Dr. Marco Antonio Samaniego López *

TIJUANA BC 15 JUNIO 2018.- El escenario electoral que se ha planteado en las últimas semanas ha provocado una línea que nos lleva a conclusiones de la necesidad de una reforma de Estado profunda. El debate del pasado martes nos muestra que los candidatos o no tienen interés de comprometerse  de fondo o creen que los proyectos de los que hablan se pueden llevar a la práctica sin negociaciones o acuerdos.

Los candidatos sentados cómodamente hablaron de un país y de unas soluciones ilusorias. Desde campesinos que con un celular van a resolver los problemas de los mercados internaciones  hasta soluciones  a la corrupción que se enfrentan con un simple deseo. Sentaditos cómodamente  no enfrentan las condiciones en las  regiones donde los asesinatos a candidatos de todos los partidos se han vuelto asunto de todos los días.

El Estado mexicano es débil en su estructura desde hace muchos años. Es difícil ponerse de acuerdo sobre el momento en  que  esta condición se agravó pero consideramos que  las cifras  que se ofrecen en muchos lugares del país son un asunto muy serio que los debatientes del pasado martes apenas si abordan con argumentos demasiado simplificados. Levantarse a las seis de la mañana o repetir con insistencia de que la ley se va a cumplir. Eso no es suficiente y los planes específicos  están ausentes de las propuestas.

Las cifras oficiales para una ciudad como la nuestra espantan ante cualquier escenario. Mil asesinatos en lo que va del año es una cifra que pone a esta ciudad como una de las más violentas del mundo. Nos habla de una condición de impunidad que indica la falta de investigación y seguimiento de cientos de casos. Es un reflejo de que las garantías  de seguridad son prácticamente inexistentes.

Los acuerdos cupulares llevaron a lo que observamos el pasado martes fuera así. Sentados en un cómodo escenario donde se confrontaban para acusarse de corrupción y decirse lo que se ha repetido a lo largo de los últimos años. Los desesperados Meade y Anaya, atacaron a López Obrador y luego se  mencionaron el uno al otro para perderse en las mismas acusaciones de siempre. AMLO, por su parte, sin arriesgar, indicó lo mismo que ha dicho durante dos décadas y llamo a los otros a serenarse. No tomó  un solo riesgo. Se dedicó a administrar la ventaja que le dan las encuestas y se divirtió con mencionar los treinta puntos que les lleva a uno y otro.  Por cierto, el tal Bronco,   bien puede no estar  y no pasa nada. Es como una sombra  se aparece para cumplir con una ley electoral. Es como un aviso de equidad que  solo satisface a los detallistas de la ley.

Los acuerdos cupulares han llevado a esta condición de pobreza electoral: cumplimos con una ley pero la esencia de la democracia está ausente. Ninguno de los candidatos pasó por procesos democráticos al interior de los partidos. Ninguno presentó sus propuestas con antelación ni se comprometió con agendas de fondo. Conocemos los proyectos  inventados de última hora porque no hay compromisos a largo plazo. Lo que se plantea responde la búsqueda de competir de último minuto, en la búsqueda del voto anti-AMLO, eso que se ha denominado voto útil y que es  volátil y sin compromiso real.

Por esos acuerdos cupulares, pagados por los mexicanos, tenemos estos debates que dejan poco a la sociedad y que no cambian  la preferencia electoral. El martes por la tarde es un espejo de que las formas de hacer política deben cambiar.

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.