Por: Dr. Marco Antonio Samaniego López *
Los asesinatos de presidentes municipales en varios puntos del país, las manifestaciones de los profesores que consideran alterados sus derechos laborales y los ansiosos candidatos para el 2018, hacen que el ya muy desgastado sexenio de Enrique Peña Nieto se vuelva un largo e incansable final de administración.
Desde el tema de la desaparición, y muy seguro asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el sexenio ha presentado escenas de franco deterioro. El tema de la Casa Blanca, que regresa a la opinión pública en estos días, aunado a los problemas de la economía como efecto de la caída de los precios del petróleo, genera una tensión en términos de la poca claridad en dos largos años de fin de sexenio. Parece ser que ya no se trata de gobernar, sino de sobrevivir en función de las instituciones que parecen tambalearse ante la figura de un ejecutivo débil.
¿Son problemas locales, focalizados, de algunos grupos regionales que se tienen demandas específicas? ¿O son resultado de una percepción de debilidad del Estado? La pregunta sobre el Estado fallido que se planteaba en el sexenio anterior, cuando menos para quien esto escribe, es vigente en relación a los caminos que ha tomado lo que, desde nuestra perspectiva, son acciones que reflejan una debilidad de Estado y de instituciones.
Los asesinatos de las autoridades locales no son un problema sólo del lugar en que suceden, demuestra la disminución de las instancias institucionales para resolver y dialogar los conflictos. El tema es que se ofrece una ventana para quienes en defensa de sus intereses no pueden observar posibilidades de negociación, sino del uso de medidas extremas para imponer sus ideas. Sin duda, para los casos de Oaxaca y Chiapas, nos muestra una debilidad de los ejecutivos locales que impresiona. Las declaraciones de Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, parecen más de un niño regañado que las del ocupante del poder ejecutivo estatal. El gobernador de Oaxaca, que pronto se va en términos formales, en un sentido real hace mucho que abandonó el cargo.
En sus declaraciones, el representante del ejecutivo nacional parece buscar causas que le retribuyan espacios de negociación que le permitan terminar su administración. Un futuro que se planteó como posible en sus primeros dos años de administración, ante el lejano 2018, en términos de gobierno, no existen promesas significativas que estén por cumplirse. Los grandes reformas, no parece que proporcionen el crédito suficiente para pensar que el gobierno terminará entre bombo y platillo. Las alabanzas sólo llegarán por los espacios que pagamos los mexicanos en los medios electrónicos, donde nos dirán que se cumplieron los compromisos. El gobierno dirá que hubo un buen gobierno, pero con nuestros recursos.
El tema de los asesinatos de los últimos días refleja condiciones de sobrevivencia. Si bien buena parte de los mexicanos, creo, deseamos un país con tranquilidad, de continuar esta tendencia el proceso sucesorio, que ya inició, no resultará nada fácil. Un sexenio debilitado como el actual, no es la mejor circunstancia para la planeación de un futuro. Por condiciones propias del país y por temas de orden internacional serán dos años intensos. Aunque, por cierto, existen voces que mejor piden la renuncia.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México. Su tesis doctoral, Los ríos internacionales entre México y Estados Unidos, fue galardonada como la mejor tesis en el año 2004 por la Academia Mexicana de Ciencias.