Por: Dr. Marco Antonio Samaniego López
TIJUANA 25 AGOSTO 2017.- Quien esto escribe, en repetidas ocasiones ha señalado que en diversos momentos de la relación México-Estados Unidos, lo que sucede en el congreso estadounidense resulta clave para explicar diversos procesos. En ocasiones es más importante lo que se acuerda en dicho órgano, que las decisiones del presidente de México o el de Estados Unidos.
Dicha afirmación tiene muchas razones para que la realicemos, dado que las condiciones de guerra o posible guerra en las que se encuentra casi permanentemente nuestro vecino del norte tiene implicaciones en nuestro país. Desde el ámbito de la seguridad nacional, los recursos naturales, los flujos migratorios y en su momento – el siglo XIX - la formación de los límites internacionales.
La reaparición publica de grupos supremacistas, no es ninguna novedad. Es una tradición que ha tenido implicaciones de diverso orden. Desde la legitimidad de una ciencia como la eugenesia, hasta las numerosas órdenes judiciales que han buscado limitar sus acciones. Es una pugna que parecía haberse decidido en la década de 1960, pero su resurgimiento público pone en tela de duda los avances en la convivencia social.
Los errores en las declaraciones de Trump han generado una condición que dicho país no vivía en muchos años. Las acciones terroristas de Timothy McVeigh y Terry Nichols, en abril de 1995, parecían ser de las últimas manifestaciones terribles de una forma de pensar que parecía ya limitada. La ciudad de Oklahoma fue el escenario de los acontecimientos que le dieron la vuelta al mundo.
Pero hoy un Trump molesto porque no logra nada, ni siquiera el apoyo del partido republicano del que es el supuesto líder, puede tener capacidad de mostrar sus frustraciones con su vecino del sur. Los discursos, como el pronunciado el martes pasado, nos muestran la importancia de limitar la capacidad de un individuo para ejercer el poder. En México, con sus claras diferencias, se vivió en varios sexenios. Las implicaciones eran menores, aunque no por ello menos dolorosas para los afectados.
Los escenarios de un presidente que no mide las consecuencias de sus palabras han llevado a un Estados Unidos que incrementa sus diferencias internas. Sin embargo, eso no fortalece a México en su negociación sobre el Acuerdo de Libre Comercio. Tampoco le genera temores muy grandes. Después de lo dicho por Trump, el peso no se ha devaluado. Los empresarios de ambos lados no parecen intimidarse. Los bancos nacionales, si bien en cuidado de lo que suceda, no han mostrado grandes fluctuaciones, más allá de las previsiones normales de una negociación de gran relevancia.
¿Será entonces que las instituciones han logrado superar los vaivenes de personajes atípicos, como el ególatra de Trump? En publicaciones previas a su toma del poder, nosotros indicamos desde esta columna que no sería tan fácil gobernar e imponerse como lo decía en sus discursos. Mencionamos que las instituciones estadounidenses se habían constituido teniendo como referente, una frase que tuvo numerosas implicaciones: limitar al tirano. Si bien nada puede decirse que está condicionado a ello, cuando menos hasta el momento, parece que se cumple dicha condición. Ojala los negociadores mexicanos y canadienses actúen en consecuencia y aprovechen la coyuntura que ello ofrece.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.