Columna
Dr. Marco Antonio Samaniego López *
Cuando se alude a que Dios es quien protege las decisiones de un mandatario, sí estamos ante un serio problema. Es una forma de gobernar que abre un abanico de posturas intransigentes. Se posee la verdad por sobre todas las cosas y lo que se haga encuentra una justificación: nada vale ante ello, porque Dios así lo quiso.
Que lo diga un sacerdote o un ministro de iglesia tiene un sentido, que un presidente lo crea tiene otra significación. Paradójicamente la separación de poderes y la construcción de los derechos civiles, para darle al individuo una defensa ante el Estado, son resultado de movimientos sociales de mucha relevancia. Inglaterra en el siglo XVII y el naciente Estados Unidos a finales del XVIII se erigieron bajo la premisa de no otorgar la preponderancia a ninguna de los tres poderes formales. Se trataba de detener al tirano, no sólo como individuo, sino como institución. Construyeron sistemas de contrapesos que permitieran la discusión de los temas. Los resultados han tenido numerosas consecuencias en la vida de millones de personas.
Hoy, México y otras naciones enfrenta una condición: Quienes impulsaron el libre comercio, ahora no lo quieren. La nación que creció bajo un sistema complejo de procesos migratorios, trata de limitar, una vez más, a ciertos grupos específicos (Nada nuevo desde el siglo XVIII). La diferencia está en que los medios masivos de comunicación presentan el caso de manera más inmediata, pero la prohibición para que personas de determinada nación lleguen, es una constante. Los chinos o los japoneses serían la referencia más sencilla. También en referencia a ideologías: anarquistas en cierto momento, socialistas en otro.
Pero hoy Estados Unidos y Europa enfrentan movimientos de personas de manera cuantiosa y los nacionalismos parecen resurgir con fuerza. El empleo, que toca las fibras de los sectores más amplios de la población, es un factor clave en una polarización que ha generado demandas. Nos demuestra que los pactos negociados tuvieron resultados ambiguos. Hoy, en países de Europa, resurgen nacionalismos acompañados de fobias.
La escena no es fácil. Para el próximo domingo organizaciones ciudadanas han convocado a marchas de protesta en contra de Trump. Las dudas en la participación, en los convocantes y en las posturas, han surgido de inmediato. Se trata de una distracción, de organismos que representan sectores de la sociedad, de convocantes que no parecen tener muy claro cuál es el objetivo. Las dudas aparecen porque, para unos se puede entender como una unidad en torno al ejecutivo. Para otros no es así, pero tampoco se presentan alternativas claras. Una marcha contra Trump, no queda claro si a Trump le quite el sueño que en México se marche en su contra.
Para quien esto escribe, lo evidente es que los organismos de representación están ausentes. En eso sí parece haber unidad: no se desea que los partidos políticos se involucren. Se insiste que es apartidista en cualquier parte. Sin embargo, nuestro imaginario político se basa en la representación, en aquellos por los que votamos para que en nombre de los ciudadanos, tomen las mejores decisiones para el conjunto. Esa es la idea.
Y cuando se pide unidad, un factor que sí unifica es que sea sin partidos. Que no ganen nada. Que no sean los portavoces de un sentir público. Cuando se supone que para eso estaban: para representarnos. Y nadie quiere que encabecen una protesta.
Y sí, personajes como Stephen Bannon sí son fascistas. La lectura de su publicación Breibart news no deja espacio para la duda. Y sí se sienten que representan a las fuerzas del bien contra las del mal. En ocasiones, parecen páginas que salen de un comic o de una película de superhéroes luchando para salvar al mundo. Ni modo, en el país vecino bajo su sistema electoral ellos quedaron. Pero de este lado, pensar en unidad, a partir de qué o para qué. ¿En contra de Trump? ¿Para salir en la televisión?
Cada quien decide sus razones para marchar. Si lo hace o no. Por nuestra parte, consideramos que la falta de representación lleva a esta para paradoja: que no vayan los partidos políticos que nos representan y a los que se les paga por ello.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México. Su tesis doctoral, Los ríos internacionales entre México y Estados Unidos, fue galardonada como la mejor tesis en el año 2004 por la Academia Mexicana de Ciencias.