Desde la frontera
TIJUANA BC 12 MARZO 2018.- Suele pensarse que en los albores de la Humanidad no había fronteras que la dividieran, que las personas formaban un solo pueblo, pero que el fin de aquella arcadia feliz llegó precisamente con su establecimiento (dígase fronteras entre clases, entre lenguas o entre entidades políticas). Sin embargo, lejos de ese pasado mítico, las evidencias nos muestran que el origen mismo de la Humanidad es indisociable al de aquéllas.
Ahora bien, ¿cómo se representaron, marcaron y comunicaron las primeras fronteras? Aún hoy esta pregunta no es de fácil respuesta, no sólo porque las evidencias históricas son escasas sino también porque cada época y cada sociedad tomaba (y toma) sus propias particularidades. Algunos aspectos, no obstante, parecen estar claros, como el vínculo entre la fronterización y el paso de la vida a la muerte, tanto en un plano simbólico como material. La muerte implicaba que aquello material, el cuerpo, entrara en un inexorable proceso de descomposición que borraba todo rastro. La búsqueda de una continuidad material se reflejó en las tumbas, las lápidas y los monumentos funerarios, que marcan el lugar donde se yace; se hundía, se clavaba en la tierra un objeto de material más perdurable que la carne y que la memoria. Esta continuidad provoca y garantiza un retorno periódico al lugar, una reafirmación perpetua; ¿no es acaso el Día de Muertos y Todos los Santos un regreso anual al lugar de los difuntos?
Las tumbas marcaban en el espacio, por lo tanto, un límite entre la vida y la muerte, pero que acabaron pasando también a marcar las fronteras políticas; cómo o por qué, es otra cuestión. Sirva de ejemplo los límites del municipio de donde soy originario, allá en Cataluña. La delimitación municipal, fijada en el siglo XIX, se hizo con base a una delimitación que venía como mínimo desde la Edad media (la primera documentación escrita de aquel límite es del siglo X). La delimitación coincide con varias tumbas y megalitos (monumentos funerarios) prehistóricos, además de con otros elementos territoriales, claro (ríos, cumbres, crestas).
Aunque actualmente para la delimitación no se recurra a las tumbas, no por ello la muerte ha dejado de marcarlas fronteras. ¿Cuántos migrantes han muerto en su intento de cruzarlas? Hay miles de cuerpos desaparecidos, ahogados o enterrados en la cercanía del límite entre México y Estados Unidos, al igual que en el mar Mediterráneo, la amplia frontera que muchos migrantes de África y Oriente Medio deben cruzar para alcanzar Europa.
Desde hace unos pocos años, en el sur de Texas (en los condados de Brooks, Willacy, Cameron, Starr o Webb) varias organizaciones civiles y grupos de investigación universitarios, y sin apenas apoyo gubernamental, llevan a cabo la extraordinaria tarea de exhumar las centenares o miles de tumbas de migrantes indocumentados que murieron en su camino hacia el norte, después de haber cruzado el río. Su finalidad es identificar esos migrantes desconocidos y entregar los restos a sus familiares, para que puedan darles una sepultura digna.
¿Y al otro lado de la frontera? Por fin el año pasado arrancó un programa del gobierno de Tamaulipas para exhumar e identificar los cuerpos que se hallan en fosas a lo largo y ancho del estado pero muy especialmente en la región fronteriza. En última instancia el objetivo es, también, enterrar dignamente a aquellos que desaparecieron.
Sin duda, los megalitos prehistóricos y las tumbas de desaparecidos en Tamaulipas y en Texas marcan, aunque sea por motivos distintos, la frontera: entre la vida y la muerte, entre México y Estados Unidos o entre el respeto por la condición humana y el menosprecio.
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