TIJUANA BC 15 DE NOVIEMBRE DE 2019 (AFN).- Mientras que la basura de unos, es el tesoro de otros, los espacios naturales de la región se han convertido en eriales (terreno que no se cultiva ni se labra) contaminados, espacios donde la naturaleza es olvidada y solo unos cuantos residentes aprovechan de la misma basura abundante.
En un recorrido por un espacio árido en las afuera de Tecate, se observa un cambio brusco en el terreno natural y silvestre -caminando entre piedras, huesos y flora seca-, poco a poco la basura de todo tipo tapiza la tierra, desde montones de pañales usados hasta carros desmantelados; perdiéndose progresivamente la belleza natural de estos rincones olvidados de la Sierra bajacalifoniana.
En esos pequeños asentamientos vive muy poca gente -las autoridades vigilan muy poco- debido a lo inhóspito y lejos que está de otros lugares con mayor número de población.
Los camiones recolectores de basura, no logran llegar a esos espacios debido a que la terracería impide que estos puedan pasar a hacer su labor, por ello los pobladores deciden tirar sus desechos en espacios abiertos y continúan haciéndolo por la falta del esperado servicio.
En el espacio recorrido en medio de la nada, y a cientos de metros del poblado del Hongo, los pepenadores que residen en el lugar, no permitían se les entrevistara y un poco malhumorados, insistían que nos retiráramos del lugar.
Entre malos olores y montones de basura, ahí viven ellos, buscando material para reciclar, y algún tesoro perdido que la gente tire.
Ahí en el mismo lugar donde se pierde la belleza del paisaje, y uno se olvida de la naturaleza circundante a causa del hacinamiento de desperdicios.
Ahí, juntos, conviven los extremos. Por un lado la belleza natural del paisaje y, por el otro, el oloroso recordatorio de la acción depredadora del hombre, sobre el menosprecio al medio ambiente.