Por: Marco Antonio Samaniego
TIJUANA BC 6 DE MARZO DE 2020.-La idea de la ausencia por un día no era para descansar, sino para hacer sentir a todos y todas lo que implica para una mujer ser asesinada, violada o golpeada. No acudir tiene el sentido de remarcar que una de ellas, cualquiera, está expuesta a una arbitrariedad y que si falta, una serie de tareas y acciones no se cumplen, como sucede de hecho con cada una que ha vivido una de dichas amargas experiencias.
No se trata de hacer el trabajo desde la semana anterior, o de prever como será el martes 10, con el trabajo acumulado; o de hacer el trabajo, el mismo, al jefe, para que no fuera a molestarse por el día en que la ausencia se hizo efectiva, como de hecho sucede cuando una es asesinada.
El riesgo, ese que viven muchas de ellas al caminar por la calle, es lo que debe destacarse a través de la ausencia, de una forma de visibilizar una condición de vulnerabilidad. La ausencia no es una carga de trabajo, sino una condición posible ante un acto que es brutal y con muchas de ellas, un acto final.
He escuchado que si se apoya es darle a las feministas un argumento a favor del aborto, de ser libertina o de ser una feminista obsesionada. La cifras y las notas que se publican en cada feminicidio no hacen diferencia en señalar si la asesinada, golpeada o violada era feminista, pro aborto o libertina. Las notas de lo que nos hablan es de actos brutales cometidos en muchos casos por parejas sentimentales que no tuvieron capacidad de dialogo.
La frase ¨nos están matando¨ tiene sentido en las notas de los diarios, en los noticieros, en las redes sociales y en cualquier medio de comunicación. Se ratifica por desgracia todos los días que alguien encuentra una salida brutal a una relación con una acción que parece volverse común.
Se trata de hacer notar la importancia que tiene cada mujer en la sociedad y de demostrar que la ausencia es una carga para todos. Que a muchos les duele que la hermana, la prima, la vecina o la amiga, no llegó a trabajar porque su pareja sentimental o un violador decidió sin pensar en los efectos que causaba.
Por supuesto que muchas no están en capacidad de no presentarse a laborar. Es entendible que ciertos empleos, de ausentarse, también pueden perjudicar a otra mujer y afectarla. Pero quienes puedan tienen la capacidad de hacer sentir un efecto que muchos han vivido cuando se enteran de que una de ellas no llegó.
No es pues un día de no ir a trabajar o a la escuela. Sino de generar la idea de lo que viven quienes han padecido una tragedia de esa magnitud. De las cosas que no se hicieron porque alguien actuó en contra de una por cualquier razón. El coraje de quienes han llamado a esta reflexión es claro y manifiesto. Es un asunto que se repite con tanta frecuencia que en algunos momentos se puede volver normal. Y no lo es.
No se trata de condenar a quien sí acuda a trabajar o a la escuela o al hospital o la fábrica. Tampoco es obligatorio ni observarse como un desacuerdo el que se tome la decisión de estar presente cuando se convoca a una ausencia.
Lo importante es hacer sentir el mensaje a las instituciones que les han fallado, a los hombres que les hemos fallado, a las familias que les han fallado. Porque algo falla y mucho, cuando alguien decide matar a una mujer por tener más fuerza o por no tener la capacidad de arreglar los problemas que puedan existir.
Es pues, pensar en el 10, 11, 12… de 2025, 2030, 2033. Y quizá en aquel momento se pueda hacer una reflexión sobre lo sucedido. No el 9, sino el 10, el 11 o el 12 de cualquier año por venir. Y sí, tengo una hija que quiero ver regresar a casa todos los días.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México.
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