¿Y si el PRI regresa a Los Pinos?
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¿Y si el PRI regresa a Los Pinos?

TIJUANA, BC - viernes 6 de abril de 2012 - AFN.
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Procesos Políticos
Por: Abel Muñoz Pedraza

 
Siempre he pensado que en política nada está escrito ni dicho, cosa que hace muy difícil predecir sucesos; ganadores y perdedores, ya que el factor humano juega un papel muy importante para definir resultados. No es lo mismo pronosticar las condiciones climáticas de una ciudad para el próximo día o calcular el precio de algún bien a largo plazo, ya que las variables que se utilizan para realizar ese tipo de estimaciones se pueden manipular de mejor forma. En este sentido, en un lapso muy corto de tiempo, las acciones que realizan los políticos en una contienda electoral pueden hundirlos, hacer que su ventaja crezca con respecto al resto o incidir para alcanzar al puntero en las preferencias.

Sin embargo, el posible retorno del PRI a Los Pinos se convierte, cada vez más, en una realidad a la que muchos daban por irrepetible después del triunfo de Vicente Fox en 2000. Aunque aún restan 83 días para que finalice el periodo de campañas –en donde aún se pueden dar muchas sorpresas, ya que las tendencias pueden revertirse– y, 86 días para que se desarrolle la elección del primero de julio, parece que Enrique Peña Nieto y su equipo de campaña aprendieron de los errores que el abanderado priista cometió a finales del año pasado, errores que no le afectaron mucho en las preferencias electorales, ya que aún no iniciaban las campañas, además de que todavía no estaban definidas todas las candidaturas, es decir, la competencia que EPN enfrentaría. Es decir, la efervescencia política que se vivía en aquel entonces no se compara con la que actualmente vivimos.

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, escenario en donde EPN no pudo nombrar a los autores de los libros que más habían influido en su vida, y una entrevista publicada en el periódico español El País, la cual evidenció que EPN no sabía con exactitud el precio del kilo de tortilla, rematando con la justificación de que él “no era la señora de la casa”, parece que ya quedaron atrás y en el olvido para la mayor parte de los votantes, lo cual hace que la ventaja que EPN tiene sobre los dos candidatos que lo persiguen no se haya traducido en un saldo negativo y, que incluso, se mantenga o incremente ya iniciada la campaña por la presidencia.

¿Y si el PRI regresa a Los Pinos? ¿Cómo interpretarlo? Indudablemente, el regreso del PRI a Los Pinos significaría un retroceso en la larga lucha por la democracia que México ha enfrentado, pero ¿en qué sentido? Por lo menos en dos: el histórico y el político. Aunque claro, hay que matizar estos aspectos cuidadosamente, ya que las condiciones del México actual son distintas a las del México gobernado por el revolucionario institucional durante muchos años (incluidos los partidos en el gobierno antecesores del PRI: PNR y PRM). Incluso, dentro de los más de 70 años ininterrumpidos de gobiernos priistas se pueden observar diferencias a lo largo de cada gobierno en función del contexto político, social e internacional que les tocó presenciar.

Históricamente, el regreso del PRI a Los Pinos se podría caracterizar como un retroceso porque es inconcebible que, en cualquier parte del mundo, un partido político que haya dominado el gobierno por siete décadas, regrese al poder después de 12 años, tomando en cuenta que hubo una alternancia política. Como ejemplo, imagínese usted que el Partido Comunista Ruso –sucesor del Partido Comunista de la Unión Soviética– regresara al poder después de la caída del bloque soviético que encabezaba la URSS y, con ello, la restauración del sistema socialista. Sería inimaginable ¿No?

Obviamente en México y en la antigua Unión Soviética se dieron procesos políticos distintos, sin embargo, el denominador común fue que ambos países tuvieron a un partido y a un presidente que controlaban todos los ámbitos de la vida pública, y en algunos casos la privada, limitaban la competencia política y la realización de elecciones libres, censuraban a la oposición, restringían la libertad de expresión y de prensa, entre otras cosas. En la URSS no se realizaban elecciones para decidir los cargos públicos, en México sí, sin embargo, el ganador se conocía con antelación.

