Por: Dr. Marco Antonio Samaniego López
El entramado político en el que se encuentra nuestro país provoca que se avance poco en el tema de la corrupción. Una premisa es que muchos de los que pretenden disminuirla o eliminarla, han participado profundamente de manera directa o indirecta en ella.
Las instituciones no han encontrado la manera de combatir de frente a estos procesos que dilapidan los recursos de todos en formas de aprovechamiento personal o colectivo. No existen los mecanismos que permitan establecer responsabilidades en aquellos que cometieron un fraude desde puestos gubernamentales o que, desde las empresas, se compren los favores de quienes deberían de gobernar para todos.
Los mecanismos establecidos hasta el momento no han sido suficientes. Las posibilidades de negociar con las reglas dejan espacios de posibilidad enormes y los tiempos no permiten detener las acciones cuando se presentan.
Sin embargo, temas como el servicio público de carrera, pueden ser respuestas para los problemas en el largo plazo. Dicho de manera sencilla, que no se trate de negociar los puestos de acuerdo a los lazos de amistad o partidismo, sino a la competencia que permita que los expertos puedan mantenerse en ciertos puestos clave. Como ejemplo, el desarrollo urbano.
Dicho tema es uno de los que más importancia tienen en el desarrollo y crecimiento de las ciudades. Los proyectos a largo plazo no abundan y los ejemplos de desastre son numerosos. Sin duda Tijuana es una muestra de ello. ¿Cuántas veces hemos visto que se cierran o abren calles o avenidas más de una vez porque algo se tuvo que modificar? Si la planeación no fuera trianual, sino por, digamos, diez años, los resultados podrían ser diferentes. En cambio, con el cambio cada tres o seis años, se torna un volver a empezar en el que se pierden recursos, tiempo y paciencia de los afectados.
Eliminar en puestos de relevancia a los amigos que ayudaron en las campañas y permitir que se realicen planos a largo plazo en desarrollo urbano, por ejemplo, eliminaría el chambismo. Acordar proyectos que permitan modificar la manera en que se toman decisiones sobre el espacio público, consensuadas, explicadas y revisadas en sus costos, permitiría cuidar que los recursos se utilicen de manera adecuada.
Así, por ejemplo, el tema del reuso del agua, abre enormes posibilidades de participación social y de planeación a largo plazo. En Tijuana, apenas el 3% se vuelve a utilizar, cifra patética ante cualquier instancia. Si nos comparamos con San Diego, California, el porcentaje mencionado es risible. ¿Se podría planear a tres años la modificación del reuso del agua? Difícilmente. La prueba es que mediante los procesos establecidos en la actualidad el 3% es una cifra que tiene poco sentido.
El martes 11 de julio muchas voces en los medios de comunicación mencionaron todos los significados de la ciudad. Desde cantar las mañanitas hasta las referencias más amorosas a la ciudad que los recibió o en la que crecieron. Un día después, se anunciaron los incrementos en las tarifas de transporte, las concesiones para el alumbrado público y hoy (jueves) varias calles están colapsadas. Muy pronto se pagaron los efectos de soluciones inmediatistas, de corto plazo, en la que nuestro sistema político tiene entrampado nuestro desarrollo.
Salir de los procesos de corrupción no será sencillo. Los partidos políticos poco han avanzado este sexenio a nivel nacional. Negocian los cargos como negocian los presupuestos. Las soluciones de los grandes problemas, van a tardar más en este marasmo electorero en que se ha convertido la lucha política. ¿Cuántos se aprovechan de este letargo?
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.