Dr. Marco Antonio Samaniego López *
El aval de los empresarios a López Obrador no es a un candidato en busca de votos. Es un mensaje de buscar tranquilizar a los mercados financieros y de generar confianza de que los cambios que se den van a ser negociados y con calma. El aeropuerto de la Ciudad de México ya se negoció con una palomita que dejó sonrisas para todos.
El acercamiento con los empresarios es una señal de que ya no se negocia el 1 de julio, sino el 1 de diciembre. Incluso López Obrador ha llamado a que se apoye a Peña Nieto para que no le dejen un desastre de gobierno. Tatiana Clouthier no parece dirigir una campaña, dirige un gobierno en transición. Los mensajes de amor y paz se multiplican en la ¿campaña? presidencial ante lo que se observa como algo contundente, el triunfo de López Obrador.
Ya ni siquiera se espera el error o el milagro para que se vea otro escenario, ya es una especie de que pasen los días y suceda lo que tiene que suceder. Es una transición ante una posibilidad nula de que la condición planteada en las encuestas tenga alguna posibilidad de modificarse.
La mitad de los votantes potenciales están con la opción de Morena y con ello, los siempre insípidos Anaya y Meade, o el triste mochamanos, se diluyen en mensajes que no han penetrado para pensar en un cambio en las preferencias. Es triste ver como la inversión de los mexicanos en opciones políticas no ha servido para nada. Se gastan en dinero de los impuestos en mensajes que no tienen el menor sentido. Debe ser difícil para Anaya y Meade reconocer que el camino por el que llegaron a ser candidatos no les permitió tener legitimidad: se burlaron de sus propios partidos sólo para ver como muchos de sus miembros vuelan a otra opción que sin estar definida negocia ya la transición.
El problema de una elección en estas condiciones es que muchos de los puestos que se van a elegir el 1 de julio han pasado desapercibidos. Ahí, los elementos que se han transformado en seguidores de una posibilidad basada en un solo hombre, son tan disímbolos y con trayectorias tan diversas que es imposible ubicar el nuevo escenario. Muchos de ellos llegan de los partidos políticos que no supieron construir y de opciones que se quedaron a medias. Panistas, perredistas y priistas, aun con corazones divididos y relaciones en dos o tres organizaciones, son también nuevos gobernantes con antiguas costumbres arraigadas. Son miembros de una plataforma que no conocen y que por las declaraciones apenas si entienden. Los actores, actrices, futbolistas, boxeadores, luchadores y miembros de todo tipo de estructuras circenses que se ofrecen como opciones para diputados, senadores, alcaldes y regidores lejos de tener una plataforma común, llegaran en una cresta de la ola que desde una visión general nos obligan a pensar en la necesidad de reformular el Estado mexicano.
Todos se van a sentir parte del triunfo aunque sean resultado de la confusión y el haber logrado pasar desapercibidos. La ¿campaña? presidencial opaca lo que sucede en estados, municipios y delegaciones y es precisamente ahí donde el país se debate en su gobernabilidad. Los grupos de poder local y regional que se ha construido a lo largo de los años, algunos en base a actividades ilícitas, van a lograr mantenerse por un tiempo, esperemos que no el suficiente para que alteren más la debilidad actual del Estado mexicano.
No debe sorprender que ante la carencia de legitimidad sean asesinados la enorme cantidad de candidatos de orden local que ha marcado los últimos meses. Es significativo que un alto porcentaje sean mujeres que han buscado un puesto de elección. La información siempre es limitada lo mismo que la posibilidad de seguimiento. El referéndum del 1 de julio no debe opacar lo que se debate en las regiones, donde México se vuelve chorros de sangre en las instancias locales.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México.
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