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¡Ni una trans menos!

MÉXICO - sábado 11 de noviembre de 2017 - Leonardo Bastida Aguilar.
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MÉXICO 11 NOVIEMBRE 2017 .- Tres balazos fueron los que cegaron la vida de Paola Ledesma la noche del 30 de septiembre de 2016, que, como muchas otras chicas trans, trabajaba en la esquina de Puente de Alvarado y Aldama, cuya oscuridad permite pasar desapercibidos y ser anónimos a quienes buscan comprar sexo.

Kenia Cuevas y otras compañeras habían rechazado ir con un tipo de un automóvil Nissan March gris. Paola aceptó la oferta de 200 pesos y abordó.

Escasos metros y segundos después se escuchó un balazo, proveniente del interior del auto donde se había subido Paola. Estaba tendida sobre el asiento del copiloto mientras su cuerpo recibía otra detonación. Kenia y las demás chicas le cerraron al paso al vehículo y al conductor, a fin de evitar que este huyera. Entre tanto, gritos desgarradores por parte de Kenia alentaban a Paola a no desistir en la lucha por su vida. Estos incomodaron al agresor, provocando que intentara dispararle a quemarropa. Su pistola se encasquilló y sus planes se frustraron, a la par de la llegada de una patrulla próxima que permitió detenerle y llevarle ante un ministerio público. El motivo sería el transfeminicidio de Paola, quien murió pocos minutos después de la agresión.

Como una amiga que siempre daba lo poco que tenía a las demás, es como recuerda Kenia a Paola y, por eso, no ha cesado de exigir justicia, a pesar de que apenas hace unos días, le otorgaron las medidas cautelares que solicitó para garantizar su seguridad, a más de un año de los sucesos.

Paola le contó que de su propia familia sufrió rechazo, discriminación y violencia, situación que la orilló al abandono de su hogar y a comenzar a subsistir en las calles de la mejor manera que pudiera. Desafortunadamente, su vida no fue muy diferente a la de otras chicas trans, a quienes el rechazo, la discriminación y la falta de reconocimiento de su identidad, siguen haciendo mella en sus vidas.

Aquella noche, una vez en el ministerio público, tanto los policías de la patrulla como Kenia y sus amigas identificaron al agresor, quien dos días después logró salir bajo el argumento de que no había suficientes pruebas en su contra. Un juez de control en el Reclusorio Norte tomó dicha decisión y hasta ahora no se ha podido volver a localizar al victimario de Paola.

Kenia tiene clara su convicción. Mientras mes con mes lleva flores al cementerio donde se depositaron los restos de Paola, no cesa de tocar las puertas para exigir la detención del victimario de su amiga a fin de que responda por el transfeminicidio cometido, es decir, por haberle quitado la vida a Paola por aversión hacia aquello diferente y transgresor a la norma que solo identifica un género masculino y uno femenino, por no comprender y soportar la posibilidad de que una persona busque la concordancia entre su cuerpo y su género, desde una mirada disidente.

El caso de Paola no es único. Registros dados a conocer por la organización civil Letra S, indican que en México, entre enero de 2014 y diciembre de 2016,  se habían cometido 108 asesinatos de personas trans, más de 95 por ciento mujeres, en toda la República Mexicana. La misma organización ha reportado, durante el primer semestre de este año, 31 casos más. Incluso, el Centro de Apoyo a las Identidades Trans reportó durante las primeras dos semanas de este año, tres asesinatos de mujeres trans: uno en Naucalpan, Estado de México; otro en Piedras Negras, Coahuila y uno más en la delegación Magdalena Contreras de la Ciudad de México.

Cerca de la misma fecha en que ocurrió el asesinato de Paola, también aconteció el de Alessa Flores, una joven mujer trans, cuyo cuerpo fue hallado el jueves 13 de octubre de 2016 en la habitación de un hotel de la colonia Obrera con huellas de estrangulamiento. Era trabajadora sexual, pero también activista a favor del reconocimiento de los derechos de las personas transgénero, transexuales y travestís. Hasta el momento, las autoridades no han dado con el culpable.

Fuera de la capital mexicana también ocurrieron los transfeminicidios de Itzel en Comitán, Chiapas; y el de Marylin, en Chalco, Estado de México, durante septiembre y octubre del año pasado. Ninguno de los dos se ha esclarecido.

Sobre la banqueta de la esquina de Puente de Alvarado y Juan Aldama aún se observan los restos de una ofrenda colocada con motivo del Día de Muertos. Varias veladoras, casi al punto de la extinción, papel picado colocado entre dos árboles que delimitan la ofrenda y flores de cempoalxochitl que aún conservan su transgresor color amarillo recuerdan a varias mujeres transexuales y transgénero que han fallecido, sobre todo a causa del VIH, pero otras, como Paola, por la violencia; por el saber de su victimario, que el asesinato de una chica trans no deriva en un problema mayor.  

A escasos días de la conmemoración del 13 de noviembre, Día de las Personas Trans en la Ciudad de México, una efeméride decretada por el Jefe de Gobierno capitalino para promover los derechos humanos de este sector de la población, las diferentes organizaciones y colectivos de defensa de los derechos humanos de las personas trans  exigen justicia para la resolución de casos como los de Paola y Alessa, el reconocimiento pleno de sus derechos, más allá  del de la identidad, pero, sobre todo, medidas claras y puntuales para erradicar la transfobia –esa aversión irracional hacia aquello relacionado con la transexualidad y transgenereidad– de nuestra sociedad.

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