Procesos Políticos
Por: Abel Muñoz Pedraza

Una de las estrategias políticas del panismo durante los últimos meses ha sido la de comparar sus casi 12 años de gobierno con los últimos 30 del PRI. Es muy posible que alguno de ustedes haya podido constatar esto gracias a la información que les llega a sus correos electrónicos con las llamadas “cadenas de mensajes” que buscan propagar información a nivel masivo o, a través de las redes sociales como Facebook y Twitter.

Antes de la elección interna que catapultó a Josefina Vázquez Mota como la abanderada blanquiazul para competir por la presidencia, el PAN ya conocía a los dos virtuales candidatos de la oposición y, al verse rebasado en cuestión de tiempo con respecto a los procesos de selección internos de los otros partidos, lo cual podría traducirse en una desventaja, sus militantes y simpatizantes no perdieron el tiempo para empezar a operar a través de los medios electrónicos, definiendo así a Enrique Peña Nieto como el rival a derrotar y descartando a Andrés Manuel López Obrador como un candidato que pudiera representar una amenaza en la competencia electoral.

Por tal motivo, es común encontrarnos en internet cifras plasmadas en gráficos que comparan años y periodos de gobierno (sexenios) priistas y panistas. Entre ellas se destacan porcentajes de eliminación de la pobreza, crecimiento económico, inflación, gasolinazos, muertes asociadas al crimen organizado, entre otras. Sin embargo, muchas veces la fuente utilizada es de dudosa procedencia, ya que no se adjunta de manera correcta y/o completa, y otras veces ni siquiera se hace referencia a la procedencia de la información utilizada.

Con esto no digo que la información que se utiliza sea falsa, pero es evidente que en muchas ocasiones no es posible verificarla.

Como un ejercicio de salón de clases o para elaborar un trabajo de investigación científica, el comparar cifras y resultados en diversos temas y diferentes periodos me parece interesante, pero cuando el PAN utiliza tal información para tratar de persuadir el voto me parece patético. Claro que es bueno tener referentes estadísticos para tomar decisiones, en este caso la del voto, sin embargo, es muy fácil sacar de contexto las cifras que presentan los simpatizantes panistas, ya que los números no van acompañados de una explicación teórica, histórica o política, además de que al estar mal citada la referencia, es imposible recurrir a ella para verificar su validez. Pero insisto, lo peor de esto es que se busque anteponer los datos numéricos como elemento para atraer el voto frente a las propuestas de campaña.

Esta estrategia política no es novedosa a nivel federal, ya que algo parecido sucedió en el proceso electoral 2005-2006. Si hacemos memoria, en aquella ocasión una parte de la campaña negativa del PAN hacia López Obrador fue el hablar del supuesto endeudamiento de la Ciudad de México durante su gestión, en donde se presentaba un spot con cifras que no correspondían a la realidad. La reacción del equipo obradorista fue lenta, ya que tardó casi un mes en desmentir las acusaciones y eso le costó puntos en las preferencias electorales. Lo destacable en este ejemplo es que el PAN y su candidato desviaron la atención del electorado con una cuestión que no hacía referencia al debate de las propuestas políticas y que al final terminó siendo mentira.

En el PAN existe una falta de autocrítica y de reflexión en torno a los resultados que sus gobiernos han conseguido durante dos sexenios. Lo mismo pasa con el PRI cuando se le cuestiona sobre el pasado e invoca, para salir del paso, a las instituciones que se crearon durante sus gobiernos, como si no hubiera sido su obligación construirlas.

Cuando se presentan cifras que comparan a ambos partidos en el gobierno, muchas veces divulgadas por diputados federales y funcionarios de gobierno que pertenecen al PAN, parece que el mensaje que desean enviar es que son “los menos malos” para gobernar, que a pesar de que las expectativas de cambio político se quedaron cortas, con el PRI estaríamos “peor”.

En fin, la alternancia como tal no da para más, fue buena en su momento, pero era ingenuo pensar que la democracia llegaría por el simple cambio de color en el ejecutivo. La cuestión a resaltar es que no ha habido grandes cambios en 12 años y el tratar de encontrar diferencias en la forma de hacer gobierno entre el PRI y el PAN se convierte en algo inútil, ya que no hay muchas. Por esa razón, muchos académicos y analistas políticos se han atrevido a decir que nuestra democracia está estancada, sufre un retroceso o que el retorno de PRI implicaría atrasar las manecillas del reloj.

Me parece que como ciudadanos tenemos que evaluar los resultados del actual gobierno en los diversos campos de la acción gubernamental y analizar con cuidado las diferentes ofertas políticas, cuestiones que nos permitirían elaborar un criterio más objetivo de los candidatos que buscan representarnos. El que traten de inducirnos al voto por medio de información con una confiablidad dudosa y cuestionable no aporta en algo al debate, no soluciona los problemas que actualmente tenemos ni plantea alternativas para enfrentarlos.

Esa es pura grilla “cibernética” y sólo sirve para entretenerse y reírse un rato en momentos de ocio.

Abel Muñoz Pedraza es estudiante de la maestría en Estudios Sociales con línea en Procesos Políticos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México. Es egresado de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), campus Tijuana. Correo electrónico: [email protected]

Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.