Las elecciones híbridas
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Las elecciones híbridas

México - sábado 28 de abril de 2018 - ULISES SANDAL RAMOS KOPRIVITZA.
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MÉXICO 28 DE ABRIL 2018 (LA SILLA ROTA).-El primer debate entre los candidatos a la presidencia de la República mexicana, como intercambio de ideas y exposición de propuestas, nunca llegó, en cambio, asistimos a un ejercicio comunicativo romo, caracterizado por una retórica vacua e insulsa.

Las partes se concentraron por más de dos horas en hacer públicas circunstancias, la mayoría de las veces sobre asuntos privados de los candidatos, que no abonan en nada al interés real del grueso de los mexicanos que votaremos el 1° de julio de 2018, pues las intervenciones se distanciaron enormemente de las políticas de Estado que nuestro país urgentemente necesita para devolver el orden, la paz, la seguridad y el bienestar a sus ciudadanos.

La segunda vuelta

No obstante, de las pocas cuestiones torales que se abordaron y que prácticamente pasaron desapercibidas en el debate, fue la figura jurídico-electoral de la segunda vuelta, misma que reviste una particular importancia y trascendencia, debido a sus posibles implicaciones en la futura vida democrática del país y el fortalecimiento de las instituciones del Estado y su funcionamiento en favor de los ciudadanos.

El gran jurista Maurice Duverger, en su magna obra, Los partidos políticos, nos explica sin reservas y de manera precisa la íntima relación entre las alianzas y coaliciones de los partidos políticos con respecto a la segunda vuelta electoral y sus consecuencias más evidentes.

El constitucionalista francés, señala que el escrutinio mayoritario con dos vueltas tiende al establecimiento de alianzas estrechas, incluso con trascendentes relaciones ideológicas y programas comunes sólidos, por el contrario, las coaliciones tienden a ser efímeras y superficiales, cuyo propósito, casi siempre, se limita a la captación masiva de votos.

El caso de México entraña la peor combinación, pues los partidos políticos optan por las coaliciones superfluas y no por las alianzas profundas, que resuelve el escrutinio en una sola vuelta electoral.

Esto significa, en una primera aproximación con respecto al sistema electoral mayoritario a dos vueltas, que dicho diseño, propicia que los partidos débiles se eliminen, dejando en la contienda únicamente a los candidatos de los partidos o alianzas más fuertes, provocando que los candidatos sin posibilidad real de victoria declinen en favor de uno o de otros candidatos (léase los independientes y aquellos candidatos que se pierden en un lejano tercer lugar).

Las variables y matices pueden ser muchas y sutiles pero, al final, la opción de la segunda vuelta es un mecanismo probado para depurar el oportunismo político. Considerando el escenario electoral en nuestro país, que inexorablemente sigue tan vigente como cuando lo describiera Duverger, hace casi 70 años, advirtiendo que la democracia en los países en donde el nivel de vida es bajo o muy bajo como en México, los partidos políticos:

Se convierten en facciones rivales [que] se disputan el poder, utilizando las votaciones como una blanda pasta que se amasa al gusto: la corrupción se desarrolla y las clases privilegiadas aprovechan el sistema para eternizar su dominio

Imposible no hablar de los partidos políticos y su sistema deteriorado y anacrónico, que quiere dar muestras de modernismo, apertura y pluralismo a través de las coaliciones entre partidos tan disímbolos e incompatibles como el agua y el aceite o candidatos independientes, que solo lo son de membrete, pues son producto desechado de la misma clase política dirigente de siempre, pero que se quedaron marginados por la voracidad de otros actores con más poder.

Nuestra incipiente democracia

Las actuales elecciones presidenciales en México están marcadas, como en las últimas tres contiendas, por la descalificación y la guerra sucia entre candidatos. Amenazas y amagos vuelven a ser la nota diaria de nuestra incipiente democracia, pero también está marcada por las coaliciones electorales, que a la luz de lo evidente no tienen otro propósito que el de conservar o conseguir el poder a costa de lo que sea y por encima de quien se deje.

El problema nodal, entonces, radica, al final de las elecciones sin importar cuál de las coaliciones gane, cómo van a gobernar, de qué manera el grupo derrotado dejará al vencedor trabajar, aún más, cómo los vencedores gobernarán en favor del pueblo para encaminarlo al desarrollo económico de las potencias actuales, consolidar su democracia, garantizar el estado de derecho y fomentar la cultura de la legalidad y de la paz en sus ciudadanos, hartos de la pobreza, de sueldos ridículos y exceso de impuestos, de corrupción e impunidad, de violencia e inseguridad, esto, precisamente, es lo que los ciudadanos queremos escuchar en los debates.

Ahora bien, comprendiendo que los regímenes híbridos, como el nuestro, combinan elementos democráticos y autoritarios, en donde los segundos juegan un papel fundamental para evitar a toda costa una competencia justa por el poder, principalmente cuando el partido gobernante no se ve favorecido por el electorado, entonces podemos insistir en la importancia de romper estos esquemas anacrónicos a través de una participación masiva por parte de los ciudadanos en las elecciones que vienen y explorar en el futuro democrático del país la segunda vuelta electoral, para cerrarle el paso a las frágiles coaliciones y abrir camino a la fortaleza de las alianzas.

Sin olvidar que, como dice al final de su obra el gran tratadista francés "todo gobierno es oligárquico por naturaleza: pero el origen de los oligarcas y su formación, que determinan su acción, pueden ser muy diferentes". Es en este sentido que debemos reflexionar de dónde viene y cuál es el objetivo del grupo que nos pretende gobernar los próximos seis años.

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