Diana Álvarez

Columna: La Silla Rota

 

La vida en sus constantes cambios me trajo a Melbourne, Australia, desde enero 2013. Antes de aventurarme a dar mis impresiones de cómo se ve México desde este lado del mundo, he aquí algunos aspectos que definen mi experiencia.

 

En primer lugar debo confesar que mi conocimiento sobre lo que me esperaba en Australia era muy poco, en términos prácticos se reducía a saber que tenía un clima, los canguros paseaban libres y surfear era parte de las actividades diarias de los australianos. Salvo por los canguros (y eso con algunas excepciones), en poco tiempo me di cuenta de lo poco que sabía sobre la Australia real. Así entonces dejé atrás estereotipos y etiquetas para en su lugar apreciar y conocer lo más que se pueda del país y la región.

 

Físicamente la distancia es abrumadora. El viaje desde México implicó una verdadera travesía. Más de 24 horas en vuelos y 15 horas de escalas aunadas a las 17 horas de diferencia entre la Ciudad de México y Melbourne hicieron que me tomara más de dos días llegar a mi destino. Sin embargo, una cosa es encontrarme físicamente en el país, y otra muy distinta es instalarme y sentirlo propio, crear mi hogar. Ello tomó un poco más de tiempo pero estando aquí junto a mi esposo, por ahora, éste es mi hogar.

 

Con el tiempo me he acostumbrado a “vivir en el futuro” a calcular las horas de diferencia entre México y Melbourne y a identificar el momento del día más conveniente para comunicarme al otro lado del mundo. Ya entrada en una buena conversación más de una vez he olvidado la distancia y me refiero a eventos o personas como si nos encontráramos en la misma ciudad.

 

He tenido la fortuna de poder saciar mi hiperactividad involucrándome en diversas actividades más allá del aspecto educativo. Contaré más al respecto en siguientes participaciones, por ahora basta decir que gracias a ello he podido conocer la percepción que diferentes sectores de la población tienen de México y dentro de lo posible tratar de cambiar los estereotipos que se tienen sobre nuestro país y los mexicanos, que van más allá del sombrero y el tequila.

 

Volver a la vida de estudiante implicó un cambio en vestimenta, hábitos alimenticios y horas de sueño, y también el reconocimiento de que no es lo mismo desvelarse ahora haciendo un trabajo final que cuando hacía lo propio durante la licenciatura, hace ya varios años. Sin embargo, un aspecto nuevo es el multiculturalismo en el que se desenvuelven mis estudios actuales y que es reflejo del multiculturalismo que se vive en la ciudad. Siempre digo a tono de broma que la comida nacional es el sushi, y es que es lo más vendido, buscado y comido por la mayoría de la población. Caminar por el centro de Melbourne es la experiencia más cercana a pasear por un barrio en Bangkok o en Saigón sin salir del territorio australiano. Se vuelve costumbre escuchar a la gente hablar francés, chino, español, malayo, indonesio, italiano y un sin fin de lenguas, y sucede lo mismo en los salones de clases. Mis estudios no serían los mismos sin ese intercambio de experiencias y las buenas amistades que se construyen más allá de las diferencias en lenguaje y cultura.

 

Estudio con gusto, pero igualmente disfruto enormemente las vacaciones escolares. Por ahora no existen negociaciones para tomar un par de días y juntarlos con el fin de semana para lograr cuatro onerosos días de vacaciones, siempre teniendo la posibilidad tener que volver a la oficina si surge una urgencia. Gracias entonces a la vida estudiantil hemos podido viajar dentro de Australia, visitar Asia y recientemente Nueva Zelanda. La cercanía es relativa cuando incluso para cruzar de Sur a Norte de Australia se requieren cuatro horas de vuelo, pero una vez pasada esa brecha, el Sudeste Asiático se ofrece en la palma de la mano, y los bajos costos le hacen accesible y una experiencia obligada para cualquier estudiante instalado en Australia. Después de estos viajes, queda más claro el papel que Australia juega en la región, la importancia de su actuación internacional y los constantes intentos del gobierno australiano por sentirse parte de lo que consideran es “el siglo de Asia”.

 

Algo que sí tenía claro y que mi trabajo me había permitido conocer es la creatividad y el dinamismo de muchas instituciones del gobierno australiano. Es cierto que el sistema de gobierno es parlamentario, diferente al mexicano, pero también es cierto que el federalismo es un aspecto común y que aquí se cumple al pie de la letra. También es cierto que el tamaño de población es mucho menor, la población total alcanza los 23 millones de habitantes, muy por debajo de los más de 120 millones en México; esto aunado a la extensión territorial, el clima, el multiculturalismo y el tamaño y estructura de nuestras economías nos hacen distintos, pero no por ello menos valiosos. Para ambos países sería prudente escuchar y aprender del otro.

 

Es en ese contexto, que he intentado hacer de mi experiencia una oportunidad para compartir lo que conozco de México, pero también entender y analizar lo que se hace y se vive en esta región. No pretendo contar una verdad absoluta o generalizar lo que sucede, sólo espero mis participaciones sirvan para crear vínculos con un país que nos es tan ajeno, que me era tan ajeno hasta hace unos años. Al mismo tiempo pretendo mostrar lo que para mí ha sido evidente a lo largo de esta experiencia: México tiene mucho que ofrecer al mundo, es rico en recursos y está lleno de gente con ganas de trabajar y mejorar. Más allá de aspectos políticos, mejorar las condiciones de nuestro país debe ser premisa para todos, y motivación particular para quienes nos encontramos en la búsqueda de las herramientas y conocimientos necesarios para dejar de tener un modelo imaginario de país y convertirlo en realidad.

 

@DianeAlca