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TIJUANA, BC - viernes 1 de junio de 2012 - Gilberto LAVENANT.
1802

Palco de Prensa
Por: Gilberto LAVENANT


En todo tipo de organizaciones, sean políticas, sociales, culturales, el propósito fundamental es que todas sus acciones, sean apoyadas por todos sus integrantes, como si fuesen uno solo. La expresión “la unión hace la fuerza”, refleja esa intención, pero a la vez advierte las consecuencias de no lograr la unidad : la debilidad.

La unidad, se queda en simple anhelo, cuando el beneficio final sea hacia alguno o algunos de los integrantes de cualesquier grupo social. Nadie puede tolerar, ni aceptar, que los beneficios sean para unos, y las cargas para otros. Mucho menos en política.

Efectivamente, en el ámbito político, la unidad no pasa de ser un mero discurso. Todos están de acuerdo con determinada propuesta, si la misma es en beneficio propio. La falta de unidad, en el ámbito político, es lo que ha generado el pluripartidismo, que ha retardado la anhelada consolidación del Estado mexicano, con un alto costo económico y social.

Casi todos los partidos políticos han surgido del PRI, que gobernó a México durante más de 70 años. Curiosamente, los nuevos partidos no son propiamente del ala derecha de la política, sino de la izquierda. Sin embargo, a estos, la falta de unidad, no les permite consolidarse. Por el contrario, se pulverizan. Por ello, cuando surge el antipriísmo, los partidos de izquierda no lograron la fuerza necesaria para gobernar este país.

Y aunque alcanzan el reconocimiento como partidos políticos, no hay mucha diferencia entre unos y otros, salvo los mandos directivos. Incluso, dentro de cada organización de izquierda, la división persiste, generando lo que se conoce como “tribus políticas”. A veces, unas están a la cabeza. A veces, otras.

En el actual proceso electoral, los partidos de izquierda batallaron para lograr que Andrés Manuel López Obrador fuese su candidato común. Los problemas vendrán, si el tabasqueño logra el triunfo electoral en los comicios del 1 de julio. Cuando venga la rebatinga o disputa por el “botín político”. Ese es el verdadero dilema del posible triunfo de las izquierdas, el lograr unidad cuando llegue el momento de reparto de posiciones.

En ese nivel o condición de divisionismo se encuentra el PRI. Al menos en Baja California. Aquí hay dos fracciones perfectamente identificadas. Una, la encabezada por el empresario de los casinos, el mexiquense Jorge Hank Rhon. La otra, la que liderea el Senador, Fernando Castro Trenti. Ambos aspirantes a la gubernatura de Baja California.

Aunque no todos los priístas bajacalifornianos, están de un lado, o de otro, la verdad es que hay quienes no pertenecen a ninguna de estas dos, pero no son influyentes. Reniegan, de dientes pa´fuera, de ambas, pero no se rebelan. Les resulta más fácil sumarse a la que aparentemente tenga mejor posicionamiento, que formar una nueva opción. Los priístas, son políticos que no saben nadar contra la corriente.

Llamó la atención, a propios y extraños, que a unos días de la visita de Enrique Peña Nieto, a Tijuana, sentaron a la mesa a Hank y Castro Trenti, para dar visos de unidad, de fortaleza, en estos momentos en los que hay quienes apuestan a la derrota del mexiquense. Los sentaron juntos, pero cada quien por su lado diría : juntos, pero no revueltos.

Sin embargo, esa aparente unidad, no es de larga duración. Si acaso durará hasta la noche del 1 de julio próximo, cuando se conozcan los resultados de los comicios presidenciales. Después de eso, nadie logrará volverlos a sentar juntos. Nadie. Ni con “colaloca”.

La razón es simple. No solamente por los supuestos motivos de su rompimiento, allá en el 2007, sino porque ambos pretenden la gubernatura de esta entidad. Ninguno está dispuesto a ceder “sus canicas”, para que el otro llegue a ser Gobernador de Baja California. Las rivalidades entre ambos, son insalvables. Es un tema ya agotado.

Sin embargo, cuando llegue el momento de resolver lo de la postulación del candidato priísta a la gubernatura estatal, y ninguno de los dos ceda, a favor del otro, la solución salomónica no sería la de partir en dos a Baja California, para que pudiese haber dos gobernadores, sino el optar por un tercero en discordia.

Esta idea ha venido creciendo poco a poco. Los aspirantes por la gubernatura, sobran. Casi cualquier priísta bajacaliforniano estaría dispuesto a sacrificarse. El problema sería que fuese “factor de unidad”, o sea que aunque no se logre una verdadera unión, ambas fracciones lo apoyen, para dar apariencia de fortaleza.

Quien aparece a la cabeza de esa larga lista de aspirantes, para ser considerados como “tercero en discordia”, es Netzahuacóyotl Pérez Román, uno de los socios y directivos de la inmobiliaria Urbi. El problema es que en sus afanes de hacer negocios, no le ha importado afectar a grupos sociales. Durante las primeras marchas estudiantiles, allá en el Distrito Federal, no pasó desapercibida una manta con las fotos de los hermanos Pérez Román, junto a la de Peña Nieto, fustigándolos severamente.

Como muestra, un botón. En Tijuana, Urbi construyó un desarrollo habitacional con más de 700 viviendas. El predio, lo compró la inmobiliaria a un individuo que dizque lo adquirió en propiedad mediante un juicio de prescripción, falsificando un contrato privado de compraventa con una persona falllecida unos 30 años antes. Ahora, el presunto verdadero propietario pretende lanzar a todos los adquirientes, quienes viven angustiados ante el riesgo de ser despojados de su modesto patrimonio.

Los directivos de Urbi, entre ellos los hermanos Pérez Román, dispusieron que sus abogados intervinieran. Bajo el supuesto de defender a los adquirientes, les han llevado a contestar las demandas en forma defectuosa, pues su prioridad es la de salvar a la inmobiliaria, no a sus clientes. Esto hará crisis en los próximos días.

Podría aplicarse aquello de que el supuesto “tercero en discordia”, no es nada recomendable. No es político, sino negociante. Por ello cabe advertir que “…Más vale malo por conocido, que bueno por conocer”. Ya contaremos la historia de “El Alcazar”.

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