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Memoria y recursos naturales

TIJUANA BC - viernes 5 de febrero de 2016 - Marco Antonio Samaniego López *.
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Columna: 
MARCO ANTONIO SAMANIEGO LÓPEZ

TIJUANA BC 5 DE FEBRERO DE 2016.- Un documento de suma importancia signado el 20 de diciembre de 2012 fue el acta 319. En dicho escrito,  se propuso por un periodo de cinco años modificar la tabla de entregas de agua del río Colorado a México. De ser una cuota fija, por asignación mensual, se tomó como referente la altura del volumen de agua en la presa Hoover, en los límites de Arizona y Nevada. 

La minuta  fue signada como apoyo a México, en función de los daños  que sufrieron las obras de irrigación en el Valle de Mexicali, como efecto del temblor del 4 de abril de 2010.  En relación a ello,  organizaciones ambientalistas, promocionaron con éxito que una cantidad de agua se destinara para rehabilitar algunas zonas específicas del bajo delta del río Colorado, en la parte correspondiente a nuestro país. 

El argumento ofrecido en la minuta 319, fue que ante los posibles efectos del cambio climático en la variabilidad de la corriente, es necesario estudiar nuevas formas de efectuar la entrega del agua a México.  Si bien el tema de los  posibles efectos del cambio climático es  un asunto de suma relevancia, un punto es necesario destacar: desde los primeros años del siglo XX se ha tenido pleno conocimiento del que la corriente del río cambia constantemente. Es decir, argumentar que el caudal del río puede cambiar en razón del cambio climático es colocar un discurso que actualmente se repite  como prioridad mundial. Sin embargo, la variación del caudal de la corriente internacional  fue documentada, como ya apuntamos, desde principios del siglo XX. 

En la región en que nos encontramos, la característica común de buena parte del norte mexicano y el oeste estadounidense, es que  sus zonas agrícolas y ciudades  dependen de  recursos hídricos que es necesario trasladar a grandes distancias. Pero además, para el caso del Colorado, es una corriente de índole internacional, sujeta a  normas y procesos de construcción de acuerdos de suma complejidad. 

En estos días en  que las lluvias y nevadas que se han registrado en  la zona, tanto en  México como en Estados Unidos,  se puede llegar a pensar que el problema  lo soluciona la madre naturaleza. Sin embargo, como hemos apuntado arriba,  la manera en que se ha desarrollado buena parte del norte mexicano y el oeste estadounidense desde finales del siglo XIX hasta la actualidad es por la construcción de obras  hidráulicas de gran envergadura. Para  otras generaciones que vivieron la angustia de no tener idea de cómo controlar la corriente o poder abrir tierras al cultivo, fue el reto de su vida.  Por diversos caminos institucionales, que aquí no podemos abordar, se llegó a decisiones y acuerdos que han impactado la vida de millones de personas en  los siglos XX y XXI. Lo sintetizamos al mencionar que  ciudades como Los Ángeles y San Diego, en California,  Tijuana  y Mexicali, en Baja California, dependemos de las decisiones que tomaron desde principios del siglo XX. Desde entonces se sabía que la corriente era variable. 

Por ello, la construcción de memoria sobre los problemas ambientales, y para este caso,  sobre una corriente de índole internacional, es de suma relevancia para  generar nuevos acuerdos que no contemplen sólo las discursividades de moda,  que apelan precisamente a que no existe una memoria colectiva sobre  dichos temas. Y para el caso de la zona en que nos encontramos, son de la mayor importancia. 

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México. Su tesis doctoral, Los ríos internacionales entre México y Estados Unidos, fue galardonada como la mejor tesis en el año 2004 por la Academia Mexicana de Ciencias. Es coautor del libro de  Historia y Geografía de Baja California para tercer año de primaria. Coordinador de la obra Ensenada, nuevas aportaciones para su historia, así como el guión museográfico del Museo de las Californias. Recibió el premio nacional de investigación histórica Atanasio G. Sarabia en 1997. Autor del libro Nacionalismo y Revolución. Los acontecimientos de 1911 en Baja California. También  ha escrito entre otros   libros se encuentra Los gobiernos civiles en Baja California, 1920-1923. Un estudio sobre la relación entre los poderes locales y federal y Breve Historia de Baja California. 

Ha publicado más de cuarenta artículos en revistas nacionales, internacionales y capítulos de libros. 

Fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California en dos periodos, 1996-1999 y 2oo7-2011. 

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