¿Por qué es relevante el tema de la presa La Boquilla?
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¿Por qué es relevante el tema de la presa La Boquilla?

Tijuana BC - jueves 10 de septiembre de 2020 - Marco Antonio Samaniego.
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Por: Marco Antonio Samaniego

TIJUANA BC 10 DE SEPTIEMBRE DE 2020.-El tema de la presa de La Boquilla es mucho más que unos agricultores que luchan por el agua. Los agricultores de la zona involucrada en el estado de Chihuahua son quienes viven cada año el dilema de ver que en las presas que conforman el distrito de riego, deben dejar salir agua para cubrir lo acordado en el Tratado Internacional de Aguas de 1944. Su duda es la misma que la de otras zonas, como el valle de San Luis, en Colorado, o buena parte de Nuevo México, donde deben dejar pasar el agua y ver que, en otro país, esa agua se recibe y se utiliza en la agricultura. Para el alto Bravo, es agua que se recibe en Ciudad Juárez, también en Chihuahua. Esa parte está acordada en otro tratado, firmado en 1906 y sigue vigente. Cabe decir que algunos dicen que el de 1944 cubre todo, pero no, el de 1906 es para el alto Bravo y   en el propio estado de Chihuahua se obtienen los beneficios de lo que agricultores de Colorado y Nuevo México se quejan. 

De igual forma, en Colorado, Wyoming o Utah, deben dejar pasar el agua, producto de las nevadas, y de manera obligatoria no utilizarla para sus propósitos.  Los de abajo, es decir, California, Arizona y nosotros, somos los beneficiarios de que en los estados superiores de la cuenca tengan la obligación de dejar pasar el agua. Dicho de manera sencilla, en Tijuana, hoy, quienes tomen su baño, se laven las manos o   los platos, reciben un líquido que viene desde Colorado y Wyoming, donde se gestan movimientos en contra de ello con frecuencia. 

En las discusiones en el senado de la republica en 1945 y 1946, no se lograba entender porque agua que cae en México debía ir a Estados Unidos, pero a todos les gustó la idea de que agua que cae en Estados Unidos venga a México. Ese es un resumen de cómo se construyó la frontera entre México y Estados Unidos en el siglo XX, con grandes inversiones en la ingeniería hidráulica que involucran la vida cotidiana de millones de personas.  Para este caso, presumiblemente, todos los potenciales lectores de este escrito. 

En la zona que rodea el distrito de riego de Ciudad Delicias, la Boquilla y otras presas son el eje rector de la economía. Por ello, las quejas son permanentes. En la década de los noventa del siglo pasado, Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano llamó varias veces a revisar el tratado de 1944, sin vincularlo con el de 1906. El entonces candidato presidencial, insistía en que no debía entregarse agua a Estados Unidos, pero no decía nada del valle de Mexicali (o nosotros). Es decir, revisar uno sin el otro, propuesta que por cierto realizaron también los californianos desde 1940 o los de Arizona, que no querían entregar una gota de agua a México.  Por ello, desde 1950 hasta la fecha, alguien propone, en Estados Unidos o en México, que se debe renegociar. Todos quieren más agua, pero nadie levanta la mano para indicar que está dispuesto a dársela al otro. No sólo de país a país, sino entre estados de cada país.  Los conflictos, por ejemplo, entre Nuevo León y Tamaulipas, también son constantes, sobre todo desde la construcción de la presa El Cuchillo, en el río San Juan en la década de 1990. 

Dicho de manera sencilla. Cuando se dice que se debe renegociar el tratado porque está viejo, debe también pensarse que propuestas se van a realizar, porque otros, varios miles de asociaciones de agricultores, o ciudades, o ejidos, de cualquier lado de la frontera, está dispuesta a ir a negociar para recibir más agua, pero nadie va a negociar para recibir menos. Ese es el dilema en que se vive desde, cuando menos, la década de 1910, cuando se empezó a negociar el tratado y que finalmente se concretó en 1944, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, es decir, cuando la cooperación era el discurso de ambos países. 

Así, pues, hay muchas presas de La Boquilla, muchos agricultores con temor sobre el agua y muchas ciudades que reclaman a los agricultores – en Estados Unidos o en México – que usen menos agua, que se tecnifiquen, porque las ciudades necesitan más. Las pugnas en Sonora, con los yaquis y el llamado acueducto Independencia, son parte de esa pugna. 

¿Quién quiere ir a negociar por menos agua para su entidad?  La pregunta debe ser la primera en realizarse antes de proponer cualquier cosa. Si no, no tiene caso ni sentarse. No veo a Texas decir, está bien, quédense con el agua a la que hemos tenido derecho y que en Estados Unidos digan, bien, no les quitamos en el alto Bravo, o en el Colorado.  No creo que nadie pueda convencer a ninguna organización a estar preparada para desaparecer. 

En términos generales, desde la década de 1950 el agua de las dos corrientes internacionales esta sobre concesionada. Es decir, siempre se pide más y no hay forma.  Eso sucede en los dos países, y luego una ciudad levanta la mano para indicar que aportan al PIB y que alguien debe de perder. Los Ángeles, San Diego, Denver, Phoenix, Tucson, por mencionar algunas en Estados Unidos, levantan la mano. Tijuana, Tecate y Playas de Rosarito, Ciudad Juárez, levantan la mano, o mejor dicho vivimos con la mano levantada porque siempre se requiere más para los usos urbanos. 

Ese es el marco de referencia que proponemos para comprender los acontecimientos en La Boquilla. Es decir, va más allá del deseo presidencial, de exgobernadores involucrados, de asociaciones de agricultores, o de “politiquerías”. Por supuesto que las organizaciones políticas quieren sacar beneficios de ello, como siempre ha sucedido.

Por supuesto que los agricultores de la zona tienen razones legitimas para estar en desacuerdo. Les corresponde ver pasar el agua y dejarla ir, nada fácil. Aquí donde estamos, es otra agua, pero somos quienes reciben los beneficios del tratado de 1944. Desde 2004, nosotros hablamos de la construcción de una región hídrica, con dos ríos vinculados entre sí, con beneficiados y con quienes, deben dejarla ir, en Chihuahua, en Nuevo León, en Colorado y Wyoming, y en todos lados, el conflicto reaparece constantemente. Esa es la realidad de 60 millones de personas que dependemos de dos cuencas internacionales. 

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor

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