MÉXICO 6 JULIO 2018.- El espacio político cambio de manera significativa. Desde el punto de vista de los partidos la transformación es importante y sin duda marcara el devenir de numerosos procesos. La ola en favor de AMLO pego duro y fuerte y en la marea muchos nombres quedaron cobijados en una condición de triunfo. Con tiempo, políticos tradicionales y dueños de buena parte del parque jurásico, se convirtieron en seguidores de Morena y lograron alcanzar puestos de elección popular. Es decir, cambio significativo, pero no necesariamente políticos nuevos.
Es una nueva condición en la política mexicana pero no con nuevos políticos, algunos bastante recorridos por otras filiaciones partidistas y en varios casos con el sello del fracaso en sus organizaciones originales. Aun así, va a ser diferente porque entre los muchos morenistas ni ellos se conocen entre sí. No han participado en reuniones, no han construido sus estatutos y reglamentos, no han llegado a consensos y no han elegido a sus órganos internos. Se subieron a tiempo a una ola que se veía venir en función de la enorme debilidad del gobierno de Peña Nieto y su falta de credibilidad en un largo periodo.
La ventaja de ello es que van a esperar la línea que se les tire desde arriba. No se van a mover demasiado en contra de las posturas que lleguen del representante del poder ejecutivo. Van a consultar con el jefe y los altos mandos para fijar sus posturas en torno a un proyecto que depende de una figura que se legitimó tremendamente en las urnas. La desventaja es en el mismo sentido. No van a generar proyectos que comprometan a su representante mayor y al no hacerlo, van a culpar cualquier crítica como un ataque a López Obrador.
El escenario es nuevo. No va a ser fácil moverse en los espacios que se van a construir y más de uno no va a saber qué hacer con el poder que van a tener. La gobernabilidad va a depender de que quienes resulten más hábiles para negociar y legitimarse en el menor tiempo posible y sin duda, los casos de quienes cometan excesos van a ser resaltados, como ya ha sucedido.
Por ello lo sucedido el pasado primero de julio es de verdadero júbilo democrático. Es un país distinto desde esta semana. Es un escenario que permite realizar profundas reformas, como por ejemplo, la del Estado, que es indispensable para ubicarnos en momentos como en 2022 0 2023, cuando la figura que ha construido López Obrador estará en otra condición. Para ese momento se habrá equivocado en más de una ocasión, algunos funcionarios serán exhibidos y no faltará algún nuevo moreno al que se le habrán pasado las uñas para llevarse lo que no es suyo.
El escenario de ese momento será otro y se requiere un Estado más fuerte que un presidente legitimado por una elección ejemplar como la del pasado domingo. Morena no es un partido y los miembros de morena no saben que son. Ser seguidor de AMLO no es suficiente para la cohesión a mediano plazo, menos en el largo. Por ello una reforma del Estado es importante para afianzar los organismos políticos. Eso definiría las posturas de las organizaciones ya existentes y esperemos, se comprometan con agendas y posturas de largo plazo, dejando atrás lo coyuntural y pasajero.
Las decisiones van a pasar por Morena en ambas cámaras. Ahí se puede gestar un nuevo Estado y nuevas formas de hacer política que ofrezcan un nuevo perfil a una democracia representativa que deje atrás los limitados corporativismos y las clientelas fáciles. La legitimidad actual puede servir para una condición en el largo plazo que deje atrás de una vez y para siempre las ventajas que tiene los partidos políticos financiados por todos los mexicanos, sin que ellos se preocupen por construir consensos desde las candidaturas. Es indispensable que las campañas dejen de ser un conjunto de ataques y ligerezas que culminan en shows televisivos para pensar el país que queremos en función de una posibilidad de futuro con credibilidad.
Por ello se presente una paradoja. Pedir a los nuevos actores institucionales, aunque no nuevos como personajes en la política, que actúen en función de lo que puede suceder en 2024, cuando la figura hoy aclamada, esté en la coyuntura de no permitir el regreso a este pasado que hoy vivimos y que nos deja en condición de vulnerabilidad: el crimen en ascenso, cientos de candidatos muertos y en espera de los caprichos de Trump y por tanto de sus negociaciones con el congreso de Estados Unidos. Es decir, el escenario que llevó al triunfo a López Obrador y a los integrantes de un movimiento en definición constante. Nada fácil.