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Apuntes Perdidos

TIJUANA, BC - jueves 31 de julio de 2014 - AFN.
1733
Por Marco Antonio Domínguez Niebla
 
Una historia de tercera. El inversionista de un equipo busca a los dos socios del otro equipo. Ambos proyectos no dejaron más que deudas por cubrir, como bien lo sabían el inversionista y los dos socios, seguramente. Al final del torneo se reúnen para conciliar y que en vez de socios sean tres y que en vez de dos equipos en la ciudad sea sólo uno (o uno solo). La idea original es que el equipo ya no sea de tercera sino de segunda. Pero eso cuesta más y el inversionista no logra convencer a los dos socios de luchar por un equipo de segunda. El inversionista quiere comprar la franquicia. Los dos socios no, ellos prefieren buscar el ascenso en la cancha compitiendo en tercera. Al paso de los primeros meses, el inversionista designa un director deportivo y un director técnico. Los dos inversionistas dejan la misma estructura directiva, si es que a eso se le puede llamar estructura directiva. El inversionista y los dos socios no congenian, tienen sus diferencias de objetivos y de maneras de trabajar. Llega el día de consumar el aval del nuevo equipo que unirá a aquel plantel que representó el inversionista y aquel que sacaron adelante los dos socios. Sin embargo, a esa altura de la historia, la relación se ha fracturado.
 
Algo falló en cuanto a la comunicación. Los dos socios consuman la nueva franquicia. Pero el inversionista no aparece en las fotos ni aparece por ninguna parte. Cada uno parece haber tomado su camino. Los dos socios siguen con su equipo de tercera división con un nuevo nombre que pretende exorcizar cualquier rastro de su pasado. Y el inversionista planea la compra de su franquicia. Él quiere dejar de ser de tercera. Quiere pescar una de segunda.
 
Bendición contra malos. El periodista toma partido. No puede ser imparcial. Tampoco quiere serlo. No en ese tema. Por eso cuando recibe esa misiva inflamada, burlona e hiriente, pero escrita con fundamentos contra el tramposo ese por uno de sus detractores, no halla cómo ni a quién agradecer la bendición de ejercer un oficio en el que puede enaltecer a los buenos y atormentar con cada una de sus publicaciones a los malos, como el sujeto ese cuyo descrédito es su mejor recompensa.
 
Cosa generacional. Llega Nacho, el arquero de la selva. Y entonces fue inevitable la remembranza por el “Coruco” Díaz, aquel estadio que era como “una sucursal del infierno”, según referían los cronistas de antes. Y luego, a la misma sala de prensa, llega el “Harapos” para ser homenajeado en su ciudad natal por los directivos del equipo local, en recuerdo a la brillante carrera que desarrolló como abastecedor de pelotas de gol servidas a los delanteros del “ingenio cañero”, como le llamaban los cronistas de antes, cuando el futbol y las voces que lo describían eran otra cosa no sé si mejor o peor, pero tengo la certeza de que eran otra cosa tan distinta a la de ahora. De repente me siento como el mismo chiquillo que los veía por televisión, sólo que treinta y tantos años después y en la sala de prensa del Estadio Caliente. Los chicos que se sientan a mi lado han salido del lugar con un par de testimonios más expresados por el actual técnico del nuevo Zacatepec y a un señor de edad avanzada que lleva consigo una placa y una camiseta en reconocimiento a su trayectoria. Yo no. Yo acabo de ver a Nacho como si fuera el mismo que tapaba casi todo lo que le pateaban al arco y al “Harapos” como si fuera el mismo que creaba jugadas de peligro vestido de blanco y con la franja tan verde como horizontal cruzando el pecho.
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