Por: Melba Guadalupe Cortés Juárez
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TIJUANA BC 20 DE NOVIEMBRE DE 2017 (AFN).- El día 20 de Noviembre,  fecha en que se conmemora nuestra Revolución Mexicana… ¡ME HICE MUJER!, ¡Wow, que experiencia! pero no va por allí, lectores de AFN, estaba próxima a participar en uno de los memorables desfiles que se celebran cuando estaba en etapa escolar.

¡Esos si eran desfiles de carácter cívico!, de gran afluencia donde se infundía al niño en etapa escolar el deber cívico y  amor a la Patria primero que nada, así como trabajar en equipo. Alumnos y maestros se volcaban durante semanas en la preparación de lo que sería la presentación de la “tabla gimnástica”, para el tradicional desfile. 

Bueno, pues déjenme contarles...  días previos al magno evento, pasaba un día por la sala, cuando me saludó mi padre y dijo con gran orgullo ¡Mija, válgame Dios, si pareces NADADORA PROFESIONAL! A lo que le respondí tímidamente y con asombro -¿por qué?, papá,- no comprendí lo picante de la broma.

Era obvio –ni nadar sabía- yo era una niña “flacucha” ¿alguien recuerda al alfeñique de 44 kilos?, bueno pues algo parecido (nada por delante, nada por detrás), ¡Gulp!, entonces sí mi vanidad sufrió en su orgullo; tenía que hacer algo y tendría que ser rápidamente pues el desfile cívico estaba a la vuelta de la esquina.

Piensa Melba, piensa… ¡ALLÍ ESTABA LA SOLUCIÓN, POR ARTE DE MAGIA!. Se llegó el gran día y tomé mi uniforme de deporte (blusa blanca y falda blanca de patoles, con sus calcetas blancas como la nieve). Antes tomé una ducha de agua caliente, sequé el cuerpo muy despacio repasando muy bien mi plan, me vestí, peiné y acomodé muy bien el cabello; luego en un signo de coquetería busqué la aprobación del reflejo del espejo.

Mmmm, faltaba el detalle final así es que introduje en mi corpiño “un buen rellenito” que hice a base de vendas de curación; fue lo único que se me ocurrió en ese entonces, WOOO ¡TODO BAJO CONTROL! Y así me fui con gran ilusión, pues el solo ver al niño de mis sueños, era ya la Gloria!!

¡¡¡Noooo!!! Ustedes no pueden imaginar EL OSO que hice “como dicen los chicos de hoy”, pues en pleno desfile y luego de uno de los ejercicios cumbres de ese día, sin darme cuenta como en el Cuento de la Cenicienta, EL CARRUAJE SE CONVIRTIÓ EN CALABAZA…  “mis rellenitos” se cayeron y “las vendas de curación”, me siguieron a lo largo de la cuadra, mientras mis compañeros festejaban con enormes carcajadas el  momento chusco, y yo no encontraba como los avestruces, dónde esconder la cabeza. 

Fuera de ese incidente, los desfiles siempre me parecieron un momento especial  para interactuar con la familia y amigos y así presenciar las tablas gimnásticas por parte de los contingentes escolares, que se reunían como punto de partida en el Parque Teniente Guerrero.

Era emocionante, salir muy tempranito con el rocío de la llovizna ese día, algo frío e ir entrando en calor humano al presenciar ese universo de “personitas”, todos esperando dar lo mejor de sí, ataviados con sus uniformes de gala, unos portando bastones, paraguas y un  sin fin de llamativos objetos que daban un plus a su actuación de ese día. Los había también buscando los reflectores de las cámaras fotográficas de sus padres, algún integrante de la familia o fotógrafo, listos para captar sus instantáneas.

Disfrutaba ver de igual manera a los integrantes del Heroico Cuerpo de Bomberos ejecutando toda suerte de acrobacias, así como a las escaramuzas charras, muy bellas (así me lo parecían) vistiendo a la usanza de la Revolución, acompañadas de su apuesto y valiente charro montando sus caballos para presentar lucidos números deportivos. Los ejemplares  de corcel parecían de concurso, en colores negro azabache, blancos como las nubes; otros en tonos cobrizos y una amalgama en color café de llamar la atención.

Esos momentos, marcan un parte agua dentro de mis recuerdos… el estudio, calificaciones, la interacción diaria con los compañeros de clase, la realización de los trabajos escolares, y por qué no, el compartir el “lonche” con tu mejor amigo.

Los desfiles en aquella época, forman parte de una de las  mejores etapas de mi vida, los eventos deportivos iniciaban como menciono líneas arriba en un punto del Parque Teniente Guerrero para finalizar en la calle 7ma a la altura del Frontón Palacio Jai Alai, donde todos a la voz de Diez, Nueve, ocho…Cero, rompíamos filas para reunirnos unos con amigos, otros, con la familia y después de la foto del recuerdo, salir a comer, tomar una nieve y…claro, porque no…aprovechar ocasión tan especial para “hacerse la pinta, con el novio”.