Paradojas democráticas
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Paradojas democráticas

México DF - lunes 8 de febrero de 2016 - FEDERICO LING SANZ CERRADA.
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Me resulta profundamente revelador lo que sucedió en el estado de Iowa hace una semana. El pasado lunes se llevaron a cabo los famosos “caucus” en dicha entidad estadounidense, siendo así el inicio formal de las precampañas a la Presidencia de Estados Unidos, próxima a renovarse en noviembre de este año 2016. Antes de hablar un poco de las sorpresas que este caucus arrojó, quiero mencionar que en próximas entregas haremos un análisis detallado del proceso por el que se elige al titular del ejecutivo, pues no es un sistema fácil de entender.

Lo que puedo adelantar en este momento es que a pesar que el sistema presidencial estadounidense fue inventado en este país, hay que decir que es el único que no elige a su presidente por voto directo; es decir, hay delegados y éstos son quienes toman la decisión y por ende, el principio de “una persona es un voto” no se cumple. Desde mi personal punto de vista, la democracia estadounidense es una paradoja cuando se habla del presidencialismo que tanto la caracteriza.

Ahora bien, como todos se imaginarán, la decisión y nominación interna de los candidatos en los partidos es un reflejo de ello: su elección tampoco es directa y los simpatizantes y afiliados eligen delegados, quienes a su vez escogerán al candidato que los representará en la elección formal. En todos sentidos esto es una paradoja democrática.

Sin embargo, antes de entrar en un proceso de análisis riguroso sobre lo que sucede en el proceso electoral de los Estados Unidos, quiero hablar de cómo la paradoja democrática que describimos arriba tiene otras vertientes y sorpresas. Veamos.

En primer lugar, la paradoja más interesante es la de Donald Trump. Prácticamente todos conocemos la postura del magnate inmobiliario y sabemos de sus puntos de vista. ¿Dónde está lo extraño en esto? Pues que no ganó el caucus y el vencedor fue el senador texano Ted Cruz. Es una revelación porque en todas las encuestas, Trump siempre mantuvo el primer lugar en las preferencias republicanas. Por muchos puntos hay que decirlo. Luego entonces vale la pena preguntarse qué pasó en Iowa. La explicación es sencilla: Trump fue demasiado estridente y por ende el triunfo fue de Cruz, que piensa de la misma manera que Trump, pero sin todo el ruido y la extravagancia que rodea al millonario.

La reacción de “El Donald” (como le dicen a veces) fue la de descalificar la contienda y acusar a Cruz de compra de votos. Trump es un mal perdedor. Lo que tenemos que preguntarnos entonces es: ¿si Ted Cruz fuera el Presidente de Estados Unidos, en qué posición y cuánto le conviene ello a México? Honestamente no creo que mucho. No tengo la impresión que las visiones del senador de Texas sean las más adecuadas o mejores para nosotros. Más bien lo contrario, y ya lo decíamos en algunas entregas anteriores: el daño de Trump ya está hecho, pues el discurso republicano está totalmente radicalizado.

La segunda paradoja de este ejercicio sería la campaña de Jeb Bush. Todos pensamos que un apellido de ese calibre tendría un resultado mucho más favorecedor (especialmente en un país de élites, como es Estados Unidos). Sin embargo su campaña fue un completo desastre y es evidente que no es el favorito para competir por la Presidencia. Si las cosas siguen así (y los republicanos moderados salen a votar subsecuentemente en el resto de la precampaña) yo pienso que el senador Marco Rubio podría ser el elegido.

Pero vamos ahora a analizar la tercera paradoja (o sorpresa, para ser más exacto). Me refiero al enorme porcentaje de preferencia que tuvo el senador por Vermont Bernie Sanders. Nadie pensó que fuera a estar a punto de arrebatarle el triunfo a Hillary Clinton. No lo logró, pero es francamente sorpresivo que haya obtenido prácticamente los mismos votos que la ex Secretaria de Estado. Esto nos dice que hay mucha gente (especialmente los jóvenes) que están convencidos del discurso del senador, por encima de Hillary (con todo y que se acusa a Sanders de socialista, si es que eso fuera posible). Me parece entonces otra de las paradojas democráticas que hemos podido presenciar en esta contienda es esto precisamente.

La democracia nunca está terminada y nunca está resuelta. No es un fin en sí misma, sino un medio para que podamos organizarnos mejor y tomar decisiones; para que el poder no se estanque con los mismos actores de siempre y que siempre haya garantías de libertad. Aún falta mucho camino por recorrer (que al cabo la democracia estadunidense solamente lleva más de dos siglos en vigencia).

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