TIJUANA 4 DE NOVIEMBRE DE 2016.- Los detalles de la vida personal del actual dirigente del PAN, Ricardo Anaya,  se han hecho públicos en función de los problemas internos en dicho partido.  Los ofendidos con el dirigente  son de varios frentes. Aquellos que consideran la falta de equidad en la disputa por la candidatura para el 2018. Destaca por supuesto Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón, el mismo que dejó el país convertido en un camposanto. 

Por otra parte, los dirigentes de otros partidos que  comentan el discurso de la vida lujosa que se da la familia, en relación directa con los penosos procesos que enfrentan los ex gobernadores  tanto del PRI como del PAN:  Padrés, los dos Duartes, y los que se acumulen en las próximas horas.  La inferencia es clara, ¿cómo reclama  si es capaz de sostener  un nivel de vida semejante al de los denostados gobernadores? 

En lo que a nosotros respecta, ponemos el dedo en lo que  puede parecer menos ostentoso: los 48,000 pesos mensuales que pagamos los mexicanos para que un dirigente nacional  de un partido político tenga un sueldo. En ello, los dirigentes de los otros partidos poco mencionan. 

Dicho de otra manera, todos contribuimos a que el dirigente nacional tenga un decoroso sueldo de 48,000 pesos mensuales. ¿Para qué? ¿Cuál es el beneficio de dicha inversión pública? ¿Cómo se mejora la vida política de este país con ese dinero? ¿Cuáles son los proyectos y los acuerdos  que permiten mejorar la educación con ello? 

El argumento de los partidos políticos fuertes como signo de estabilidad tiene poco fundamento, sobre todo cuando dependemos más de la volatilidad en función de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.  

¿Por qué pagamos los mexicanos por partidos políticos por los que no votamos? ¿ Porque le pagamos un sueldo a personas que deciden en función de sus partidos y no en relación con los beneficios que deben tener  los programas sociales que cumplen una función de gran relevancia? 

Así, el dirigente del PAN, se dedica a defenderse  para demostrar que lo que gana es limpio y transparente.  El sueldo lo tiene para acudir a los medios a defenderse: y ese es el problema. Le pagamos para que se defienda en los medios. Sin embargo, quienes decidieron las participaciones también fueron los partidos políticos y no se preguntó sobre la legitimidad de ello. 

Por ello, el pleito en el PAN para que su dirigente  - ¿Es decir, el dirigente no dirige ni a sus dirigidos? -  se defina en función del 2018, cuando estamos en el 2016, no es otra cosa más que la lucha por el pastel.  Son las ganas de quedarse con las participaciones, no para eliminarlas, que sería lo más correcto, sino para montarse en ellas. Quieren que diga si va a ser candidato o no para que deje la dirigencia.  Y por supuesto, colocar  a alguien que decida de manera diferente como distribuir los recursos de los mexicanos en beneficio de sus campañas internas. 

Así, pues, pagamos el sueldo para que se defienda. Y los que quieren quitarlo, lo que buscan es hacer lo mismo  para proyectarse en eventos que serán legales en dos años. Por mientras,  los que no tienen esos beneficios, los  representados, tienen que buscar los mecanismos de siempre para su sobrevivencia.