Autoflagelante racismo mexicano
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Autoflagelante racismo mexicano

CIUDAD DE MÉXICO - viernes 24 de marzo de 2017 - La Silla Rota.
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Columnita: La Silla Rota
Por: ALEJANDRO F. BASAVE ALANÍS

CIUDAD DE MÉXICO 24 DE MARZO DE 2017 (La Silla Rota).- Según datos recabados por el World Factbook de la CIA[1], en el año 2012 la población de México se componía de la siguiente manera: 62% Mestizos, 21% Predominantemente Indígenas, 7% Indígenas y 10% Otros (principalmente criollos). Además, según información de la CEPAL[2], en el 2014 México era el cuarto país de América Latina con mayor porcentaje de población indígena y el primer lugar en cuanto a números absolutos de personas indígenas (casi 17 millones).
 
Las cifras arriba mencionadas son representativas de que México -con toda su diversidad- sigue siendo un país avasalladoramente mestizo más cercano a la ignorada población indígena que a la opulenta criolla. No obstante, el privilegiado y diminuto grupo de criollos ha vejado al resto de la población desde el siglo XVIII generando entre muchas otras cosas: (i) la concentración del poder en manos mayoritariamente blancas; (ii) el acaparamiento criollo del comercio y la propiedad privada; y (iii) la premisa que reza a mayor blancura, mayor riqueza.
 
Otro de los efectos que ha logrado esta subyugación criolla es el haber fijado en la idiosincrasia del mexicano su paradigma estético como el único o el mejor. De tal manera, los rasgos criollos se toman como el canon de belleza y esteticidad por excelencia permeando en nuestros inconscientes que generalmente menos rasgos criollos equivalen a menos belleza física. 
 
Ahora bien, es entendible -aunque igual de reprobable- que las mayorías discriminen a las minorías por miedo al cambio o rebosante ignorancia. También que como represalia las minorías discriminen a las mayorías que las marginaron en un principio (fenómeno conocido como racismo invertido). O incluso que minorías se discriminen entre sí como una especie de supervivencia del más apto. Lo verdaderamente ininteligible es que en algunos países latinoamericanos, y particularmente en el nuestro, la mayoría de las personas se autodiscrimine por su propio color de piel.
 
Sólo así se explica que un país mestizo adopte como suyo un examen estético que aproximadamente el 90% de su población no aprobará. Bajo esa línea de ideas, el moreno se asume instintivamente inferior y repite junto con el criollo al unísono autoflagelantes frases como “tienes el nopal en la frente”, “no seas indio” o “hay que mejorar la raza”. Todas las expresiones con una connotación negativa y que dan a entender que el nopal es malo, el indio estúpido y la raza blanca superior a las demás.
 
A lo anterior hay que agregarle que la gran mayoría de las agencias de casting, televisoras, antros, escuelas y lugares de trabajo en general, recurren a penosos filtros cuya regla implícita es que los apruebe en su mayoría gente de tez blanca. Lo anterior, disfrazando su autodiscriminación con disclaimers como decir que buscan gente con “buena presentación” o los descarados y vergonzosos “nadie moreno” y "look polanco" que metieron en problemas hace unos años a una agencia de publicidad y una aerolínea mexicanas[3].
 
Analizando exclusivamente la forma de contratar de las empresas de publicidad, estudios de casting y televisoras, habría que preguntarnos porqué los actores de tez blanca acaparan la mayoría de los trabajos si supuestamente la función de estas empresas es la de mostrar un reflejo de su pueblo. ¿Por qué el mexicano sueña con verse en el espejo como escandinavo o ibérico?
 
Ese destructivo ejercicio es también consecuencia del racismo en México. A quien crea que exagero le recomiendo ver el famoso video[4] de la CONAPRED en el cual le hacen preguntas a niños mexicanos sobre un muñeco blanco y otro café. El desenlace es doblemente doloroso ya que algunos de los niños después de decir que el muñeco café es malo y que el blanco es más inteligente deben contestar a la interrogante “¿y tú a cuál te pareces?” a lo que la mayoría no sabe qué responder después de decir tantas cosas negativas del muñeco al que se parecen. Además, el resultado es exitoso ya elude al llamado Bradley Effect (el miedo a decir la verdad al ser encuestado si se cree que la respuesta será socialmente reprochable) y demuestra que los niños desarrollan como suyos los prejuicios raciales con los que han crecido.
 
Como nota aparte, es común que al hablar de racismo en México algunas personas lo refuten de inmediato diciendo que en realidad es clasismo (como si el clasismo fuera tolerable o  menos grave que el racismo). Es preciso señalar que no son excluyentes y que en nuestro país están íntimamente ligados a causa de la sociedad de castas instaurada por la conquista. De hecho, esa correlación entre racismo y clasismo puede ser culpable de la involuntaria asociación del color de piel con el estatus económico o peor aún, la calidad moral de las personas. De ahí, seguramente nació el abominable “gente bien”.
 
Para cambiar, el primer paso siempre será aceptar el problema. Hay que asumirnos como un país racista que se discrimina a sí mismo. Eso nos puede ayudar a entender que el racismo está enraizado en nuestra cultura y que para combatirlo debemos empezar por eliminar de nuestro vocabulario a las jacarandosas y aparentemente inocuas expresiones antes aludidas que en realidad nos hacen mucho daño. Además, debemos vernos en el espejo como somos y sentirnos igual de orgullosos de nuestras raíces indígenas que de nuestras raíces españolas. Quizá esto pueda contribuir a romper ese lacerante racismo que impera en nuestro país.
 
@alejandrobasave
@OpinionLSR

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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