Por: Marco Antonio Samaniego
TIJUANA BC 21 DE ENERO DE 2021.- El lenguaje de odio terminó por hartar a muchos estadounidenses, pero no a todos. Trump se fue, pero quedaron muchos que piensan que sus políticas debieron continuar. Incluso, como lo observamos el 6 de enero, un grupo estuvo en el capitolio, con intenciones de eliminar la posibilidad de que el congreso no diera conclusión al largo proceso electoral. Incluso, un sistema desconocido en muchos aspectos dado que, en ocasiones anteriores, el triunfo era reconocido mucho antes por quien no era favorecido en la elección.
Los días posteriores al 6 de enero, la palabra vergüenza era de los más común. ¿Cómo en la democracia, ejemplar para muchos, se había registrado un evento como ese? Era, indicaron muchos, un acto más propio de otros países, como los del tercer mundo. Incluso, hubo quienes llegaron a decir que era el día más vergonzoso en la historia de Estados Unidos.
Así, parece que la democracia de las democracias tuvo un episodio aislado, único, sólo en tiempos e Trump. Un atentado, pues, a una forma de vida que, bajo un término político, parece ignorar una historia que demuestra lo contrario.
Todavía en las décadas de 1960- 1980 en esa democracia existía una discriminación de facto. Si bien las luchas civiles de los 60’s registro avances notables, todavía hace cuatro décadas había áreas en las que los afroamericanos no podían ingresar. Terminar con ello fue por la expedición de leyes que obligaron a cumplir con ciertos requerimientos, pero la discriminación ahí estaba.
A principios del siglo XX, ser miembro del Ku Kux Klan era una forma de vida para cientos de estadounidenses. Las ideas de supremacía racial estaban en las formas de organización social y en las practicas escolares, laborales, maritales. La supremacía se demostraba “científicamente” por los eugenistas y las medidas de control natal eran impuestas a varios cientos de mujeres quienes, sin saberlo, eran esterilizadas. La razón, no ser blancas.
Por ello, cuando dicen que Franklin D. Roosevelt, o algún otro, era un gran presidente, ubiquemos que no eran precisamente decisiones para todos. El todos era un todos para quienes gozaran de una forma de identidad ligado al color de la piel. En 1896, esta división quedó reconocida por el caso Plessy vs Ferguson, de donde surgió el “separados pero iguales”, es decir, iguales ante la constitución, pero cada uno toma agua de diferente llave, entra a un baño diferente y en el camión, los afroamericanos van atrás, los blancos adelante, sin importar la edad o la condición de género.
Esa era la democracia, ejemplo para todos, dicen, antes de Trump y de sus votantes. Incluyo a Roosevelt porque si bien su esposa tuvo acercamientos con grupos organizados de afroamericanos y hubo leyes laborales que pretendieron cierta igualdad de condiciones, en los hechos tardó muchos años en llevarse a la práctica.
¿Entonces, porque el día 6 de enero de 2021 es tan vergonzoso, o el más vergonzoso en la historia de Estados Unidos? No sería mejor, ubicar que esos estadounidenses son quienes buscan retomar antiguas practicas y una identidad basada en el color de la piel. Trump nunca los condenó, incluso los alabó en varias ocasiones. ¿Por qué se pensó que los miembros de estos grupos supremacistas estarían tranquilos, dejando que una postura contraria a la suya triunfara?
Se fue Trump, aunque dice que volverá, que esto es un episodio. Si antes del 6 de enero era posible un Trump en 2024 es posible que su capital político se fuera por la borda.
Pero su promesa de verlos pronto es una señal que no podemos ubicar sus posibles significados. Eso sí, nos indica que el lenguaje de odio estará ahí, buscando otro momento.
Activos y organizados, con Trump o sin Trump, las tesis que estuvieron vigentes hasta hace medio siglo parecen prometer su regreso, vestido con el lenguaje de la identidad y el patriotismo.
En redes sociales y en los noticieros se repitió que eso no era “América”, que lo sucedido era “unamerican” – sobre todo en CNN – pero eso fue un acto que nos recuerda que aun hay quienes se sostienen en un discurso de superioridad, que afortunadamente fue vencido por los votantes, pero que no se fue con las leyes de los derechos civiles. Y eso, para nosotros es importante: estamos a un ladito.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor