Por Marco Antonio Domínguez Niebla
RUSIA 27 DE JUNIO 2018.-Qué puede uno hacer más que respetar las simpatías y resistencias de los demás. Pretender influir en las filias y fobias ajenas, es perder el tiempo. Qué imprudente sería discutir con quienes festejaron los goles marroquíes que a punto estuvieron de echar a España de la Copa. Mal me vería juzgando a los que lamentaron que aquella última opción de Irán no entrara para finalmente permitir a Portugal seguir con vida. Tampoco reclamaría de modo alguno a aquellos que en redes sociales saboreaban la eliminación de Argentina (a pesar de la definición magistral de Messi) y que luego manifestaron su desaprobación por el golazo de Rojo (el defensa zurdo que apareció en el área rival para rematar de derecha), bueno para el pase agónico contra Nigeria. Días atrás, hubo quien disfruto de ver en la lona a la actual campeona Alemania antes de levantarse de la misma para noquear a Suecia casi por sonar la campana, y deberán estar esperando que Corea del Sur dé la campanada mayor en Rusia este miércoles. No supe de alguno, pero si hubiera sabido que cualquiera gritó los goles de Suiza y las atajadas del heroico Keylor bajo el arco tico, en ambos casos contra la Brasil pentacampeona y todavía pendiente de calificación, simplemente habría hecho mutis. Cosa común festejar el triunfo del débil sobre el poderoso, el pequeño sobre el gigante, revivir lo de David contra Goliat. Ustedes disculparán que no sea mi caso. Y es que mis deseos se hacen realidad: La Uruguay de Suárez y Cavani contra la Portugal de Cristiano. Y la España de Iniesta, Ramos e Isco contra la local Rusia. Como si esos cruces no fueran suficiente, la campeona del mundo Francia contra la bicampeona Argentina, Griezmann contra Messi enfrentados por el pasaporte que los catapulte entre los ocho mejores del mundial ruso. Para el jueves, Inglaterra y Bélgica sólo saldrán a medirse como una prueba final frente a sparring de lujo, en espera de conocer si Colombia o Senegal o Japón. Pero antes, para los que todavía estamos tocados por tanta ilusión rota, tanta expectativa inalcanzada cada cuatro años con la lógica y natural desconfianza, qué mejor que confirmar que ya no se está del lado de las víctimas sino de los favoritos. México, la única selección capaz hasta el momento de cimbrar a un gigante de verdad, tan sólo se necesita sumar: empate o victoria por el marcador que sea frente a Suecia para completar el cuadro de invitados a octavos este miércoles, y así, a manera de carambola, evitar al líder del grupo vecino adelantando un Brasil-Alemania en octavos, porque los grandes son los grandes y mandan en los mundiales, y ni Serbia ni Corea del Sur lo son. Es momento de poner punto final. Hay que levantarse bien temprano.
*El autor es colaborador de AGP Deportes.
