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Un hombre con suerte

México DF - viernes 27 de marzo de 2015 - Marco Antonio Domínguez Niebla.
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No fue porque haya detectado en mí un talento desbordante así a primera vista, ni porque me hubiera sometido a una exigente prueba de redacción y periodismo que tuviese que aprobar con nota sobresaliente, como uno imaginaría de acuerdo a la dimensión de la empresa representada por el contratante. No, ¿para qué voy a mentirles? Son de esos golpes de suerte que nada tienen que ver con la capacidad. Es más bien como estar en el lugar y el momento adecuado, y cruzarte en el camino de la persona igualmente adecuada. Recuerdo que lo vi deambular, con una leve cojera y su facha de obrero del oficio, entre un montón de gente que, como él, estaba en lo suyo sobre la zona de prensa del Estadio Caliente, aquella tarde de caras conocidas que salían por televisión ofreciendo el reporte de “la ida por la gran final del futbol mexicano, ganada 2-1 por los Xolos del Turco sobre los Diablos de su mentor, el Ojitos”. “Buena cobertura, René”, le dije, como si por el hecho de leerlo habitualmente, lo conociera de años. Sorprendido, el colega Tovar apenas respondió con un tan lacónico como tímido “gracias”, casi al lado de García y Martinoli y Campos y Paco Gabriel y otros cuantos futbolistas convertidos a comunicadores, sumamente socorridos en esos momentos por los colegas locales. “Podemos platicar”, le pregunté, y desenfundé la grabadora como si fuera el arma mediante la cual pudiera sacarle a ese hombre, a modo de confesión, todo el esquema planteado por “El líder mundial en deportes” para la cobertura de la final del futbol mexicano. “¡No!”, respondió, lanzando un persuasivo ademán que me llevó a descargar el “arma”. “Es que la empresa es muy cuidadosa y no puedo declarar a su nombre”, argumentó. Pero, a cambio, tras charlar “off the record” por unos cuantos minutos, parados sobre los túneles de “la perrera más grande de México”, el editorialista reviró con cierta desesperación, como si se jugara una última carta: “¿Escribes?, dame tu número, es que necesito un corresponsal en Tijuana para el portal de ESPN, ´el punto com´, este domingo que juegan la vuelta en Toluca”. La siguiente comunicación, el domingo muy temprano, fue telefónica, de su celular al mío, y más tarde, la siguiente, fue a la inversa, el domingo ya avanzada la noche, casi lunes, de mi correo al suyo: “Miles reciben a Xolos tras coronarse en Toluca”. Y un día después: “Desfilan los campeones por las calles de Tijuana”. Lo recordé con afecto ahora que lo leía vaticinando con tino la continuidad de Matosas en América. Lo recuerdo también, cojeando sin que nadie lo reconociera por los pasillos del estadio de Tijuana, cada vez que renuevo mi currículum vitae.

Visita de corrido.
Irrumpieron en la redacción del periódico para exigir la renuncia del colaborador de la sección deportiva. La pareja parecía desesperada, así como si en tal misión les fuera la vida, o cuando menos la pérdida de su única fuente de subsistencia. Él tomó la palabra, y ella le ayudaba hablándole quedo, al oído, como una especie de apuntador de esos que utilizan los actores de telenovela para repetir un guión previamente establecido: “Me quiere desprestigiar, no sé qué le hice, pero voy a demandarlo penalmente por difamación y porque quiere que el alcalde me destituya, así que sería bueno que lo despidieran, que lo corran, por atacar sin motivo a un ex campeón mundial como yo, porque soy un ex campeón mundial al que toda la gente quiere, ¿sabían eso?, soy ex campeón mundial, una gloria del deporte local que no se merece el trato de un periodista amarillista y de toda la bola de envidiosos que sólo ven lo malo de mi trabajo y no miran todo lo bueno que hacemos mi esposa y yo en la comisión de box, porque ahora soy comisionado, comisionado de box, y no tengo nada que reportar ni dar cuentas a nadie, porque nadie me paga un peso, nada de nada, pues este cargo es honorable, honorable como yo, yo que peleé contra los mejores del mundo…”. Y habló y habló, así sin pausas, ni puntos y aparte, ni puntos y seguido, algo que en su condición ya resultaba meritorio, aunque estéril.

Clásicas emociones.
“Son emociones momentáneas, pasajeras. Intensas pero fugaces. Un dolor profundo, una alegría enceguecedora pero que al día siguiente se va, desaparece sin dejar huellas físicas visibles, como la varicela”.Así describe Roberto Fontanarrosa ese sentimiento experimentado por los perdedores y los ganadores de un clásico de futbol. El cuento escrito por el ya fallecido autor argentino se llama “La observación de los pájaros” y trata de un hombre que prefiere escaparse, caminar por la calle sin rumbo fijo, sin ver ni escuchar a cualquiera que amenace con enterarlo de lo que sucede en ese momento sobre la cancha donde Rosario Central, su equipo, enfrenta al acérrimo rival vecino, Newell´s Old Boys. Lo mismo puede suceder, incluso, en algún punto del noroeste mexicano con un hombre concentrado sobre las gradas de un estadio mientras trabaja dando cobertura a un encuentro de tercera división, sin atreverse a ver su teléfono, aislado de cualquier amenaza que pueda enterarle de lo que pasa en un sitio tan lejano como Barcelona, donde hora y media después ha perdido el Madrid. Se los cuenta un periodista de vuelta a la realidad, informado, e invadido por una alegría enceguecedora, pasajera, intensa pero fugaz.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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