstante, en el transcurso de la tarde llega una camioneta blanca con una tabla de surf, abordada por dos hombres rubios que apenas pueden hablar en español con los pobladores que mantienen el bloqueo. Son turistas extranjeros que se dirigen a acampar a La Ticla, a ellos si les permiten el paso.

Momentos después, entre la larga fila de autos detenidos en la carretera, se acerca una pareja joven con un bebé de 6 meses a los autodefensas y les pide permiso para pasar, también son turistas y también se les permite atravesar el retén, pues la población respeta a quienes van a dejar la poca derrama económica que se puede esperar en la región.

“Aquí ya no podemos seguir aguantando así la situación”, explica Carmina, quien atiende un pequeño negocio de comida a la orilla del mar. “Hace rato vinieron unas personas y nomas pidieron tres tacos, pero ayer no vino nadie en todo el día”.

Por ello, el menú de Carmina se ha reducido, ya solo ofrecen tacos de barbacoa, papas fritas y refrescos, pues no vale la pena ofrecer nada más.

“Nosotros creíamos hace mucho que con el turismo esto se iba a poner bien bonito, que íbamos a ponernos todos a trabajar, pero ya no se puede, ahorita la mayor parte de los vivimos en Aquila nos dedicamos al campo, algunos viven de pescar, pero ya ni pescado hay, también ya empezó la chinga ahí”, dice refiriendo las cuotas que cobran los grupos delictivos para permitir a los pescadores trabajar.

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