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Tijuana BC - viernes 12 de enero de 2018 - Marco Antonio Samaniego López.
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Dr. Marco Antonio Samaniego López *

TIJUANA BC 12 ENERO 2018.- Los cambios de partido, liga, sindicato, federación o cualquier otra forma de organización social que esté vinculada con los procesos políticos no son una marca de nuestra época. Lo que presenciamos en estos días, como el hecho de que un partido como Morena  establezca una alianza con el conservador Partido Encuentro Social, o que el candidato por el PRI fuera secretario de Estado con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, no es nada nuevo.

Ayer,  un supuesto panista de corazón, Javier Lozano, prefirió tomar sus bártulos e irse con el candidato del PRI, dado que en el PAN se encuentra, dijo, un  joven dictador (Anaya). Valido, por supuesto, su argumento en el sentido de que es  un candidato impuesto por sí mismo, el problema está en  que Meade, con diferencias, pero tiene el mismo problema de origen: es una vulgar  y llana imposición.

Sin embargo, sostenemos nuestro argumento. No debe sorprendernos que se modifiquen los espacios de participación política debido a desavenencias y paradojas en las organizaciones. Entre los hombres que lucharon en la revolución, esto se presentó con suma frecuencia. Unos días estuvieron en pugna, otros en acuerdo y dependiendo del caso, terminaron en el poder, exiliados en Cuba o Estados Unidos, o en alianzas matrimoniales que permitieron la continuidad de empresas y  propiedades. 

A pesar de todo lo que se conoce del PRI, los enfrentamientos  en las organizaciones han sido numerosos e intensos.  Una parte de los miembros de la CROM se enfrentaron entre sí y formaron la CTM. Otros  pugnaron por mantenerse como cromistas, pero al observar los beneficios que dejaba a su organización,  formaron otras agrupaciones con otro nombre y luego, se tornaron miembros del  Partido de Estado.  La Central Campesina Independiente (CCI)  se enfrentó a la Confederación Nacional Campesina  (CNC) y años después, se unieron al Partido de Estado (véase PRI)  y negociaron al interior del partido escaños, presidencias municipales y regidurías. 

El PAN, aceptó en varias ocasiones algunos escaños hasta que finalmente, con Salinas de Gortari, negociaron alcaldías y gubernaturas. Zedillo, tuvo a un panista, Lozano Gracia, en su gabinete. En los gobiernos de los estados esto se ha repetido con frecuencia desde hace tres décadas. Eso, no es pues ninguna novedad. Si acaso titulares  por la incoherencia inmediata, pero es una constante en las negociaciones políticas de alto y mediano nivel. 

Sin embargo, en décadas anteriores a 1990, estos cambios tenían otras maneras de realizarse. Tenía para algunos consecuencias de fondo.  Pero en las últimas dos décadas, se han multiplicado estas modificaciones de ¨ideales¨.  Sin duda, lo burdo de las imposiciones y autoimposiciones que se presentaron en esta ocasión serán motivo de múltiples análisis. 

En nuestro caso, destacamos la diferencia que consideramos pertinente. Todos estos partidos que hoy tienen candidato (pre, dicen oficialmente para mantener los gastos de acuerdo a los requerido por el INE)  son estructuras financiadas de manera clara y abierta con los impuestos de todos los mexicanos.  Si un  funcionario de una dependencia comete arbitrariedades, está expuesto a ser sancionado.  En cambio, los dirigentes de los partidos, que tenían como responsabilidad crear plataformas para que los ciudadanos tomáramos decisiones sobre qué agenda apoyar, no son sancionados. Se alían con sus contrarios y listo. Se supone que  presentaron sus principios e ideales, que debieron generar proyectos de nación, pero todo se va al caño con el simple hecho de cambiarse de organización. ¿Y todo lo que cobraron? ¿Qué no se supone que iba a mejorar la democracia, como se prometió en la década de 1990? 

La idea era que para estos años tuviéramos partidos políticos fortalecidos. ¿Dónde quedaron? En el dedazo y el autodedazo. ¿ De qué sirve que el INE sancione con dinero a los partidos si terminan en alianzas, uniones, frentes o lo que aparezca, si el trabajo partidista y sus agremiados  fueron enviados al basurero en la designación de sus candidatos?   ¿Para qué construir plataformas con bases, principios e ideales si se va a negociar al momento de las decisiones importantes?

La partidocracia que se ha generado está lejos de demostrarnos sus avances. No todo es negativo, pero en el balance, muchos pendientes  están en la mesa. Pasamos de un Partido de Estado a a varios partidos de Estado.  Y sin decir ni preguntar a alianzas y frentes que no tienen coherencia interna. Todos se ciñen a  unas cuantas frases: combatir la corrupción,  honestidad,  transparencia, valores familiares. Demasiado dinero para tan poquito.

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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