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La innombrable

TIJUANA - domingo 29 de noviembre de 2015 - Gilberto Lavenant S.
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Por: Gilberto LAVENANT

La soberbia, hace a los individuos, hombres o mujeres, perder la proporción de las cosas. Les hace sentirse poderosos, influyentes e intocables.

   Un claro ejemplo de esto, es el caso de doña Carolina Aubanel Riedel. Empresaria televisiva, hija del primer alcalde de Tijuana, Dr. Gustavo Aubanel, en la administración del gobernador José Guadalupe Osuna Millán, emprendió un proyecto, en principio fabuloso, pero absurdo.

   Pretendía construir una plaza cívica, entre el edificio del Palacio Municipal y el Centro de Gobierno del Estado, encima del parque “Benito Juárez”, que denominó Zócalo “”11 de Julio”.

   Para ello constituyó un patronato, bajo el supuesto de que se trataba de un movimiento ciudadano.  

   Se trataba de construir una enorme plancha, volada, que comunicara la catedral, la plaza río y el Centro Cultural, así como las oficinas del gobierno estatal. El problema básico, era que pretendía ocupar, el espacio arbolado, existente en esa zona.

   El proyecto fue expuesto en sesión de cabildo del XIX Ayuntamiento, encabezado por el exalcalde panista Jorge Ramos Hernández, y al no hacerle objeción alguna, doña Carolina supuso que eso significaba que se lo habían aprobado.

   Sin embargo, en cuanto se reveló la intención de realizar dicha obra, dizque para que Tijuana contara con una enorme plaza cívica, como en algunas ciudades del país, conocidas como zócalos, surgieron grupos de activistas opositores, que se opusieron a que se talaran los árboles del Parque Benito Juárez.

  Incluso, hubo opiniones de destacados profesionistas en diversas materias, señalando lo absurdo de la obra.

  No obstante, doña Carolina continuó impulsando el proyecto. Esto dio lugar a que se le identificara como “La plaza del capricho”.

  Las obras se iniciaron, en predios del gobierno estatal. Ahora se sabe, que solamente el gobierno del Estado obtuvo licencia de construcción, a fines del 2010, Pero esto no comprendía la zona arbolada, que además de ser de uso público, está bajo el dominio del gobierno municipal.  

  Después de múltiples recursos legales, hechos valer, para frenar el proyecto, finalmente, el Tribunal de lo Contencioso  Administrativo, ordenó al Ayuntamiento que suspendiera las obras, luego de que no logró acreditar que habían sido autorizadas legalmente.

  Se corroboró, que el patronato de doña Carolina, no obtuvo autorización para realizar obras que afectaran el Parque Benito Juárez. La única licencia, la tramitó el gobierno estatal, a fines del 2010. Pero sólo para los predios estatales.

  La clausura de las obras se llevó a cabo el martes 29 de septiembre del 2015. Funcionarios estatales, advirtieron que recurrirían a un juicio de amparo, para dejar sin efecto la clausura. Y efectivamente, así lo hicieron.

  Era algo temerario y prácticamente imposible, que se pudieran reanudar. El gobierno municipal clausuró las obras, porque así lo ordenó una autoridad judicial. El amparo resultaba improcedente.

 En días pasados, el abogado José Ángel Peñaflor, promotor del recurso legal, que dio lugar a la clausura de las obras, hizo saber que el juzgado federal que conoció del recurso legal hecho valer por el gobierno estatal, negó la suspensión definitiva solicitada, respecto de los actos del gobierno municipal.

 De acuerdo a dicha resolución, el proyecto del Zócalo, prácticamente se fue al bote de la basura.     

 Desconocedora del derecho, doña Carolina, soberbia, aseveraba que vencería a los opositores del proyecto del Zócalo. Que la suspensión de las obras, no era definitiva.

 A principios de noviembre, al asistir, como invitada especial, a la reunión de un grupo político, para promover sus aspiraciones a contender por la alcaldía de Tijuana, por la vía de los independientes, fue cuestionada respecto a la suspensión de las obras del Zócalo.

 Doña Carolina, miró pequeños a quienes le cuestionaban y sentenció: “Si la obra se suspende, me dejo de llamar Carolina”.

 Y remató, con una frase grosera: “Si nos difaman y critican, hay que volar más alto, porque a las ratas no les gustan las alturas”.

 El caso es que, todo indica que las obras del Zócalo, ya no se reanudarán. Falta ahora, que doña Carolina cumpla lo que dijo: que deje de llamarse como tal.

  Ahora, en las redes sociales, ya se le conoce como “La innombrable”.

  Definitivamente, la soberbia es mala consejera. Los tiempos cambian. La condición social, económica o política de una persona, no le da privilegio alguno. La autoridad, no tiene por qué tolerar caprichos de nadie. Llámese como se llame.

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