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Apuntes Perdidos

ENSENADA, BC - viernes 28 de noviembre de 2014 - Marco Antonio Domínguez Niebla.
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Nota para llevar. La pregunta ha sido preparada durante el camino por esa carretera sustituto cuyo cierre momentáneo ha dejado a punto de la incomunicación al puerto de la frontera, apenas por unas horas. Como sucede con los anuncios de este tipo, la identidad del hombre que será presentado para conducir a los renovados Toros es un secreto a voces, incluso días antes de develarla de manera oficial. Eso ha facilitado la tarea. Momentos más tarde, ya frente a Eddie Díaz, el reportero lanza la pregunta preparada entre las habituales charlas cómplices del par de socios y amigos a lo largo de los más de 100 kilómetros de trayecto. El efecto ha sido inmediato. El manager tri campeón con los Yaquis de Ciudad Obregón sonríe, con la mirada encendida y los recuerdos agolpados, en cuanto escucha el solo nombre: Iker. El reportero lo ha conseguido, y entonces emprende el camino rumbo a esa carretera que lo llevará de regreso al puerto donde nació el jugador favorito de Eddie, aquel que sería el primero si le dieran a elegir un solo refuerzo.

En gustos… Sangre, mucha sangre. Narices escurriendo. Las cejas igual, partidas a modo de navajazo ahí donde la hemorragia toma tinte de escándalo. Una carnicería a base de rodillazos, patadas, puñetazos al rostro del adversario ya vencido sobre el suelo, cuellos aprisionados en espera de la rendición, frente a una fanaticada enardecida que ha llenado el Centro de Convenciones del Hotel San Nicolás. Y para cerrar con la mayor de las emociones, el retirado ídolo local desafiando al victimario del peleador de casa derrotado en el combate estelar. Ya hacía tres años que a Ensenada no llegaba una función de eso a lo que llaman Vale Todo o Artes Marciales Mixtas. El 5 de diciembre habrá otra función. Por fortuna, será de boxeo.

Lateral compartida. Adelante todo iba de maravilla. Biyik y Zague metían todo lo que les enviaba Kalusha. Era el descubrimiento de Del Olmo haciendo mancuerna con Lara en la tarea de equilibrar el medio campo, justo detrás de donde se gestaba el nacimiento del gran Cuauhtémoc, en sus primeros días como titular. En la central el Potro y el Halconcito cumplían, y Juan desbordaba cuantas veces lo intentaba por esa banda derecha tan suya, de ida y de vuelta. En el arco el Negro Chávez, aquel porterazo ensombrecido por la talla del argentino Zelada, su antecesor. Y en la banca, puro lujo: el brasileño Edu y los argentinos Barticciotto y Martelotto. El único problema era esa lateral izquierda donde el revolucionario técnico holandés se empeñaba en alinear una y otra vez, en alternancia con el dueño de ese sector durante los años de gloria previos, desde 1985 y hasta 1995, a ese jugador llegado de quién sabe dónde. ¿Fue tu último torneo ese en el que te alternaban en la lateral? Sí, todavía alcancé el equipo de Leo y no jugué tan poco, fueron 28 juegos, una buena temporada, dice ahora Memo Naranjo, el defensor americanista a lo largo de esa década generosa en cuanto a trofeos, ahora convertido en todo un señor responsable de las escuelas de América, de visita en Ensenada. De Rafa Bautista, su alternante en la 1994-95, quién sabe qué habrá sido.

A unas horas de la cita. Todo tendría que salir bien. El primero contra el octavo. Además, el rendimiento de uno y del otro no daría para pensar en la sorpresa, más allá de que el primero haya dejado ir un montón de puntos en cuanto se consumó ese generador de excesos de confianza llamado calificación, y el segundo apenas alcanzó a entrar por la generosidad esa a la que llaman Fiesta Grande. No debería estar nervioso, pero lo estoy. Eso del uno contra el ocho. Y en liguilla…

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