Por: Dr. Marco Antonio Samaniego López

TIJUANA 8 SEPTIEMBRE 2017.- Hace unas semanas, Dolores Padierna, atacaba con todo al representante del PRD en el Senado, Miguel Barbosa. Este,  en uno más de los constantes cambios de bandera, discurso y preferencia electoral, como directivo de los senadores del PRD, publicó sus intenciones de apoyar para el próximo año al seguro candidato de MORENA. En esos momentos la tensión política estaba en torno a la elección de gobernador por el Estado de México, donde el pariente del presidente, salió electo. 

La entonces, ex senadora, ex diputada y ex delegada, defendió junto con la dueña de  un condominio de lujo en Miami, Alejandra Barrales, la congruencia de cómo un  senador por el PRD y dirigente de los ocupantes de las sillas por dicho partido, utilizaba los recursos de dicho grupo parlamentario  y declaraba públicamente  su filiación lopezobradorista.  Barbosa dejó su representación de manera poco honrosa y Padierna se encargó de administrar los recursos que los mexicanos aportamos en beneficio de las propuestas del PRD. Todo bien y congruente. 

Pero en este fin de semana, Dolores Padierna, que tan bien viviera de los recursos del PRD, se pasa con su flamante esposo, conocido como el señor de las ligas por su capacidad de recoger dinero en efectivo de donadores con poca probidad, decide que Miguel Barbosa estaba en lo correcto. Decide que de pronto  lo planteado por López Obrador era lo indicado y abandonó toda aquella retorica en defensa de los ideales perredistas que le dieron de comer por más de dos décadas. 

Lo cobrado cobrado está y es necesario pensar en el futuro. La mencionada, sólo ve hacia enfrente y donde puede estar el presupuesto.  Las encuestas indican que en este momento, con escaso margen, López Obrador podría ganar la elección. Al igual que en el 2006 - poco menos en el 2012 – la propaganda de grupos empresariales y  calificadoras  mencionan reiteradamente el temor de un triunfo del morenista.  Dolores Padierna, no se deja atemorizar y como buen chapulín, recurre a la instancia que les permite a la clase política cambiar de grupo, organización,  partido, corriente, movimiento, o lo que sea.  

Lo que hace posible que estos movimientos se den, tienen  la base presupuestal establecida por los partidos políticos desde la década de 1990. Mientras los presupuestos estén ahí, ellos seguirán con estas  oportunidades que les da haber generado clientelas que les permiten llegar y decir que tienen seguidores que se cuentan en votos en las urnas. Se fue sin explicar, llegó sin explicar. De la mano de su esposo que ya sabe cómo recolectar fondos para quien sea. Y fueron bien recibidos todos. 

En el PAN la explicación es más complicada. Los detalles son muchos y el espacio corto. Entre tantos argumentos de los  críticos del presidente Anaya, lo que está en el fondo es el manejo de los recursos  y la manera en que el próximo mes de octubre, se elegirá al  candidato, en el caso de que se pueda. El problema es grave y de fondo. Las posibilidades de las que se hablaba semanas atrás, de que la unidad se diera en torno a un candidato externo, no parece tener buen fin. Los resentimientos que van a quedar de esta batalla no son cosa menor. 

El punto es sencillo. Todos estos dimes y diretes, se sostienen con recursos públicos. Pueden pasarse de grupo, de sección de partido o de lo que sea, en términos personales cada quien decide. Sin embargo, no es tan sencillo. Se cruzan con clientelas creadas con fondos públicos y llegan a lugares donde los recursos los esperan.  Pasarse de una organización a otra, además de las caras que han de recibir cuando llegan, no les cuesta mucho. Presentan como carta credencial las personas que han decidido seguirlos, pero con clientelas creadas con recursos  que pagamos todos. 

Significa que les mintieron a sus votantes, que les dijeron que los defenderían, que lucharían por ellos, y luego siempre no. Implica que la importancia de la representación se diluye. Indica que los gobernados no cuentan. Lo que cuenta son las minorías activas que por sus razones, son capaces de irse de un lado a otro sin solicitar explicaciones.  Reducen la política a tendencias, no ideas de nación ni a proyectos a largo plazo. Y donde los reciben, no se preguntaran ¿Y este (a)  cuando se cambia? ¿Hasta dónde nos alcance el presupuesto? 

La respuesta, creo que es afirmativa. Sus acciones así lo demuestran.

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.