En el ámbito político, la idea del “nuevo” PRI que nos quieren vender es falsa. Si bien es cierto que muestra cosas diferentes, principalmente derivadas de la derrota de 2000, lo que significó que se ubicara por primera vez en el lado de la oposición en el ámbito federal, las novedades del PRI se centran, principalmente, en el esquema organizativo que tiene como partido. El liderazgo que caracterizaba a este instituto político, el cual partía del hecho de que el presidente era a su vez el jefe del partido, fue sustituido por la diversificación del poder, ya que los gobernadores y legisladores asumieron un nuevo rol al interior del partido, convirtiéndose también en interlocutores “autorizados” frente a los otros partidos y el gobierno.

Ejemplos claros de esta situación se pueden observar fácilmente en el papel que jugaron EPN, siendo gobernador del Estado de México, y Manlio Fabio Beltrones, en el Senado, como líderes visibles del partido por encima de su presidente al momento de establecer negociaciones con los adversarios. Por otra parte, los escándalos de corrupción en gobiernos estatales y las clientelas políticas para la operación electoral son cuestiones que no han cesado, lo cual no refleja a un “nuevo PRI”, siendo estas prácticas tan efectivas para obtener réditos políticos que hasta el resto de los partidos han copiado y/o mejorado, opacando así la famosa “modernización” del PRI y, más bien, extendiendo y poniendo al día las prácticas de antaño.

Sin embargo, la evidencia más alarmante del retroceso que implicaría el retorno del tricolor es la propuesta de reforma política que ha impulsado EPN a través del PRI en la Cámara de Diputados, la cual no prosperó en su momento, pero muy probablemente buscará promoverla nuevamente si es que llega a la primera silla. Ante la necesidad de alcanzar mayorías parlamentarias en un sistema presidencial que se ha ido debilitando y agotando con el tiempo, el abanderado priista busca restablecer la cláusula de gobernabilidad que permita alcanzar una mayoría absoluta al ganador (50 + 1) al obtener una votación de 40% y/o la eliminación del tope de sobrerrepresentación de 8%, cuestiones que generarían mayorías “artificiales” que beneficiarían al presidente electo y a su partido, lo cual nos remontaría a los años en donde el PRI era considerado como el “partido hegemónico” y contaba con el monopolio del poder.

El propósito de que el presidente cuente con mayorías parlamentarias es de suma importancia para aprobar leyes y evitar la “parálisis legislativa”, buscando así impulsar las grandes reformas que necesita el país. Sin embargo, la propuesta de EPN pasa por alto la pluralidad política que tiene México, sumado a que se limitaría, aún más, la capacidad de representación política entre la ciudadanía y el gobierno que ofrece el sistema electoral, excluyendo así a una gran parte de la población que vota, ya que la transformación de votos a escaños sería “dispareja”. En esta columna se han descrito otras opciones que se han discutido en los últimos años para afrontar el problema de la falta de mayorías legislativas, las cuales van más apegadas a la realidad que vivimos, sin embargo, Peña Nieto se ha opuesto a ellas por motivos “poco razonables” y argumentos “fuera de lugar”.

Es evidente que esta paradoja política que actualmente vive México, es decir, el posible retorno del PRI a pesar de más de 70 años de gobiernos muy cuestionados, se da gracias a que, con la alternancia y el ascenso del PAN al poder, la percepción que la gente tuvo sobre un cambio de rumbo en el país es prácticamente nula, por lo cual, el apoyo a EPN se nutre, en parte, por el rechazo a los gobiernos panistas.

Con lo anterior, es comprensible que la gente busque apoyar a un partido diferente al que ha llevó las riendas del país durante los últimos 12 años, sin embargo, lo curioso es que en tan sólo 12 años la gente olvidó lo que aconteció en el país durante más de 70, prefiriendo así volver a confiar en un partido, del cual ya conocemos su forma de gobernar, incluyendo sus “mañas”, frente a otras opciones políticas que no han tenido la posibilidad de hacerlo. En fin, estas paradojas políticas muchas veces escapan del sentido común y de la lógica.

Abel Muñoz Pedraza es estudiante de la maestría en Estudios Sociales con línea en Procesos Políticos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México. Es egresado de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), campus Tijuana. Correo electrónico: [email protected]

Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

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